Debe seguir la inversión privada
El Presidente y su entorno tienen una visión cepaliana y keynesiana del funcionamiento de la economía. Según esta visión, los mercados funcionan de manera imperfecta y no aseguran el bienestar social. Por tanto, resulta clave una mayor intervención estatal en la economía. Todo ello conjuntamente con una política externa nacionalista y progresista.
Según esta visión, lo que limita el crecimiento y el empleo es la falta de demanda agregada. Así, bajas tasas de interés y proyectos de inversión pública son los instrumentos que deben fomentarse para estimular la demanda, junto con políticas industriales (de oferta) que incentiven la producción de los sectores más dinámicos.
Con este enfoque, el nuevo gobierno anunció el lanzamiento de un ambicioso plan de inversión de obras públicas con el fin de fomentar el crecimiento y disminuir el desempleo.
Si repasamos la historia reciente en materia de inversión y crecimiento se destacan dos aspectos:
(i) que cuando la inversión pública (generalmente concentrada en construcciones) no fue acompañada por un clima propicio para la inversión privada (asociada con la incorporación de máquinas y equipos que incrementan la capacidad instalada), la tasa de crecimiento del país fue mediocre o negativa; y
(ii) que aún con inversión pública, el país continuará consumiendo su stock de capital, lo cual limitará el crecimiento de mediano plazo y redundará en una caída de la productividad y, por ende, de los salarios. De ahí la necesidad de re-crear cuanto antes las condiciones para fomentar la inversión privada.
En efecto, a fines de los 70 se observó un aumento de la inversión pública, que elevó su participación a un tercio de la inversión total, nivel que se mantuvo relativamente estable a lo largo de toda la década del ochenta.
Menos inversión global
En paralelo, la inestabilidad macro y la falta de previsibilidad que caracterizaron los ochenta, derivó en una caída de la inversión privada que condujo a una contracción de la inversión global a tasas anuales de 7,3 por ciento entre 1980 y 1990, mientras que el producto bruto interno (PBI) se contrajo al 0,9 por ciento anual.
Por el contrario, en los 90, tras las privatizaciones, la participación de la inversión pública se redujo sustancialmente y la participación de la inversión privada trepó al 90 por ciento (observándose un aumento de la ponderación del equipo durable, en especial el de origen importado, que en su mayoría fue orientado a los sectores de infraestructura como transporte, luz, gas, agua, y comunicaciones).
Frente a la estabilidad de precios, el cambio organizativo del sistema económico y reglas estables se produjo una fuerte caída del riesgo país, lo que redundó en un incremento de la inversión total, que creció a una tasa anualizada de 11% entre 1990 y 1998, al tiempo que el PBI se expandió a tasas récord de 5,5%, revirtiéndose la historia de la década anterior.
Desde 1998 se observó una reversión de muchos factores que ayudaron al alza previa de la inversión, y la misma experimentó una fuerte baja, que se agudizó a partir de 2001, dando lugar una inversión neta negativa y a un achicamiento del stock de capital. Aún volviendo a la inversión pública de los ochenta (que promedió 6,5% del PBI y es más de cinco veces superior a la vigente), con la actual inversión privada, la inversión neta será negativa en 2,0 por ciento del PBI.
Factores de incertidumbre
La clave entonces radica en complementar la inversión pública con otras políticas de Estado tendientes a resolver los problemas estructurales que hoy tiene la Argentina, los cuales generan incertidumbre y constituyen un obstáculo a la inversión privada y a una reactivación más fuerte y amplia que la actual.
- Reestructuración de la deuda: La normalización de la relación con los acreedores es uno de los factores necesarios para empezar a recuperar la confianza en el país y la inversión productiva. Aquí debe tenerse presente que la negociación de la deuda tendrá también su impacto sobre la capacidad del sector privado de volver, en algún momento, a financiarse en los mercados internacionales. A mayor quita en términos de valor presente de la deuda pública, mayor será el riesgo-país futuro y ello sube la prima de riesgo "base" para la toma de fondos del sector privado.
- Reconstrucción del sistema financiero: es necesaria para recuperar el crédito bancario que será vital para financiar proyectos de inversión rentables, dado que con el default de la deuda se encuentran cerrados los mercados de deuda internacionales y, por tanto, el ahorro externo. Con el escaso desarrollo del mercado de capitales local, el sector bancario es el único que puede canalizar el ahorro doméstico hacia la inversión.
- Fortalecimiento del marco institucional: con el fin de tornar al país más atractivo para la inversión privada habrá que fortalecer las instituciones, restaurar el derecho de propiedad y reforzar la seguridad contractual ya que nadie querrá invertir aquí si teme ser el siguiente en la lista de "estafados" por cambios continuos en las reglas de juego.
Sin duda es cierto que las instituciones y leyes no resisten las crisis económicas causadas por los desequilibrios estructurales y los errores de política económica. Pero de ahí no se infiere que se deba demorar la construcción de instituciones más sólidas que faciliten el crecimiento y la inversión.
- Política comercial: es crucial definir mecanismos de promoción de exportaciones, y la eliminación de incentivos perversos vía protección y subsidios, recreando un espíritu "empresario" genuino, perdido en la Argentina de hoy.
- Flexibilización del mercado laboral: debería evitarse una reforma laboral de fuerte contenido ideológico, orientada sólo a la defensa del empleo estable, pero descuidando los requerimientos de flexibilidad que demanda el mercado laboral y el estímulo a invertir.
El Gobierno se quedará a mitad de camino si sólo impulsa la inversión pública y no contribuye a la creación de un marco atractivo para la inversión privada.
No hay forma de ser más progresista ni mejor manera de exteriorizar una verdadera preocupación por la justicia social que a través de la resolución de los problemas estructurales pendientes.
Sólo así es posible recuperar credibilidad, insertarnos nuevamente en el contexto internacional y diferenciarnos positivamente del resto de los países que compiten por las inversiones privadas, que son la clave para un incremento genuino y duradero de la productividad y del nivel de vida de los argentinos.
El autor es presidente de la Fundación Gobierno y Sociedad.
- El próximo domingo: el columnista invitado será Alberto Ades .