De la Rúa enfrenta un dilema
DOMINGO CAVALLO se acerca a Aníbal Ibarra. El 7 de febrero último, la intención de voto de los porteños para las elecciones del próximo 7 de mayo favorecía a Aníbal Ibarra por 42 por ciento contra el 36 por ciento de Cavallo y Beliz sumados. El primero de este mes, Ibarra obtenía el 43 por ciento contra el 40 por ciento de Cavallo-Béliz. En menos de un mes, la distancia disminuyó de 6 a 3 puntos. Estas son las mediciones del Centro de Estudios para la Nueva Mayoría que dirige Rosendo Fraga.
Otros encuestadores apuntan en el mismo sentido. La última medición de Javier Otaegui, por ejemplo, le da el 41,44 por ciento a Ibarra y el 40,97 por ciento a Cavallo. En su medición anterior, la diferencia había sido mucho más amplia: 45,26 por ciento para Ibarra; 38,93 por ciento para la suma de Cavallo y Beliz. Si fotografiamos a dos caballos en la recta final de una carrera, veremos que el zaino le lleva un cuerpo al tordillo. Si los filmamos, descubriremos que el tordillo, si bien está detrás, corre más rápido. El film nos anticipa lo que la fotografía ignora: que el tordillo puede ganar.
Si fotografiamos los datos de los encuestadores, habrá que decir que Ibarra aventaja a Cavallo. Si los filmamos, habrá que decir que Cavallo le está ganando terreno a Ibarra y que, si continuare haciéndolo al ritmo de las últimas semanas, triunfaría en las elecciones del 7 de mayo, convirtiéndose en el nuevo jefe del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Sería, a no dudarlo, un terremoto político. ¿Puede Fernando de la Rúa darse el lujo de perder una elección a sólo cinco meses de haber jurado, y no en cualquier distrito sino en la ciudad que fue su bastión, que le sirvió de plataforma para alcanzar la Presidencia? Y si no puede, ¿cómo hará para evitarlo?
Choque de argumentos
Hay dos maneras de evitar una derrota. Una es lanzarse al ruedo para apoyar a quien corre peligro de perder, inclinando de este modo la balanza en su favor. La otra es situarse por encima del ruedo, de modo tal que la derrota, de producirse, no afecte a quien se ha encumbrado.
Este es el dilema que enfrenta De la Rúa. Si actúa como jefe de partido, como el caudillo de la Alianza, tendrá que echar el peso de su prestigio en favor de su vacilante aliado en la Capital. Si se proyecta como un presidente que está más allá de las querellas partidarias, tendrá que abandonar a Ibarra a su suerte, desearle lo mejor y prepararse para lo peor: que quizá deba convivir con Cavallo.
Este dilema, que se discute arduamente en el entorno del Presidente, nos afecta a todos, porque según sea la respuesta que reciba, así será la clase de presidente que tendremos en lo que resta de su mandato.
Los argumentos vuelan, mientras tanto, en un sentido y en el otro. Quienes proponen que De la Rúa "baje" a la contienda de la Capital, sostienen que su popularidad es tan alta que bastaría para revertir el curso de la carrera en favor de Ibarra. De esta manera, agregan, se lograrían dos resultados nada desdeñables. De un lado, la Alianza retendría uno de los cuatro grandes distritos electorales del país, compensando al menos en parte la ventaja justicialista en las provincias de Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe. Del otro, De la Rúa reafirmaría su posición como el líder indiscutible de la Alianza y como el caudillo invencible que siempre ha sido. Esta suerte de "nuevo plebiscito" aumentaría su capacidad política para llevar adelante los proyectos de gobierno que la oposición le está trabando en el Congreso.
Quienes aconsejan al Presidente que no baje a la Capital se preguntan qué pasaría si pese a bajar no consigue impedir la derrota de Ibarra. En tal caso, sugieren, el argumento del "plebiscito" se volvería del revés, y De la Rúa quedaría como un presidente debilitado por un pronunciamiento popular adverso a sólo cinco meses de iniciado su mandato, ya que en este caso el derrotado no sería Ibarra sino él.
Pero aun cuando Ibarra ganare gracias a De la Rúa, agregan, la posición combativa del Presidente durante la campaña electoral nublaría sus excelentes relaciones con los "grandes gobernadores" Ruckauf, De la Sota y Reutemann, que se inclinan por Cavallo. Instalar de este modo la polémica entre el Presidente y los grandes gobernadores sería contrario al espíritu de "cohabitación" que ha caracterizado a la política argentina del 10 de diciembre en adelante.
Si De la Rúa se pone por encima de la contienda que culminará el 7 de mayo quienes así se lo aconsejan sostienen que esta actitud lo instalaría definitivamente ante la opinión pública como un presidente para todos, libre de ataduras partidarias. Y no sería arriesgado afirmar que en tal caso, en lugar de sentirlo como un adversario, el propio Cavallo, si es elegido, se alinearía con los grandes gobernadores en una cohabitación destinada a facilitar el ejercicio de la presidencia.
¿Cuál de los dos caminos tomará De la Rúa? Al promover la designación como candidata a vicejefa de Gobierno de alguien tan cercano a él como Cecilia Felgueras, el Presidente dio un paso en dirección de aquellos que lo invitan a librar batalla en la Capital. Pero esta designación se presta a la misma polémica que hemos señalado entre "combativos" y "abstencionistas". Los partidarios de bajar al ruedo dicen que, con Felgueras junto a él, las posibilidades de Ibarra aumentan decisivamente. Los que desaconsejaban su designación argumentan que esto no ha hecho otra cosa que borronear la imagen de la joven funcionaria, ya que diluyó el compromiso vital que parecía haber tomado con el PAMI, sugiriendo que ella también, como tantos otros políticos, es sensible al canto de sirena de la Argentina electoral.
La horqueta
La designación de Felgueras no ubica definitivamente al Presidente, en todo caso, del lado de los combativos. Todavía puede abstenerse. Cuando opte al fin por una o por otra estrategia, no sólo habrá determinado el curso de la contienda en la Capital. Habrá definido, además, su propia identidad.
La palabra "horqueta" se refería originalmente a ese punto en que se separan el tronco y la rama principal de un árbol. Después de definirla así, el Diccionario de la Lengua Española incorpora una segunda acepción de la palabra " horqueta" en cuanto argentinismo : "el lugar donde se bifurca un camino". El lugar en que se bifurca el Acceso Norte a la altura de San Isidro. El lugar que ocupa hoy el presidente De la Rúa.
Si toma un ramal del camino, De la Rúa se definirá como un político integral. Por esta vía probablemente retendrá la Capital más allá de lo que le quite o le aporte Ibarra. Si toma el otro ramal, y gane o pierda Ibarra, aspirará al sitial del estadista .
La opción no es fácil. Resignarse a ser únicamente un político corta las alas de la gloria. Pero aspirar a ser sólo un estadista quita sustancia al sostén partidario. Frondizi se elevó al raro nivel del estadista. Quedó en la historia. Pero perdió el poder. Y no hay política posible, ni grande ni pequeña, fuera del poder. Queda por considerar la suerte de aquellos contados estadistas que no por serlo comprometieron su poder. Su lista, breve, alberga nombres como Adenauer, Roca y unos pocos más. Sólo ellos ganaron el premio mayor del arte político.