Defenderse de un ataque no es avivar la grieta
Mientras el Presidente concentra en su gestión todas las contradicciones del oficialismo, la vicepresidenta manifiesta sin pudor la única obsesión de este cuarto gobierno kirchnerista, que ella lidera en las sombras. Me explico. Para Alberto Fernández, el problema de la deuda, que ilustra la bancarrota del país corporativo consolidado durante décadas, ha sido una papa caliente, ahora entibiada por el principio de acuerdo alcanzado ayer con el FMI. Para Cristina Kirchner, en cambio, la firma de un entendimiento con el organismo de crédito resulta una cuestión secundaria, subordinada a su verdadera prioridad: reunir el poder suficiente para someter a la Justicia, obtener su impunidad y avanzar así hacia una hegemonía de partido único donde nada se oponga a su voluntad. Por esta razón, para ella todo, inclusive el anhelado acuerdo cuya definición tendrá un impacto directo en la vida de los argentinos, es materia para el relato.
Ese relato busca estimular la polarización. Alimentar la llamada grieta. Para afianzar esa división maniquea entre buenos y malos, la vicepresidenta no dudó en demonizar al mismo FMI al que Alberto Fernández intentaba en paralelo satisfacer. Esta vez no lo hizo por carta. Como si estuviera tomándose una revancha contra tanta abstinencia, Cristina Kirchner aprovechó el micrófono que se le tendió durante su visita a Honduras para la asunción de Xiomara Castro y se despachó también contra la Justicia, elevando aún más su arriesgada apuesta. Al identificar a los jueces que la están juzgando por corrupción con los militares que antes protagonizaban los golpes de Estado, se erigió en mártir de la democracia, como tanto le gusta. ¿Cuántos de los que la escuchaban en ese auditorio saben que el golpe a la democracia lo está promoviendo ella misma, apuntando no ya al juez que firma una sentencia incriminatoria, sino a los magistrados de la Corte Suprema, a los que pretende barrer desde el mismo gobierno que ella encabeza de hecho?
"Quienes salen en defensa de la república lo hacen porque los anticuerpos institucionales no alcanzan para detener el ataque "
La marcha del próximo martes contra los jueces de la Corte ya había recibido el apoyo del Ministerio de Justicia y del mismo Presidente. Ahora la vicepresidenta le puso una letra acorde con la falsa épica que demanda la pretensión de someter a uno de los tres poderes del Estado desde otro poder. En repudio a la marcha, el Club Político Argentino emitió un documento en el que señala: “Nadie puede permanecer indiferente cuando se ataca a las instituciones de la República”. La frase es simple y esclarecedora. La palabra clave es “ataca”. Eso, atacar la división de poderes para sustituir la ley por la voluntad del poderoso, es lo que el kirchnerismo viene haciendo desde su origen, en un crescendo que, acaso por desesperación, alcanza su cenit en esta ofensiva declarada contra el Máximo Tribunal.
Ante el ataque, la defensa. No permanecer indiferente, defenderse, no es polarizar. Dividir es el negocio de la vicepresidenta. Por eso el concepto de grieta, tal como se ha instalado entre nosotros, es otro de los triunfos simbólicos del kirchnerismo en la batalla cultural. No hay grieta, en verdad. Quienes salen en defensa de los presupuestos de nuestra vida en común lo hacen porque los anticuerpos institucionales no parecen alcanzar para detener el ataque y preservar la salud del sistema. No se trata de una reacción desmedida o alérgica contra las ideas o las personas, como se quiere hacer creer. Por más que se disfrace con retórica, el kirchnerismo es una praxis, condensada en el ya célebre “vamos por todo”. Los actos de su líder y de sus dirigentes más representativos apuntan hacia esa finalidad.
"Aunque confronte con aquellos que protagonizan el ataque, esa defensa no profundiza la grieta. Al contrario"
Lo grave es que los anticuerpos no hayan respondido aún en toda su capacidad ni siquiera ante los ataques alevosos que sufrió el sistema. Todos vimos a José López cargando clandestinamente bolsos con millones de dólares. El conteo festivo del botín en la Rosadita. Los más de 100 inmuebles del secretario Muñoz. Los cuadernos del chofer que durante años llevó registro del saqueo. Los hoteles que, vacíos, trabajaban a destajo. ¿Para qué seguir? Todo lo que se vio durante los últimos años no resultó suficiente para producir una reacción que neutralizara la amenaza. Por eso el ataque recrudece. Y por esto reaccionan quienes creen que es necesario defender las instituciones de la democracia republicana. No hay grieta.
Ante la marcha convocada para el martes, que inicia un nuevo capítulo en la lucha de fondo del kirchnerismo, así como ante todo ataque contra la división de poderes o la igualdad ante la ley, el gesto defensivo de los que valoran el respeto de las reglas de juego es una reacción natural. En un artículo publicado el lunes en este diario, Alberto Benegas Lynch (h) equiparó esa respuesta con el derecho a la resistencia contra la opresión, a ejercitarse con prudencia.
Aunque confronte con aquellos que protagonizan el ataque, esa defensa no profundiza la grieta. Al contrario. Busca volver al imperio de la ley. Y dejar atrás la polarización, una dinámica de altísimo costo social que el kirchnerismo no duda en ejercer para alentar el fanatismo y la idolatría de su líder.