Con el teléfono del que manda es más fácil
Era casi un saludo de fin de año. Y en tono de broma. Cada vez que Carlos Ávila, fundador de Torneos y Competencias y pionero del fútbol codificado en la Argentina, se cruzaba en la fiesta anual con José Luis Manzano, uno de sus socios desde 2002 en el multimedios América, le preguntaba: “¿Y, José Luis? ¿Cuándo compramos la eléctrica?”. El comentario hacía referencia a una vieja ambición del mendocino, que ya entonces se proyectaba en el tiempo: decía que el mundo de los medios podía ser atractivo en sí mismo, pero, a la vez, servir de escala hacia negocios más estratégicos, entre ellos, el de la electricidad.
Ávila murió a fines de 2019. Y Manzano, ya petrolero y desde 2006 dueño de Edemsa, la distribuidora de su provincia, está a punto de cumplir ese anhelo cumbre: con Daniel Vila y Mauricio Filiberti, de Transclor, principal proveedor de AySA, le comprará a Marcelo Mindlin la distribuidora Edenor. La operación, la más resonante desde el regreso del kirchnerismo al poder, tiene sin embargo por delante varias incógnitas. La más obvia reside en el negocio mismo: ¿proyectaron los nuevos dueños aumentos de tarifas próximos o, al menos, subsidios que lo hagan rentable? Otra de las preguntas tampoco parece sencilla de contestar por ahora, pero deberá ser despejada en poco tiempo: qué piensa al respecto Cristina Kirchner. Tener ese aval implica en la Argentina, en términos políticos, la última instancia y el máximo control de calidad.
La vicepresidenta no suele anticipar ninguno de sus movimientos, y las pocas señales dadas hasta el momento no permiten sacar conclusiones. Hay solo un antecedente cercano: a mediados del año pasado, en el Instituto Patria se molestaron al enterarse del rumor, luego negado, de que el dúo de mendocinos estaba dispuesto a hacer una oferta por Vicentin para resolver la crisis de la cerealera. Anteayer, en la asamblea de accionistas de Pampa, controlante de Edenor, la venta fue aprobada por todos los directores con excepción de los de la Anses, que se abstuvieron. De todos modos, Manzano ya les garantizó a sus socios haber conseguido de palabra la autorización en el lugar indicado. Una gestión que también podría haber hecho Vila, de relación más cercana a la expresidenta. Fue Vila, por ejemplo, uno de los pocos empresarios que la acompañaron en primera fila en la Rural el 9 de mayo de 2019, durante la presentación del libro Sinceramente, una semana antes de que ella anunciara en un video que le había pedido a Alberto Fernández que encabezara la fórmula. Consultado al día siguiente por el periodista Reynaldo Sietecase en Radio con Vos, Vila contestó con una frase que incluso parecía anticipar el movimiento: “En la feria vi a una persona que no estaba en campaña. Estaba por encima de cualquier candidatura”, dijo.
El destino de la distribuidora deberá resolverse institucionalmente en el ente regulador, que conduce Soledad Marín, y en la Secretaría de Energía, a cargo de Darío Martínez, dos dependencias que tampoco se desentenderán de los pareceres de Cristina Kirchner. Una vez cumplidos ambos trámites, Vila, Manzano y Filiberti prevén designar dos directores cada uno no bien tomen el control, ninguno de ellos con cargo ejecutivo en el directorio, y esperar a que la macroeconomía se recupere y pueda recomponerse el cuadro tarifario. Si se concreta, este cambio de manos de Edenor marcará el regreso de un modelo de negocios recurrente en la Argentina: el de la inversión que requiere, antes que nada, acertar con el despacho indicado.
Que el Consejo Económico y Social haya nacido justo ayer, en medio del escándalo por las vacunas a dirigentes afines al Gobierno, puede ser interpretado al respecto como maldición o como síntoma. Más allá de que, en su contenido, no haya expresado hasta ahora más que un compendio de obviedades con las que ningún empresario podrá nunca disentir. Entre ellos, los “Diez consensos para el desarrollo” que volvió a presentar el ministro Matías Kulfas, idénticos a los que exponía en sus presentaciones de octubre por el acuerdo social: “1) Necesitamos exportar más. 2) Ningún sector productivo sobra: todos son importantes. 3) Hay una falsa antinomia entre mercado interno y mercado externo. 4) No hay futuro sin políticas productivas que fomenten la creatividad y la innovación. 5) Ninguna política productiva será sustentable si no contempla la dimensión ambiental. 6) Una macroeconomía estable es necesaria para el desarrollo productivo y la creación de empleo de calidad. 7) No bajaremos la pobreza ni la desigualdad sin un Estado que promueva la inversión privada y la suba de la productividad. 8) Una buena política productiva debe reducir las brechas de género. 9) La apertura comercial no es un fin en sí misma, sino una herramienta que debe ser utilizada de manera inteligente. 10)Toda política de desarrollo productivo debe ser una política de desarrollo regional”. Ayer, antes de entrar en la convocatoria, el principal malhumor de la Unión Industrial Argentina consistía en que ninguno de sus directivos sabía exactamente a qué se los estaba invitando. “Vamos a ver qué pasa en la práctica. Si me metés en la mesa de mi sector a Pérez Esquivel, a Dilma Rousseff y a Enrique Iglesias, no sé bien cuál puede ser el esquema de trabajo”, dijo al salir uno de los presentes.
Tanta desconfianza se explica en las ausencias. Con excepción de empresarios como Hugo Sigman, Javier Madanes Quintanilla y Eduardo Eurnekian, tampoco hubo ayer una concurrencia significativa. La incredulidad parte en rigor de una sospecha más profunda: las dudas sobre el éxito del Consejo Económico y Social están en el propio Frente de Todos. La última convocatoria institucional de este tipo, más acotada pero con objetivos análogos, había sido el 9 de julio pasado y recibió días después objeciones públicas de Máximo Kirchner. Estos llamados al diálogo cargan desde entonces con el germen de la falta de autoridad.
Los empresarios no solo lo dicen, sino que han empezado a mostrarlo mediante gestos. Venían de aplaudir la semana pasada a Martín Guzmán en la Casa Rosada no porque el ministro los hubiera sorprendido con su presentación, sino porque atribuyó la inflación a un problema macroeconómico y no, como venían oyendo últimamente en otras áreas del Gobierno, a los “formadores de precios”. La discusión de siempre. Un debate ideológico, pero con efectos prácticos sobre decisiones concretas: el Covid desencadenó en todo el mundo un shock de oferta y, como las vacunas, las inversiones son escasas.
El Consejo Económico y Social no solo empieza sin que se hayan despejado en la Argentina ambigüedades de cosmovisión superadas en otras partes, sino, como en el programa de vacunación, algo bastante más elemental: cualquier anhelo privado, desde una Sputnik V hasta una distribuidora eléctrica, se vuelve escabroso lejos del poder.