Cuidado con Lilita
Elisa Carrió siempre corrige a quienes le dicen que ella forma parte de Cambiemos. "Yo soy la fundadora de Cambiemos", repite en las entrevistas. Se pone en el mismo escalón que la corta historia del oficialismo le reconoce al presidente Mauricio Macri y, en segundo plano, a Ernesto Sanz , en nombre del radicalismo.
No se equivoca. Ella fue decisiva para formar la coalición que impulsó a Macri al poder. Primero rompió la alianza de centroizquierda que la unía al radicalismo y al socialismo y luego armó un puente por el que cruzaron los votantes de la clase media que recelaban del PRO. Consumado el éxito electoral, dos años y medio atrás, desde ese lugar, a veces más en personaje que en dirigente, camina por la política actuando un papel siempre llamativo.
Lilita, un apodo convertido en marca política, conserva los rasgos y las expresiones de la dirigente que armaba y rompía los espacios que construía desde que irrumpió como la convencional rebelde del radicalismo en la Constituyente de 1994. Pero ya no rompe, amaga; hace notar disidencias en Cambiemos que nunca son de fondo y siempre regresa al punto de partida. Hoy por hoy, es una de las más consistentes defensoras del Gobierno en el momento en el que el oficialismo atraviesa su peor tormenta. Es tal vez en ese punto que Carrió llega a convertirse en su propia enemiga y amenaza con ser un problema más que una solución para el oficialismo.
En sus apariciones televisivas, la fundadora de Cambiemos intercala desarrollos lógicos de una dirigente con una base intelectual sólida con ocurrencias que llegan a entusiasmarla y la conducen al error. La semana pasada insistió varias veces con un insólito pedido para que la clase media "dé propina" y siga dando "changas". Llegó al extremo con un fallido, el miércoles en el recinto de Diputados, cuando en lugar de "changas" dijo "coimas".
Carrió acertó al reivindicarse representante de la clase media urbana, que la adoptó por segunda vez en su carrera política cuando durante la década kirchnerista se plantó a denunciar la corrupción. En esa misma ruta, suele desmarcarse para apuntar a miembros del propio oficialismo con la misma vara con la que dicta absoluciones prematuras. Puede ser racional y asomarse a la arbitrariedad en la misma frase, como cuando hizo descalificaciones personales contra una funcionaria judicial en su persistente embestida contra el presidente de la Corte, Ricardo Lorenzetti.
La diputada sabe los puntos que calza cuando de rating televisivo se trata y por eso dice cosas que solo ella puede decir sin ser mal recibida por su clientela. Hasta ahora. Desde que los vientos cambiaron y el Gobierno pugna por atravesar el calvario económico, Carrió corre el riesgo de que esas mismas ocurrencias que antes eran celebradas sean ahora lamentadas. Se aplica una vieja regla: es ella y sus opiniones, pero también será siempre ella y sus opiniones, más la fuerza que integra y el cambiante clima político de la Argentina.