El mundo. Con la mirada en Argelia EE.UU. en Irak
El Pentágono busca develar los misterios de la guerra contra el terrorismo mediante el estudio de la cuestionadaexperiencia francesa, expuesta en el film "La batalla de Argel"
NUEVA YORK
Preocupado por las tácticas terroristas y la guerra de guerrillas en Irak, el Pentágono tomó una decisión inesperada: días atrás organizó, para un grupo selecto, la proyección de "La batalla de Argel", un film muy apreciado en los sesenta y que se transformó en una herramienta de aprendizaje para los norteamericanos que se oponían a la guerra de Vietnam.
El público juvenil que en aquel entonces presenciaba las proyecciones del film -realizado por el italiano Gillo Pontecorvo en 1965 y que retrataba la lucha urbana entre tropas francesas y nacionalistas argelinos- compartía la simpatía de su director por el FLN, el Frente de Liberación Nacional de Argelia. Se identificaban y aclamaban a Alí La Pointe, el experimentado operador que hacía contactos en el bajo mundo para organizar una red de células terroristas que después atrincheraba en la Casbah, el antiguo barrio musulmán de la ciudad. Al mismo tiempo, silbaban al coronel Mathieu, el personaje inspirado en Jacques Massu, el verdadero comandante de las fuerzas francesas en la colonia norafricana.
La reciente proyección del Pentágono fue diferente: atrajo a una audiencia de alrededor de 40 oficiales y expertos civiles a los que se solicitó consideraran y discutieran los problemas implícitos en el tema central del film, la problemática pero tentadora efectividad de utilizar medios brutales y represivos para luchar contra la guerrilla en lugares como Argelia, pero también Irak. O, más específicamente, las ventajas y costos de recurrir a la tortura y la intimidación para hacer trabajos y averiguar sobre los planes enemigos.
El folleto que invitaba al encuentro en el Pentágono señalaba: "Cómo ganar una batalla contra el terrorismo y perder la guerra de las ideas. Niños que disparan a soldados a quemarropa. Mujeres que colocan bombas en los cafés. Pronto toda la población árabe se vuelca hacia un fervor enloquecido. ¿Le suena familiar? Los franceses tienen un plan que desde el punto de vista táctico triunfa, pero que fracasa en lo estratégico. Para comprender por qué, venga a la inusual proyección de este film."
La idea provino de la Junta Directiva para Operaciones Especiales y Conflictos de "baja intensidad", que un miembro del Departamento de Defensa definió como un grupo liderado por civiles con "responsabilidad para pensar de manera agresiva y creativa" sobre la guerra de guerrillas. El oficial manifestó: "La exhibición de la película ofrece una visión histórica de las operaciones francesas en Argelia e intenta promover una polémica informada de los desafíos con que se enfrentaron los franceses". Agregó también que el intercambio de ideas fue animado y que probablemente se volvería a repetir.
No se dieron detalles de la discusión que siguió a la proyección. Pero si la conversación se redujo a la acción de la película, seguramente se focalizó en la batalla por la ciudad que finalizó en 1957 con el aparente triunfo de los franceses, la muerte de La Pointe y la destrucción de su red. La insurrección, a pesar de esto, continuó en toda Argelia y, aunque los franceses ganaron la batalla de Argel, finalmente perdieron la guerra, debiendo retirarse de un nuevo país, independiente y regido por el FLN, en 1962.
Durante las cuatro últimas décadas, los hechos que aparecen en el film y los de la más extendida guerra de Argelia han sido citados como ejemplo de la efectividad de las tácticas de la "guerra popular", donde los combatientes surgen del pueblo para realizar un ataque y luego retirarse a su vida cotidiana.
La pregunta de hasta qué punto las armas convencionales pueden luchar contra estas tácticas y derrotar a sus enemigos parece tan importante hoy en Irak como lo fue en Argelia en 1957. En ambos casos la presencia de inteligencia en el mismo campo de acción es necesaria para llegar a saber sobre los próximos ataques. Aun en un mundo de aparatos electrónicos, la infiltración y los interrogatorios siguen siendo indispensables. Pero, ¿hasta dónde deberían llegar los estados modernos en sus intentos de conseguir dicha información?
Demasiado lejos
Pontecorvo, que era miembro del Partido Comunista italiano, obviamente consideraba que los franceses habían llegado demasiado lejos al adoptar políticas de tortura, de intimidación feroz y de matanzas. A pesar de que su utilización de la fuerza llevó al triunfo sobre La Pointe, también provocó en Francia escándalos políticos, desacreditó al ejército y traumatizó la vida política francesa durante décadas, a la par que multiplicaba entre los argelinos, y en buena parte del mundo, los apoyos al nacionalismo. En el corazón del film también subyacen las consecuencias de estas tácticas, algo que presumiblemente lo hacen relevante para que el Pentágono lo estudie y discuta.
Pero el tema de cuánta fuerza deberían utilizar los países organizados cuando enfrentan ataques de enemigos menos sofisticados está lejos de ser sencillo. Por ejemplo, ¿qué sucede cuando un país con un antiguo compromiso con la Convención de Ginebra tiene aliados que operan sin tales restricciones?
Consideremos las ambivalentes visiones, con el correr de los años, de Massu, principal modelo para el personaje del coronel Mathieu en el film.
En 1971, Massu escribió un libro que desafiaba a "La Batalla de Argel", película que permaneció prohibida en Francia durante muchos años. En ese libro, el oficial, que había sido considerado por los soldados la personificación de la tradición militar, defendió la tortura como "una cruel necesidad". Escribió: "No tengo miedo de la palabra tortura, pero pienso que, en la mayoría de los casos, los militares franceses obligados a utilizarla para vencer al terrorismo eran, por fortuna, como niños de coro si se los compara con el uso que hacían de ella los rebeldes. La última salvajada nos llevó a cierta ferocidad, es cierto, pero no salimos de los límites del ojo por ojo, diente por diente".
En 2000, su segundo en el comando, el general Paul Aussaresses reconoció, sin mostrar ningún remordimiento, que se había "hecho desaparecer" a miles de argelinos, que los suicidios habían sido falsos y que él mismo en persona había ejecutado a 25 hombres. Aussaresses afirmó que "todos" sabían que hechos semejantes habían sido autorizados por París y agregó que lo único que lamentaba era que algunos de los torturados hubieran muerto antes de confesar algo útil.
En cuanto a Massu, en 2001, poco antes de fallecer a los 95 años, admitió en el diario Le Monde que "la tortura no es indispensable en tiempos de guerra. Podríamos haber seguido adelante sin ella perfectamente bien." Cuando se le preguntó si creía que Francia debía admitir oficialmente sus políticas de tortura en Argelia y condenarlas, replicó: "Pienso que sería algo bueno. La tortura es algo moralmente desagradable"
Es difícil determinar con exactitud por el momento de qué manera la experiencia argelina podría aplicarse a la actual situación en Irak pero, como sugería el folleto del Pentágono, las condiciones que los franceses enfrentaron en Argelia son similares a las que Estados Unidos encuentra hoy en Irak.
Thomas Powers, autor de Guerras de Inteligencia: Historia Secreta Norteamericana de Hitler a Al-Qaeda , afirma que "lo que se denomina en Irak guerra `de baja intensidad´ plantea terribles frustraciones y tentaciones. Por un lado, la frustrante dificultad de encontrar y atacar a un enemigo que podría ser cualquiera en cualquier lugar. Por otro, la tentación de recurrir a la tortura para obtener de los prisioneros o sospechosos información detallada y necesaria para dar un golpe efectivo".
Una de las cosas que por el momento se desconocen de esta guerra es cómo maneja Estados Unidos esta tentación. "Se nos dijo que la tortura está prohibida y esperamos que sea verdad -agrega Powers-. Pero mientras continúe la guerra `de baja intensidad´, los soldados no dejarán de repetirse a sí mismos: `estamos tratando de salvar vidas que nadie llegará a conocer´".
Traducción: María Elena Rey
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