De regreso
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Esperar puede resultar una tarea agónica. Sobre todo cuando aquello que aguardamos no es la lluvia o la felicidad, sino el bus que nos transportará, al final de la jornada, de las urgencias del trabajo al remanso del hogar. Esto es así en Plaza Italia, en Nueva York, en Honolulu o en Thiruvananthapuram, capital del estado de Kerala, al sur de la India, en una de cuyas veredas esperan estos trabajadores. Las miradas de todos ellos se concentran en el mismo punto, allí donde hace rato debería haber asomado la trompa perezosa de ese colectivo de país en vías de desarrollo que nunca llega en horario. La espera resulta una condena cuando aquello que aguardamos no llega nunca. Pero ese no será el caso de estos trabajadores -así los describe el informe de la agencia de noticias- que le dan la espalda al glamour de los afiches publicitarios y sólo aspiran a que aparezca por fin el carromato que los devolverá a sus casas. Una felicidad módica en vías de desarrollo.