Descartes, Perón y sus sagradas escrituras
En un gesto más partidista que diplomático, el canciller argentino, Rafael Bielsa, le ha obsequiado a su par chileno, Ignacio Walker, un par de libros peronistas. En realidad, lo que le quiso decir es que se informe mejor sobre el peronismo antes de emitir opinión. El regalo fue una respuesta a los conceptos que el ministro chileno había deslizado en su artículo de mayo último en El Mercurio, de Santiago, con el título "Nuestros vecinos argentinos". Allí recuerda un libro del ensayista Alejandro Magnet.
Magnet había publicado, en 1953, Nuestros vecinos justicialistas , cuyos primeros ejemplares entraron clandestinamente en la Argentina porque el gobierno peronista había prohibido la circulación de todo aquello que lo criticara. Caído Perón, el libro entró libremente, y cuando la novena edición se agotó en Buenos Aires su autor decidió ampliarlo y darle un nuevo título: Nuestros vecinos argentinos , "en el que se relatan de manera descarnada -dice Walker? los rasgos autoritarios, corporativos y fascistoides de la llamada doctrina peronista".
Pero veamos qué dice la obra con la cual Bielsa quiso convencer a Walker de las ideas progresistas del fundador del peronismo. Se trata de una recopilación de 70 artículos escritos por Descartes, seudónimo de Perón en sus columnas del matutino Democracia, poderoso eslabón de la cadena oficialista de radios, diarios y revistas con la que su gobierno había reemplazado a los medios independientes. El libro se titula Política y estrategia (No ataco, critico) y fue publicado en 1952 por la Subsecretaría de Informaciones de la Presidencia, a cargo del recordado Raúl Apold.
Al agradecer el ejemplar, el canciller chileno deslizó: "Siempre se aprende algo". Pero lo primero que debe haber aprendido es que Perón se describía a sí mismo como el continuador de Jesucristo. Veamos el último capítulo, donde se incluye esta cita: "El publicista cubano Isidoro Virgilio Merino dice que tienen razón quienes pretenden desconocer la originalidad de la doctrina justicialista, y agrega: «Reconocemos que antes que Perón se escuchó a un hombre predicar el justicialismo, y consideramos que Perón se siente satisfecho de ese excelso precursor, que fue nada menos que Jesús de Nazareth. Bienaventurado el hombre que ha sabido organizar hasta convertir en realidad, directamente en su pueblo y por derivación en todo el mundo, la doctrina del más justo de los hombres. A ningún mortal le es dado llegar a la dimensión de Cristo, pero alta gloria es merecer el título de buen discípulo del Maestro»". Esto dice textualmente la página 358, en un artículo escrito el 15 de mayo de 1952:
Al mencionado publicista cubano no lo conoce nadie. Pero al que incluyó la cita sí: es nada menos que el "buen discípulo del Maestro", que no dejó pasar la oportunidad de elogiarse a sí mismo.
En el párrafo que sigue, Descartes elogia a Raúl Mendé, creador y director de la Escuela Superior Peronista y autor de Doctrina peronista del Estado , un ensayo donde intenta demostrar que el peronismo era la continuación del cristianismo: "Los odres son viejos. El vino es nuevo, pero tiene aroma y sabor añejos" (pág. 359).
Si el lector quiere disfrutar de párrafos más sabrosos no tiene más que solicitarle a la cancillería argentina los textos de las conferencias dictadas por Mendé en la Escuela Superior Peronista. Allí puede descubrir que Perón no solamente era el elegido para suceder a Cristo, sino que hasta lo habría superado. En una de esas cátedras magistrales, Mendé descargó frases como éstas: "Cristo se conformó con proponer al mundo el cristianismo. Perón le sacó ventajas. Realizó el cristianismo. ¡Nada de contentarse con sermoncitos! Cristo, palabras. Perón, hechos".
Los fragmentos más salientes de estas clases magistrales se publicaron en la revista Mundo Peronista y fueron citados, además, por Marta Cichero en su libro Cartas peligrosas de Perón (Planeta, 2000). No sería mala idea obsequiarle también al canciller chileno las obras completas de Mendé, a quien Perón consideraba "uno de nuestros mejores comentaristas de la doctrina peronista", como lo afirma -vestido de Descartes- en la página 359. Por algo lo había incorporado al gabinete como ministro de Asuntos Técnicos y lo envió a Chile a preparar su visita al presidente Carlos Ibáñez del Campo.
Si esas definiciones preocupaban hace 50 años a los católicos de nuestro país, es de imaginarse qué puede pensar hoy un discípulo de Jacques Maritain, como Walker, si se encuentra, además, con estos salmos: "¿Qué somos nosotros al lado de Perón? Menos que nada. Sólo Perón tiene luz propia. Todos los demás nos alimentamos de su luz. El peronismo deberá atribuirse a sí mismo todos los fracasos y los errores. Pero los triunfos, los merecimientos, ¡ah! Esos son siempre de Perón".
Esas alabanzas de Mendé pueden complementarse con sus recomendaciones: "Seremos mejores cada día si tenemos el pensamiento puesto en Perón. Cada noche al acostarnos debiéramos examinarnos: ¿he imitado yo en este día a Perón? (...) Porque Perón no se equivoca ni puede equivocarse jamás (...) Porque todos los genios y los grandes hombres han padecido errores y defectos. Todos, menos Perón".
Todos menos Perón y su mentor, porque, en Italia, Mussolini ha sempre ragione (sempre tiene razón), como decían los adoradores del Duce.
Bielsa dijo que quería interesar a Walker en la lectura de Política y estrategia "porque allí está reflejada la importancia que Perón le dedicó a la relación con Chile". Se trata del capítulo Confederaciones continentales , que Descartes -o sea Perón? publicó en Democracia el 20 de diciembre de 1951, donde propuso que la Argentina, Brasil y Chile realizaran "la unidad económica indispensable para enfrentar un destino de grandeza" (pág. 248).
Lástima que nuestro canciller no haya reparado en que aquellas propuestas de Perón fueron rechazadas por todos los legisladores chilenos, sin distinción de color político, tras un debate que tuvo frases durísimas para el presidente argentino. El senador liberal Eduardo Moore, por ejemplo, dijo: "Para una democracia siempre es peligroso abrir sus puertas al tránsito de ideas e influencias de regímenes totalitarios, donde las libertades públicas han sido abolidas". Más contundente aún, el senador socialista Salvador Allende expresó su "categórico rechazo a las proyecciones que tiene en América latina la prepotencia peronista".
Ambos legisladores coincidían con Magnet, el intelectual democristiano que dedicó más de 70 páginas de su ensayo a referir la penetración propagandística del gobierno peronista, a través de los "agregados obreros" de sus embajadas y consulados. Lo menos que dice de Perón es que éste "le aconsejaba confidencialmente al general Ibáñez del Campo que se ganara al pueblo y liquidara a la oposición". El capítulo narra los obsesivos pasos de Perón por liderar un frente político con los presidentes de Chile y de Brasil, a través de una propuesta que estos gobiernos rechazaron.
Aquella propuesta de Perón se basaba en la inminencia de la tercera guerra mundial, predicción que reiteró no menos de cinco veces. Consideraba que la Guerra Fría podía prolongarse, "pero es innegable que se trata de una preguerra" y que "los poderosos futuros beligerantes han entrado ya en la etapa final de su preparación (movilización industrial y del personal) y, en consecuencia, en la fase decidida y de inminencia". Así escribió Descartes -o sea Perón- el 13 de septiembre de 1951 (pág. 169).
Una de las peores consecuencias de esta grave equivocación -a pesar de que "Perón jamás se equivoca"- sería la acumulación de dos cosechas íntegras de maíz y lino, que el IAPI prometía vender a buen precio durante la guerra que nunca estalló y luego hubo que sacar de apuro de los silos.
En Política y estrategia , Descartes menciona continuamente el "concepto moderno de la nación en armas" (páginas 51; 121; 168; 289; 314 y 223), una antigua idea desarrollada por el mariscal prusiano Colmar von der Goltz, que explicaba que para enfrentar la guerra debían concentrarse todas las fuerzas del país y organizarlas desde el Estado. Es curioso que para entonces, seis años después de la catastrófica derrota germana, Perón calificara de "concepto moderno" la tesis desarrollada en La nación en armas, cuyo autor era un laureado mariscal de la guerra franco-prusiana de 1870. Le había servido, desde luego, para organizar un régimen autoritario, como él mismo lo sugiere en su artículo del 5 de julio de 1951: "La existencia de la nación en armas ha impuesto la necesidad de una preparación integral del país en acciones coordinadas y congruentes", escribió como Descartes (pág. 121). Esa preparación integral sería luego bautizada con el nombre de "comunidad organizada" y su objetivo se revelaría con claridad pocos meses después, en el escrito del 29 de noviembre: "Cuando hablamos de una comunidad organizada -dice Descartes- nos referimos a un gobierno, un Estado y un pueblo que orgánicamente deben cumplir una misión común" (pág. 231).
¿Cuál es la misión común? Dice Perón -perdón, Descartes- que "al fijar una doctrina, establecida en la Constitución Justicialista, y una teoría, evidenciada en las realizaciones mismas del peronismo, la comunidad argentina ha comenzado el cumplimiento de su misión común". Advierte, además, que "a la actual organización del gobierno y del Estado ha de seguir la del pueblo". Y entonces explica que "gobierno, Estado y pueblo deben actuar armónicamente coordinados y equilibradamente compensados en la ejecución de la misión común" (pág. 232).
¿Cómo se logra la misión común? Siguiendo estas instrucciones: "Para que ello ocurra, son necesarias una subordinación ajustada y absoluta del Estado al gobierno y una colaboración y cooperación inteligentes de las distintas fuerzas del pueblo con el gobierno y las instituciones estatales" (pág. 233). Al decir "subordinación ajustada y absoluta del Estado al gobierno" se dejan de lado tanto la división de poderes como las autonomías provinciales, es decir, el sistema republicano. Cualquier semejanza con la experiencia italiana es mera coincidencia. Salvo que se revisen los discursos del Duce y se enmarquen frases como ésta: "El Estado, tal como lo concibe el fascismo y lo realiza, es un hecho espiritual y moral, puesto que concreta la organización política, jurídica y económica de la nación" (1924). Como se sabe, para evitar confusiones entre Estado y gobierno, Mussolini aclaró: "El Estado fascista es el gobierno fascista, y el jefe del gobierno fascista es el jefe de la revolución".
Si de lo que se trataba era de probar que el peronismo no tiene componentes fascistoides, el libro de Descartes no fue la mejor elección. No obstante, para Bielsa, "el conflicto será superado, aunque no olvidado, porque no se puede olvidar que a uno le digan que pertenece a un partido de características fascistoides". Debería, entonces, haberse esmerado en hallar algo más actualizado, pues en las sagradas escrituras de Perón vestido de Descartes difícilmente iba a encontrar lo que buscaba, sino todo lo contrario. © LA NACION