Con los pies en la tierra y el corazón en las manos
La gente siempre vota con la esperanza de que el país y su situación personal mejoren. Y espera que su presidente esté a la altura de esa esperanza.
La gente no vota sólo por lo hecho sino por lo que falta hacer. Y espera de su presidente visión de futuro y capacidad de gobierno. El próximo presidente será quien conduzca el ingreso de nuestro país en el nuevo siglo, una era en que el conocimiento será el bien más valioso y la herramienta para superar el desempleo y la pobreza. La gente lo sabe y por eso reclama una verdadera revolución para el sistema educativo.
Cuando la gente vota, renueva un pacto de confianza con el nuevo gobierno.
En una sociedad atravesada por el descreimiento en las instituciones, el próximo presidente deberá devolverle al pueblo la esperanza para merecer de él la confianza.
La gente espera de su presidente inteligencia conceptual y capacidad de reacción frente a lo inesperado. La primera cualidad es esencial para construir el futuro y no tener que padecer sus consecuencias; anticiparse a los acontecimientos y no ser desbordado por ellos. La segunda es imprescindible para poder cambiar tan rápidamente como cambia el mundo, para hacer de cada nueva crisis una oportunidad de crecimiento.
El hombre de Estado del nuevo siglo tendrá que brindar seguridad frente a un mundo dominado por la incertidumbre. La gente necesita una mayor certidumbre sobre su vida y las de sus hijos, y el próximo presidente deberá ser la garantía de protección frente a lo imprevisible. Proteger pero al mismo tiempo ser lo suficientemente audaz para señalar nuevos rumbos y convencer a los ciudadanos de la necesidad de seguirlos.
Cansada de los monólogos la gente espera que su nuevo presidente sepa escuchar. Escuchar la voz de la opinión pública y tenerla en cuenta a la hora de tomar sus decisiones.
Un poder que proteja
Que cada acto de gobierno privilegie el interés general del pueblo antes que los intereses particulares de los grupos.
Todos necesitamos volver a soñar con un proyecto de país al que podamos entregarnos en cuerpo y alma. La gente sabrá comprender los errores y compensará con creces el valor de corregirlos. Lo que la gente no está dispuesta a perdonar es la mentira, la falta de imaginación y de grandeza.
Del próximo presidente se espera una conducción inteligente del Estado y un manejo sensible del poder. La ciudadanía no quiere que el Estado lo haga todo; quiere que haga lo que tiene que hacer y bien. La ciudadanía no quiere un poder que obligue, pero sí un poder que proteja.
La gente espera un presidente con los pies en la tierra, el corazón en las manos y la mirada en el horizonte.