Derechos humanos sin bandera política
Alcibíades no dudó y envió a sus generales Cleomedes y Tisias a conquistar la pequeña isla de Milo. El mensaje de Alcibíades para los habitantes de Milo era muy simple: o se unen a nosotros o los conquistamos por la fuerza. El diálogo entre los generales del poderoso ejército ateniense y los líderes de la débil Milo evidencia la tensión histórica entre el poder de la fuerza y la justicia, entre el poderoso y el vulnerable. Según cuenta Tucídides, los generales atenienses no anduvieron con vueltas: "... en las cuestiones humanas las razones del derecho intervienen cuando se parte de una igualdad de fuerzas, mientras que, en caso contrario, los mas fuertes determinan lo posible y los debiles lo aceptan".
Tuvieron que pasar casi 2500 años para que al poder de la fuerza se le pusieran límites. En una fría noche en París, el 10 de diciembre de 1948, la Asamblea General de la ONU aprobó la Declaración Universal de Derechos Humanos y cambió para siempre el balance de poder entre el Estado y el individuo.
Pero el camino para la aprobación de la declaración no fue sencillo. En la primera reunión de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, el filósofo libanés, alumno de Heidegger, Charles Malik hizo una pregunta que iba a sobrevolar todos los debates de la comisión durante dos años: ¿qué es un hombre? ¿La prioridad es el individuo o la sociedad?
El debate político entre ideologías de izquierda y de derecha, que fue central durante las cuatro décadas de la Guerra Fría, estaba en la mesa de discusión de la Declaración Universal desde el primer día y constituiría uno de los principales obstáculos para su aprobación. ¿Era posible encontrar derechos universales entre representantes de diferentes culturas e ideologías? Para responder esa pregunta se consultó a un grupo de notables que incluyó entre otros a Aldous Huxley, Mahatma Gandhi, Jacques Maritain, Benedetto Croce y Pierre Teilhard de Chardin, que concluyeron que mínimamente existía un grupo de derechos que trascendían a una región, país determinado, cultura o ideología. Maritain lo terminó de definir al decir que "de ninguna manera la aceptación de una categoría particular de derechos puede ser de posesión exclusiva de una escuela de pensamiento." En otras palabras, nadie es dueño de los derechos humanos.
Un breve recorrido por la experiencia de la América latina democrática muestra cómo la pertenencia de un gobierno a una ideología de izquierda o de derecha no está asociada a una práctica de respeto a los derechos humanos. Incluso un mismo gobierno o partido político puede tomar decisiones contradictorias en derechos humanos independientemente de su ideología.
El partido de la derecha mexicana, luego de poner fin a 60 años de la dictadura perfecta del PRI, como la denominó Vargas Llosa, rompió el histórico aislamiento internacional y abrió México a los derechos humanos. Por otro lado, el siguiente mandato del mismo partido inició la crisis humanitaria y de DD.HH. más importante de América latina al poner al ejército a luchar contra el narcotráfico, sin perjuicio de que al mismo tiempo hacía una histórica reforma que incorporaba los derechos humanos a la Constitución mexicana. Lo mismo hizo la Venezuela bolivariana, que incorporó los derechos humanos a la Constitución, pero luego pasó a cerrar medios de comunicación, militarizar el país y tener como presos políticos a decenas de estudiantes y líderes de la oposición, como Leopoldo López.
En la Argentina, mientras que el gobierno peronista de Carlos Menem promovió los indultos para los civiles y militares responsables de los delitos de lesa humanidad, el mismo peronismo, pero bajo la conducción de Néstor Kirchner, puso los juicios a los militares en el centro de la agenda política. Sin embargo, el afán por los derechos humanos tuvo un límite en el respeto a la libertad de expresión y se persiguió a periodistas y medios de comunicación críticos, mientras se apoyaba con grandes beneficios a los periodistas y medios afines.
Pero no se limitaron sólo a los entuertos nacionales y buscaron exportar una visión maniquea de los derechos humanos. Por ejemplo, se negaron sistemática y reiteradamente a invitar a la CIDH a realizar una visita a la Argentina y se sumaron a la campaña regional de Venezuela para debilitar la CIDH, proponiendo, entre otras cosas, derogar el instrumento de protección más importante de todo el sistema interamericano como son las medidas urgentes de protección que han salvado la vida a numerosas personas.
La Declaración Universal de 1948 fue la base para la construcción de un muro legal en la protección de los derechos humanos. El respeto a éstos pasó a ser una obligación basada estrictamente en el derecho internacional, independiente de ideologías o principios morales. Mientras los hagamos depender de voluntades políticas, que indefectiblemente siempre tienen sus propias prioridades, nunca lograremos un avance sostenido en el respeto a los derechos humanos.
Desde 1948, la bandera es siempre la misma; sólo se cambia el mástil. Lamentablemente para algunos, el mástil es mas importante que la bandera y hacen política con los derechos humanos.
Secretario de Derechos Humanos de la provincia de Buenos Aires; ex secretario ejecutivo de la CIDH
Santiago A. Cantón