"Desnudos de vidriera", según Reynaldo Sietecase
En su último libro, un ensayo fotográfico, el escritor y periodista se convierte en un cazador de imágenes en su barrio; "Son mis vecinos silenciosos", dice de estos muñecos a la venta
"Están ahí, esperan, permanecen"; se los ve seduciendo, se los ve pobres, sonrientes pero tristes, entregados. Reynaldo Sietecase retrata en su libro Desnudos de vidriera a los maniquíes que están a la venta en su barrio, Balvanera. En una serie de fotos y en un largo poema que puede leerse como embriagadora música de fondo, el escritor y periodista logra capturar cierto “aire misterioso” en esa inmovilidad. Esas siluetas de cartón piedra que están a la venta, interpelan, son cuerpos inquietantes, “vecinos silenciosos” pero presentes y, de alguna forma, observadores. "Están ahí, esperan, permanecen", enuncia la voz del poeta, que no es ajeno a ese paisaje de siluetas.
-¿Cómo fue que pasaste del impulso de querer fotografiar estos maniquíes, a hacerlo y luego volverlos libro?
-La historia es sencilla. Me mudé a un lugar de Balvanera, entre Once y el Abasto, hace tres años. Mi edificio está sobre la calle Lavalle. Es muy bello, tiene casi cien años, y me dijeron que alguna vez fue de la familia Mitre. Está rodeado de una veintena de negocios que venden maniquíes, no como soporte de vestimenta, sino como objetos de venta. Lentamente esos muñecos desnudos, de todas las formas y edades, fueron captando mi atención. Y comencé a fotografiarlos con el teléfono. Pero ni soñaba con un libro. Un día mientras estábamos buscando imágenes para la tapa de mi última novela (No pidas nada, de Editorial Alfaguara), le comenté a mi editora Julieta Obedman que tenía fotos de maniquíes. Me pidió verlas. No podía creer, tenía una colección de cerca de 300 tomas. Me dijo que le parecía un ensayo fotográfico muy atractivo y me propuso publicarlo. A partir de esa charla, esta modesta obsesión de un curioso que camina por su barrio empezó a tomar formato de libro.
-¿Qué encontraste en esos maniquíes para que te deslumbrara ese paisaje de siluetas que creaban?
-Creo que tienen un aire misterioso en su inmovilidad. Ni siquiera recuerdo cuándo comencé a tomarles fotos pero, desde entonces, ya no pude dejar de hacerlo. En ningún momento pensé que esta tremenda colección se convertiría en un libro. Que a alguien podía interesarle.
-¿Primero llegaron las fotos y luego el largo poema? ¿Cómo fue ese proceso creativo de combinar ambos lenguajes?
-Cuando Julieta me dijo de publicar un libro pensé si lo complementaba con una crónica que incluyera las voces de los dueños de los negocios. Pero después lo descarté, no me interesaba ese registro. No quería sus opiniones. Quería que nada interrumpiera el registro de imágenes. Por eso intenté con la poesía. Y surgió un largo poema que acompaña el recorrido visual como una música de fondo. Una aclaración: no soy fotógrafo profesional ni lo quiero ser. Soy un cazador de imágenes, un poeta que mira en diagonal. Tengo con la fotografía un acercamiento instintivo. Son como las fotos de un ciego.
-¿Sentís que la empatía que generan tiene que ver con que presentan características que también tenemos los humanos?
-Sí, claro. Son muñecos a imagen y semejanza de quienes los crearon. A mí me inquietan. Y creo que también deben perturbar a sus vendedores, que los ubican de manera diferente cada tanto, es como si jugaran con ellos. Desde que los fotografío me gusta fantasear con que tienen la posibilidad de moverse y sentir. Y, como digo en el texto del libro, quizás algún día hasta puedan vengarse de sus dueños.
-En Desnudos de vidriera resuena la poesía erótica de antiguos libros tuyos: ¿Sentís que de algún modo se conecta esta propuesta con aquella escritura?
-Puede haber alguna conexión pero no explícita. Han pasado veinte años desde la publicación de mis libros con esa temática. Mi poesía cambió bastante, si bien el erotismo y el humor me siguen interesando y esos elementos están presentes en Desnudos de vidriera.
-El tango también está en algunos textos tuyos anteriores; en este, Homero Expósito abre con una cita: ¿Sentís que este libro es de algún modo barrial y tanguero?
-Es que la poesía del tango es parte de la gran poesía argentina, está entre mis influencias. Como los textos de mis parientes cercanos Oliverio Girondo, Juan Gelman, Mario Trejo, Francisco Urondo, César Fernández Moreno y tantos otros. Pero también el rock. Suelo mezclar, como me dijo el poeta Jorge Boccanera, la cita culta con el habla popular. Dicho eso, sí, es un libro barrial y tanguero.