Corea del Norte, un misterio anacrónico que podría develarse
De misterioso dictador del "país más aislado del mundo" -y hombre-misil o rocket man, según Donald Trump- a una mezcla entre estadista y figura pop que recorrió la zona costera de Singapur antes de una esperada cumbre, Kim Jong-un ocupó la semana pasada la tapa de los principales diarios del mundo. El encuentro inédito que mantuvo con el presidente de los Estados Unidos lo puso en el foco de la atención global, pero una vez terminado el espectáculo mediático quedó la foto del apretón de manos entre ambos líderes y un acuerdo sin muchas precisiones del que surgen más interrogantes que respuestas. Tantos como provoca este hermético personaje en aparente proceso de transformación y un país que permaneció durante mucho tiempo cerrado a la curiosidad de Occidente.
Con solo 34 años, Kim ya lleva más de seis al frente de su país, en un cargo que heredó de su padre, Kim Jong-il, y de su abuelo, Kim Il-sung, el mítico líder de la resistencia contra los japoneses y fundador de la República Popular Democrática de Corea. En pocos años, el régimen construyó su propia versión del comunismo, sazonada con toques de nacionalismo étnico, a la que denominó "Idea Juche" (autosuficiencia) y que se combinaría luego con la apuesta nuclear como un recurso de preservación.
La era Juche comienza en 1912, cuando nació Kim Il-sung, hoy transformado en una especie de semidiós. Según la Constitución, es el Presidente Eterno de la República. En 1982 se construyó en su honor la Torre Juche, de 170 metros de altura, foco de luz en Pyongyang, la oscura capital norcoreana. El joven Kim Jong-un, educado en Suiza, tiene muchos cargos en el Partido del Trabajo y el Estado. Pero no el de presidente. Nadie puede ocuparlo desde la muerte de su abuelo. Aun así, la oda que reza "¡Viva el general Kim Jong-un, el sol brillante!" está tallada en letras tan grandes sobre unas montañas que, dicen, pueden verse desde el espacio.
Museo viviente
Corea del Norte parece una pieza de museo viviente de la Guerra Fría, con niveles de regimentación social desconocidos en el socialismo real. Categorizado como "el régimen más cerrado del mundo", produce noticias y leyendas: si hay solo unos pocos cortes de pelo autorizados, si un ministro fue fusilado con un misil antiaéreo por quedarse dormido en una reunión, si el fallecido Kim Jong-il se enfurecía cuando encontraba granos de arroz de diferente tamaño. La poca información de los coreanos sobre el mundo tiene como correlato la falta de información fiable del mundo sobre Corea, vacío que se llena a menudo con ejercicios de la imaginación. Cualquier noticia delirante es compatible con un régimen delirante.
En este sentido, la nota más resonante la dio, en 2014, la "noticia" de que el tío de Kim Jong-un había sido "devorado por una jauría de perros hambrientos" como condena por sus supuestos actos de traición. En efecto, Jang Song-thaek -hasta allí una figura clave del régimen- fue ejecutado, pero la historia de los perros, repetida por casi toda la prensa mundial, había salido de la cabeza de un humorista chino. Unos años más tarde, Kim mandaba asesinar -aunque el régimen lo niega- a su medio hermano Kim Jong-nam en el aeropuerto de Kuala Lumpur, con un sistema propio de las películas de espionaje. Ahí no hubo humorista. Desde el secuestro de dos cineastas de Corea del Sur en los años 70 para que hicieran producciones en el Norte hasta una "falsa hinchada" norcoreana en la Copa del Mundo de 2010 en Sudáfrica, esta nación de 25 millones de habitantes transita por esa línea estrecha que media entre un guión de Hollywood y la tragedia de la vida real.
Hoy el joven Kim parece estar mostrando señales de modernización en un país atravesado por anchas avenidas estalinistas, pocos autos y un estado de militarización general permanente. Con el Sur sigue la "guerra", aunque eso no impide a la sureña Corea de Samsung tener una zona franca enclavada en el territorio enemigo del norte, cerrada provisoriamente en 2016 por la tensión entre ambas Coreas.
Economía subterránea
Varios reportes y fotos sobre el régimen de Pyongyang muestran una situación bastante mejor que en los penosos años 90, cuando miles de norcoreanos murieron en las hambrunas. Como relata el libro Querido líder. Vivir en Corea del Norte, de la periodista Barbara Demick, esa crisis abrió espacios de mercado y por detrás de los discursos marciales heroicos, muchos norcoreanos comenzaron a participar de actividades mercantiles y a poner en juego sus habilidades emprendedoras. Mientras, el contrabando por la frontera china (celulares, telenovelas del Sur y otros productos de consumo) rompía parcialmente el aislamiento de la población.
"Los negocios en Pyongyang son como el sexo en la Inglaterra victoriana: todo el mundo lo practica, pero nadie habla de eso", resumieron James Pearson y Daniel Tudor, autores de North Korea Confidential (2015). Algunos hablan de una silenciosa "economía de mercado femenina" que se abre paso ante la aparente inmovilidad oficial. Nuevos restaurantes se combinaron, en estos años, con grandes complejos recreativos con piscina. Menos cortes de luz y más autos. Más productos de China, Corea o Singapur en las góndolas, para quienes pueden pagarlos.
Las fuentes del dinero, en un país sancionado, no están claras. Se sabe que el gobierno envía trabajadores al exterior, mientras exporta minerales y armas. Su marina fue acusada de contrabando. Como sea, el país muestra una curiosa capacidad de sortear, aunque con enormes costos sociales, su carácter de Estado paria. Empresas y bancos norcoreanos siguen operando a pesar de las sanciones (apelan a diferentes métodos para camuflar su actividad).
"Corea del Norte está evolucionando hacia una economía híbrida, la frontera entre el sector público y la iniciativa privada es cada vez más borrosa y genera profundos cambios sociales", escribió Philippe Pons, autor de Corée du Nord. Un État-guérilla en mutation (2015). El autor señala que el régimen de propaganda permanente y el totalitarismo "no debe esconder otra realidad profunda: el pueblo norcoreano no es una masa amorfa y resignada, compuesto de robots descerebrados, verdugos y víctimas". Por otra parte, conviene advertir que hay racionalidad detrás de las estrategias diplomáticas de Pyongyang, como se vio en estos últimos meses.
Pero no solo el Norte, aunque lentamente, está cambiando. La cumbre de Singapur que le costó a Trump una buena cuota de reproches en Estados Unidos debe mucho a la llegada al poder, en Corea del Sur, del progresista Moon Jae-in. Esto ocurrió tras la destitución y posterior condena a prisión por corrupción de la expresidenta conservadora Park Geun-hye, hija del dictador anticomunista Park Chung-hee (1961-79) y de Yuk Young-soo, asesinada en un atentado atribuido a un agente norcoreano en 1974. "Bajo su mandato las relaciones intercoreanas tocaron fondo: no se pudieron reanudar las reuniones de familias separadas, se cerró el complejo industrial intercoreano Gaeseong y se desplegó el polémico sistema de defensa antimisiles balísticos de los Estados Unidos", explica la experta María del Pilar Álvarez, doctora en Ciencias Sociales e investigadora del Conicet, en un artículo reciente.
Como se ve en la película La red, del director Kim Ki-duk (2016), detrás de las enormes diferencias entre el Sur democrático y el Norte totalitario (hasta 1970 más industrial que el Sur) hay elementos en común, como sistemas de inteligencia superpoderosos y duras leyes de seguridad nacional, además de tradiciones jerárquicas comunes.
Pero no solo eso: los cronistas Daniel Wizenberg y Julián Varsavsky plasman los puntos de contacto y los contrastes entre ambas mitades de la península en su libro Corea. Dos Caras extremas de una misma nación. Frente al Norte anacrónico emergió "la sociedad del cansancio" en el Sur, según la expresión del filósofo Byung Chul-han. El "pali, pali" (rápido, rápido) expresa ese estilo de vida hipercapitalista: un dicho popular afirma que quien duerma cinco horas no entrará a una buena universidad, señala Varsavsky.
Mientras tanto, las ansias de "reunificación" de la nación partida en dos por la guerra son invocadas en los discursos oficiales y hasta hay un Ministerio de Unificación en Seúl. Un país, ¿dos sistemas? Por ahora es una utopía. Pero algo se mueve y quizás hoy el pintor Andy Warhol podría pintar un colorido Kim Jong-un tal como lo hizo con Mao en la serie que comenzó a pintar precisamente tras la histórica visita del presidente Richard Nixon a Pekín, en 1972.
El autor es historiador y periodista
La cara millenial de un régimen jurásico
Por P. S.
El estilo chic discreto de la joven primera dama Ri Sol-ju contribuyó a modernizar la imagen de un régimen con tintes jurásicos, que hoy empieza a mostrarse con cara millennial. También la hermana menor del líder, Kim Yo-jong, de 30 años, juega hoy un rol de primer orden en esta transformación: ascendida a la cúpula del poder como encargada de la propaganda y de la imagen de Kim, fue uno de los artífices de la diplomacia olímpica -durante los juegos de invierno en Corea del Sur, en febrero pasado- que culminó el martes con el apretón de manos entre su hermano y Donald Trump.
La joven es parte de la nueva cara juvenil de un gobierno que hoy promete reducir su arsenal nuclear a cambio de respetabilidad y mejoras en su muy precaria economía. En sintonía, las calles de la capital también van cambiando de color, producto de campañas "Pyongyang Speed", que aluden a la velocidad en proyectos de construcción. Todo esto, aunque la dictadura Juche siga incólume.
"La ropa de las mujeres se ha vuelto más variada y colorida. Los tacones altos y los zapatos de plataforma son más frecuentes, incluso en los pies de las jóvenes soldados en sus días libres. La influencia de la moda china se puede ver en los estantes de las tiendas estatales de la capital: el mayor fabricante de calzado, Pothongang, ahora está promocionando modelos dirigidos a una clientela más exigente", contaba en 2015 el cronista Philippe Pons en Le Monde Diplomatique. El periodista francés encontró también que el cabello corto, como el de las integrantes del popular grupo pop Moranbong Band (que usan chaquetas faldas muy por encima de la rodilla), era también muy popular. Claro, se trata de mujeres de la élite de la capital. Por ahora, el campo queda fuera del glamour incipiente de Pyongyang.