Crisis y filosofía
En el Congreso Internacional de Filosofía, realizado en Córdoba, se admitió que la Argentina está en crisis total. Lo mismo habrían dicho un piquetero, una maestra rural o un chacarero inundado. Hasta Kant, de haber vivido en estos tiempos, habría suscripto ese diagnóstico. La fuerza del desorden, la enorme pobreza imaginativa para generar recursos posibles -ahora importamos pollos y cereales del Brasil-, la inocultable incapacidad administrativa de quienes gobiernan, la oscura historia de corrupción que envuelve a la clase política, el incumplimiento de la Justicia, el abandono de la salud pública, el desprecio por la ciencia y la cultura, delatan esa crisis.
Los intelectuales se plantearon la tarea de empezar a pensar de nuevo y Abel Posse supuso, no sin razón ni esperanzas, que la filosofía nos tiene que dar la oportunidad de transformar nuestro fracaso. Es verdad, el pensamiento es indispensable en un país que parece haberlo desterrado por pereza, indiferencia o ignorancia, pero la filosofía ha sido siempre un código de preguntas más que un manual de respuestas, preguntas que, sin duda, pueden tener el valor de una respuesta, sólo que sus efectos operan en el tiempo a través de una práctica continua, práctica sólo posible cuando la ansiedad de un presente agobiante no pesa sobre el futuro imponiendo plazos inmediatos.
Volver a pensar todo puede ser interpretado, en el caso argentino en particular, como volver a pensar la república o, dicho de otro modo, volver a fundarla sobre los ideales activos que ocuparon a las dos últimas generaciones del siglo XIX.
Ojalá la filosofía sirva de algo, ojalá que sus preguntas acerquen respuestas, pero, ¿a quiénes llegan esas cuestiones? ¿A políticos de barricada que nunca son capaces de acertar con una cita ejemplar? ¿A estudiantes que ya no estudian porque sus colegios son hoy el centro de la discordia antes que el eje del entendimiento? ¿Llegan acaso a los empresarios responsables de creer en una sociedad en la que no creen? Es difícil saber quién, en la Argentina azotada por todos los vientos, es capaz de escuchar y ponerse en marcha.