Rigurosamente incierto. Como oír llover
Verdadera pena que la trifulca campestre haya impedido a la señora Presidenta asistir a la cita londinense convocada por Gordon Brown, primer ministro del Reino Unido. De haber asistido, probablemente tendríamos ya respuesta a un interrogante que se hubiera podido expresar así: ¿la señora Presidenta pronunció ya, en suelo británico y a oídos de capitostes británicos, la palabra clave? En el supuesto de que aún no la hubiera pronunciado, la palabra clave estaría al caer, acaso en las propias narices de las otras catorce personalidades –de otros tantos países– a las que Gordon Brown, un encanto, cursó invitación. (Aunque, ¡ojo!, no las cursó en su calidad de gobernante, sino en la de jefe del Partido Laborista.) Sépase, de paso, que tan curiosa asamblea responde a honroso título: Foro de Líderes Progresistas.
La definición de líder progresista involucra a Cristina Fernández de Kirchner, así como en 2003 involucró a Néstor Kirchner, entonces invitado por Anthony Blair, en atención a que ambos cónyuges, llevados al poder en turnos sucesivos, son adalides indiscutidos del progresista Frente para la Victoria. El politicólogo Arpegio Peribáñez esboza una sonrisa: “Caramba, suena gracioso eso de que, para los laboristas británicos, nuestro dichoso Frente, rama putativa del peronismo, sea progresista. ¿Acaso puede serlo, aun con sus raíces autoritarias, sus raros injertos y su disposición a otorgar validez republicana a una virtual monarquía, con presidente consorte y todo? ¿No creen que las voces “progresista” y “progresismo” auspician tenebroso equívoco?”
Licenciado en contubernios protocolares, Peribáñez destaca con especial énfasis que el organismo oficial que rige la diplomacia británica se reconoce ajeno a cuanto ocurra en el augusto Foro de Líderes Progresistas. “En efecto, el Foreign Office ha anticipado que cuanto se diga o masculle en tan simpático simposio le importará un bledo, y que nadie espere gestos de disgusto si, en una de ésas, a alguien se le escapa una fea interjección, quizá molesta para la Blonda Albión… Es más –agrega–: de haber concurrido doña Cristina, y de haber pronunciado allí la palabra clave, el Foreign Office habría sacado a relucir una virtud cardinal, de cuya eficacia dan cuenta siglos de ejercicio: la de hacer oídos sordos, la de comportarse como si oyera llover.”
La palabra clave es, por supuesto, Malvinas. En diciembre último, el Foreign Office realizó exitosa gestión para que la Unión Europea reconociera a las Malvinas, a las Georgias del Sur y a las Sandwich del Sur como dominios británicos. Tiene su lado astuto la diplomacia del oír llover.
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