Cristina y Kicillof, en guerra fría contra el peronismo
Desplazar a la expresidenta al segundo término de la fórmula solo sirvió para confirmar su liderazgo
El peronismo enfrenta lo que quiso evitar con el respaldo a Alberto Fernández: verse obligado a aceptar la vigencia de Cristina Fernández de Kirchner. Al revés de lo supuesto por algunos gobernadores, desplazarla al segundo término de la fórmula presidencial solo sirvió para confirmar que no hay liderazgo electoral sin ella. Puede parecer extraño, pero es la incomodidad que les provoca la victoria del 27 de octubre.
Por eso es probable que insistan en aplicar el método que los ayudó a tolerar el aparente disgusto acumulado por varios en sus ocho años de gestión: fingir que no está pasando nada. Un ejercicio entre la contrición y lo recreativo, descripto por Miguel Ángel Pichetto con una metáfora: mirar al frente para ver flamear la bandera argentina. Una práctica en apariencias sencilla, pero en la que alcanzar el éxito depende de mantener en el tiempo un alto grado de concentración.
No todos consiguen semejante nivel de resiliencia. Y tratándose de los gobernadores, es lógico que la primera manifestación de crisis haya ocurrido en el Senado. La inminente salida de Carlos Caserio de esa cámara podría ser el destino de otros que resistan la idea del peronismo convertido en una expresión minoritaria del Frente de Todos. Una guerra fría declarada en silencio por Cristina. De allí las dudas ante la posibilidad de que Alberto Fernández pueda cumplir con una de sus promesas de campaña: federalizar su gestión. O, dicho de otro modo, tener por socios a los gobernadores. Hasta ahora, Omar Perotti es el único que tiene garantizada la representación de Santa Fe, con María Eugenia Bielsa en el futuro gabinete.
Ahí llegaría Caserio, pero como represalia de Cristina por oponerse a que Anabel Fernández Sagasti presida el bloque unificado en el Senado. La joven mendocina es miembro de La Cámpora. Finalmente, el lugar fue para José Mayans, delegado de Gildo Insfrán, el más kirchnerista de todos los gobernadores, al que se reconoce el 65% de los votos obtenidos, lejos de los 29 puntos en Córdoba. El principal aliado de Alberto en esa provincia es Caserio, que podría quedar en el centro de otro conflicto si, como se especula, Alberto lo elige como solución al dilema que enfrenta con Gabriel Katopodis. El intendente de San Martín reclama mantener en su órbita el área de Transporte, si es designado en Obras Públicas. Cristina objeta esa posibilidad. Alberto las dividiría.
Caserio fue ministro de Obras Públicas de José Manuel de la Sota en un período signado por la escasez de recursos, a raíz de la crisis de 2001. Así y todo, en su gestión se construyeron 100 escuelas. Si le tocara Transporte, pediría libertad de decisión para eludir el loteo que padece Felipe Solá antes de llegar a la Cancillería. Jorge Argüello habría desistido de ser embajador en Estados Unidos después de que trascendiese la disconformidad con Jorge Neme, a quien Solá propone de segundo. Neme ostenta un cargo curioso: secretario de Relaciones Internacionales del gobierno de Tucumán. La relación del nuevo presidente con Juan Manzur no pasa el mejor momento. A Neme lo investiga la Justicia Federal por aparentes irregularidades en licitaciones. Manzur fue el primer gobernador en respaldar la candidatura de Alberto.
Es lo que vuelve relevantes el lugar que ocupe Katopodis y las prevenciones de Caserio si debe compartir gabinete con Agustín Rossi, virtual ministro de Defensa. En 2018, Elisa Carrió denunció que Autobuses Buenos Aires recibió al menos 1000 millones de pesos en subsidios mientras Rossi ocupó ese cargo en el gobierno de Cristina. La firma es propiedad de Alejandro "Fratacho" Rossi, su hermano. En el negocio del transporte se especula sobre una alianza con DOTA (Doscientos Ocho Transporte Automotor), que predomina en los recorridos urbanos e interurbanos de la zona norte del conurbano y en la ciudad de Buenos Aires. La empresa de Rossi controla las líneas 541, 542, 550 y 551 en Lomas de Zamora y las interurbanas 271 y 79, a través de las firmas Tomás Guido y San Vicente, que interconectan el sur del Gran Buenos Aires.
Autobuses Buenos Aires no pudo renovar las licencias en Almirante Brown para las líneas locales 501, 505, 506 y 514 de la empresa San Vicente. Fueron licitadas por Mariano Cascallares, aliado de Martín Insaurralde. El intendente de Almirante Brown intenta romper la sujeción al de Lomas de Zamora por intermedio de Katopodis, que tiene la misión de consolidar en el conurbano una base electoral para Alberto. La posición que tenga en su gobierno y la distribución de cargos entre jefes comunales serán lo que defina su incipiente liderazgo en la primera sección. Por eso precisa en la tercera otro que relativice al de Insaurralde, el más fervoroso en saludar a Máximo Kirchner en su rol de jefe del bloque en Diputados. Tal vez entusiasmado con el rumor que circula en el Congreso. Tendrá por misión primordial seguir de cerca los pasos de Sergio Massa.
El jefe del Frente Renovador se abstrajo del supuesto malestar de los gobernadores con la supremacía legislativa de los Kirchner. Privilegiará la alianza que comenzó a construir con La Cámpora en 2016. Un diálogo iniciado poco después de que su ruptura con el kirchnerismo facilitara a Mauricio Macri ser elegido presidente. Es bastante lógico. Sobre todo por Wado de Pedro. El futuro ministro del Interior y su principal interlocutor desde entonces tendrán a cargo la relación con los gobernadores. De Pedro no es objetado por ellos, aunque con reserva hagan notar que no fueron consultados para designarlo. Una sutileza para aludir a un defecto importante del supuesto gabinete federal: una alta densidad de dirigentes de la ciudad de Buenos Aires y la zona norte del conurbano.
Massa e Insaurralde compiten por el favor de La Cámpora para quebrar la resistencia de Axel Kicillof de darles participación en las decisiones de su futuro gobierno. Una conducta que podría ir más lejos de lo esperado por ellos. Reclamaría que Carlos "Cuto" Moreno presida la Cámara de Diputados en la Legislatura bonaerense. Con 44 representantes sobre 92, la vicepresidencia será para Juntos por el Cambio. La aritmética para conseguir una mayoría propia sin la primera minoría es lo que pone en discusión el nuevo gobernador. Una compleja alquimia para alcanzar 48 votos. Apenas uno más que la mayoría simple de 47 y muy lejos de los 62 necesarios para reunir una calificada. En realidad, lo que cuestiona Kicillof es la organización de un acuerdo legislativo similar al que Massa e Insaurralde mantuvieron con María Eugenia Vidal. Casi una réplica de Cristina al comportamiento de los gobernadores en el Congreso con Macri. Es decir: el capítulo de Kicillof de la guerra fría con el peronismo.
Kicillof está convencido de lograr ese objetivo con la misma consigna que impuso a su equipo de campaña para estudiar dos horas al día la provincia de Buenos Aires: humildad, constancia y austeridad. Lo que no siempre garantiza resultados. Tal vez lo haya comprobado Javier Rodríguez, elegido para la transición con el Ministerio de Agroindustria. Secretario de Emergencias Agropecuarias del Ministerio de Economía en la gestión de Kicillof, Rodríguez se interesó por la producción de trigo en el norte de la provincia, una zona destinada exclusivamente al cultivo de soja y de sorgo. La guerra declarada al peronismo parece demandar el acopio de otros insumos.