La semana política I. Cómo rearmar el rompecabezas de la oposición
Los muertos que vos matáis gozan de buena salud". ¿Cómo no recordar este célebre pasaje del Don Juan Tenorio, de Zorrilla, ante la sorprendente victoria radical en Santiago del Estero?
Así como el presidente Kirchner acaba de acusar a una decena de economistas que, según él, fueron demasiado escépticos acerca del canje de la deuda, el radicalismo podría acusar a otra decena de observadores políticos por haber anunciado prematuramente su muerte. Si el radicalismo estaba muerto, ¿cómo hizo para vencer en Santiago del Estero no sólo al justicialismo local en una provincia tradicionalmente peronista, sino también al gobierno nacional, que había promovido una serie de visitas ministeriales en plena campaña para apoyar al vencido Figueroa? Los muertos que vos matáis... Probablemente hoy el radicalismo confirme que es el partido predominante en Catamarca.
Si tuvieran sentido del humor, los dirigentes radicales podrían repetir lo que dijo un famoso autor anglosajón cuando un diario publicó por error su nota necrológica: "La noticia de mi muerte ha sido considerablemente exagerada".
El hecho de que los comentarios sobre la muerte radical hayan sido "considerablemente exagerados", no significa, sin embargo, que el radicalismo, después de Santiago del Estero, vuelve a ocupar sin más el centro de la escena opositora.
Significa, más bien, lo contrario: que la "resurrección" radical viene a complicar aún más el panorama opositor, al sumar un nuevo pretendiente a la larga lista de aquellos que, por una vía o por la otra, buscan capitalizar el movimiento de críticas y disgustos que va sembrando en su camino el presidente Kirchner.
La oposición, al detalle
Después de Santiago del Estero, la oposición a Kirchner aloja en su seno a seis representantes principales. Hay que mencionar por lo pronto a dos líderes ex radicales, López Murphy y Carrió, a los que habría que sumar el capitalino Mauricio Macri, el neuquino Jorge Sobisch, el eje recién formado por Menem y Rodríguez Saá y, ahora, el renacido radicalismo.
Varios de estos representantes fueron protagonistas de recientes elecciones. Sumados, los votos de Menem, Rodríguez Saá, López Murphy y Carrió en los comicios presidenciales de abril de 2003 alcanzaron un 70 por ciento del total. Macri fue derrotado apenas por Aníbal Ibarra en la elección del jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires. "Dueño" sin rival a la vista de la provincia de Neuquén, Jorge Sobisch asciende al escenario nacional. Con el triunfo de Gerardo Zamora en Santiago del Estero vuelven, además, los radicales.
Estas seis corrientes opositoras, ¿podrán converger en un futuro previsible? El problema de la oposición, hoy, no es sólo la gran cantidad, sino también la diversa calidad de sus representantes. Quien quisiera aglutinarlos al menos en el papel tendría por delante la improbable tarea de sumar peras con manzanas.
Si uno piensa, por ejemplo, que el arco opositor corresponde al "no peronismo", se encontrará con cuatro dificultades. Una, que el eje Menem-Rodríguez Saá, siendo justicialista, es más una oposición "interna" que una oposición "externa" a Kirchner. Otra, que Mauricio Macri tiene todavía un pie en el justicialismo y otro fuera de él.
La tercera dificultad es la peculiar posición del ex presidente Duhalde, quien si bien fue el "padrino" de Kirchner y aún lo sigue apoyando, encabeza otra ala justicialista, llamémosla el "duhaldismo", cuyos cuadros son claramente antikirchneristas, aunque Duhalde frena por ahora su impulso en aras de una difícil tregua con la Casa Rosada. Cuando hablamos del "duhaldismo", estamos hablando de la provincia de Buenos Aires, es decir, del distrito decisivo en cualquier elección presidencial. La cuarta dificultad es que tampoco podríamos ubicar categóricamente a Sobisch en el no peronismo, habida cuenta de que el Movimiento Popular Neuquino del cual proviene nació como un partido "neoperonista".
Para agregar otros ingredientes a la heterogeneidad de este cuadro, recordemos que en el seno del puro no peronismo militan dos líderes éticamente próximos, pero ideológicamente lejanos, como López Murphy y Carrió, en tanto que el propio radicalismo tendrá que resolver todavía una ardua discusión interna entre el ala del ex presidente Alfonsín, visiblemente kirchnerista, el radicalismo bonaerense de Moreau, asociado al duhaldismo, y el nuevo radicalismo centrado en el "grupo de Olavarría", al que pertenece el flamante gobernador Zamora, cuya intención es devolverle al viejo partido fundado en 1890 el perfil opositor que perdió cuando Alfonsín le permitió a Menem la reelección en 1995 mediante el Pacto de Olivos.
Para que veamos hasta dónde persiste la desunión radical frente al gobierno de Kirchner, basta recordar la actitud insólita del gobernador radical Colazo, de Tierra del Fuego, uno de los primeros en proponer la reelección de Kirchner en 2007.
¿Cómo unir lo diverso?
La dispersión de las fuerzas opositoras contrasta con la unidad del peronismo, al que Perón inyectó desde su origen el principio "militar" de la verticalidad. Mientras sus opositores se dividen una y otra vez, el peronismo cierra filas como siempre en torno del jefe. Si anteayer fue menemista y ayer duhaldista, hoy es kirchnerista.
A la verticalidad peronista se agrega el hecho de que la Argentina no es hoy un país federal sino unitario, gracias a que las provincias dependen enteramente de los giros financieros que les llegan desde Buenos Aires. Sean peronistas o no, todos los gobernadores deben plegarse a la Casa Rosada. Lo tuvieron que hacer con Menem y con Duhalde. Lo tienen que hacer con Kirchner. Por eso el propio Zamora, después de vencer en Santiago del Estero al gobierno nacional, que hizo campaña contra él, se apresuró en aclarar que en la elección en la que él ganó no perdió Kirchner. Este había estado prudente al no viajar a Santiago del Estero para no quedar envuelto en una eventual derrota. Aquél estuvo igualmente prudente al asegurarse el flujo de fondos sin los cuales ni él ni ningún otro gobernador podría subsistir.
¿Queda algún espacio disponible, después de lo que hemos visto, para que las fuerzas opositoras puedan desafiar seriamente a Kirchner en los comicios de 2005, 2007 y más allá? Solamente si cumplen dos condiciones. Una, aliarse. Así lo han hecho en Santiago del Estero y así vuelven a hacerlo hoy en Catamarca. Así lo hicieron en 1999, cuando la Alianza derrotó al peronismo.
La segunda condición es ideológica. El país oscila entre períodos de centroizquierda y períodos de centroderecha. Estuvo en la centroizquierda con Alfonsín y en la centroderecha con Menem. Hoy, con Kirchner, está en la centroizquierda. En algunos años, el país volverá a la centroderecha. Es en ella donde debiera colocarse desde ahora la oposición a Kirchner. Aquellos que, como Alfonsín, insisten en la centroizquierda están condenados al kirchnerismo. Es sólo a quienes eludan este callejón sin salida que se les abrirán las puertas del próximo futuro argentino.
Apéndice: después de haber conocido al doctor José Claudio Escribano por décadas, tengo de él el más alto concepto moral y profesional. Las expresiones agraviantes que pronunció el presidente de la Nación sólo han sido posibles, por ello, a partir de un total desconocimiento de su valor como periodista y como persona.
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