Cuando la farandulización de la política se paga con muertes
Se vio una gran campaña contra la violencia hacia la mujer; pero el Estado debe hacerse cargo, transformar; sino, será la farandulización de la política la responsable de tanto dolor
En las últimas semanas pudimos ver una gran campaña contra la violencia hacia la mujer en medios provinciales y nacionales. Artistas, ONGs, políticos y ciudadanos de a pie se sumaron a una campaña para concientizar sobre este flagelo, a raíz de algunos casos que salieron a luz.
En medio de tantas historias de vida que pude conocer, me llamé a reflexionar sobre la responsabilidad del Estado respecto a este tema. Las campañas publicitarias de concientización son útiles y muy válidas cuando son impulsadas por organizaciones de la sociedad civil o grupos de ciudadanos conmovidos por la realidad de tanta gente que sufre: hombres, mujeres y niños. Ahora bien, cuando desde la política, desde las instituciones del Estado, lo único que obtenemos como respuesta a esta realidad doliente es una campaña publicitaria, las consecuencias pueden ser drásticas, y los responsables de tantas muertes que ocurren a diario en la Argentina dejan de ser sólo quienes alzan el puño, sino también los dirigentes políticos de todos los niveles y los miembros de todos los poderes del Estado quienes, teniendo el poder para transformar la realidad en pos del bien común, en defensa del más débil, no lo hacen.
Cuando desde la política, desde las instituciones del Estado, lo único que obtenemos como respuesta a esta realidad doliente es una campaña publicitaria, las consecuencias pueden ser drásticas
El poder, por definición, puede. Quienes ejercen el poder en la Argentina, quienes son elegidos (por voto popular, por concurso o por distintos procesos constitucionales) para ocupar puestos de decisión, deben entender que resolver los problemas de la gente, generar las políticas que protejan verdaderamente a las víctimas de violencia, es un deber que tienen como funcionarios públicos, no una opción.
No puede existir una brecha tan grande entre las estadísticas de denuncias -que todos sabemos que son insignificantes respecto a la realidad- y las de condenas por violencia y abuso sexual -que muchas veces van de la mano-. No podemos esperar a horrorizarnos por la muerte a causa de la violencia doméstica. ¿Cuántas mujeres y niños viven a diario esta realidad? ¿Quién se ocupa de ellos? ¿Dónde están quienes tienen capacidad de transformar y poder de decisión, cuando un chico de cuatro años vive ese horror en la intimidad de su hogar, y vuelve a vivirlo a los cinco, a los seis y a los siete porque nadie hizo nada?.
Las pancartas, las canciones y los gritos de pedido de ayuda están para ser hechos por la sociedad, no por los dirigentes políticos. A ellos les queda pedir perdón. Hacerse cargo. Sino, será la farandulización de la política la responsable de tantas muertes.
Quizás quienes ocupan posiciones de responsabilidad pública en la Argentina, distraídos y endulzados por las mieles del poder, sigilosos y cautelosos por no arruinar carreras prometedoras y futuros deslumbrantes, se hayan olvidado de todos esos hermanos que van dejando a la vera del camino, encerrados en círculos de violencia y horror. Y al despertar, cuando se hace pública esa realidad, salen con pancartas, declaraciones y festivales a defender el derecho humano básico a la vida, a la libertad, a la integridad física, moral y espiritual.
Por favor, alguien tiene que avisarles. Las pancartas, las canciones y los gritos de pedido de ayuda están para ser hechos por la sociedad, por todos los hombres y mujeres que desde el anonimato sufren esa realidad, por los hombres y mujeres trabajadores, profesionales, artistas, obreros, empresarios, periodistas, estudiantes, amas de casa, ciudadanos de a pie a quienes les duele el dolor del otro. No por los dirigentes políticos. A ellos les queda pedir perdón. Hacerse cargo. Decidir. Transformar. Sino, será la farandulización de la política la responsable de tantas muertes, de tanta violencia, de tanto dolor.
*La autora es politóloga de la UBA.
Carla Zunini de Sánchez Sorondo