Dar la cara
Aun con su realismo extremo, las fotos a contraluz tienen un curiosísimo efecto de irrealidad. No quedan más que los contornos, y el instante que registran parece aplanarse, como si se tratara de una sombra chinesca. Una versión estilizada de ese efecto la encontramos en esas siluetas que fueron tan populares en la Alemania de los siglos XVIII y XIX, y gracias a las cuales vemos al olímpico Goethe sin rostro, con un contorno que no se parece a ningún otro, que es sólo suyo. A fines del XIX, el ilustrador Otto Böhler perfeccionó la técnica y nos mostró a muchos músicos (¡reconocibles únicamente por su silueta!) que recibían a otros en el paraíso. Ese mismo efecto puede volverse dramático. En la imagen, un rohingya corta madera con un hacha en un campo de refugiados en Bangladesh. No hay aquí embellecimiento que valga, y si lo hubiera sería inmoral. ¿Quién es ese que usa el hacha? No lo sabemos, pero sería justo que imagináramos nuestro rostro en esa silueta sin rostro.