Difícil equilibrio entre norma y uso
"Ver una palabra mal escrita me causa impresión." La frase que encabeza esta columna no pertenece ni a un erudito de la lengua como lo fue don Dámaso Alonso (el gran Dámaso Alonso, exquisito estudioso de la obra de Góngora y presidente de la Real Academia Española de 1968 a 1982) ni al filólogo y crítico literario dominicano Pedro Henríquez Ureña (autor junto con otro Alonso, Amado Alonso, de una Gramática Castellana para el secundario, inolvidable por su sencillez y precisión).
El autor de la frase en cuestión es un joven de 17 años, Pablo Giomi, argentino nacido en la provincia de Córdoba, pero que ya lleva dos años viviendo en Francia, aunque gracias a la magia de la globalización estudia en un colegio español, dependiente del Ministerio de Educación, en París. Y por esa razón representa a España en el Concurso Hispanoamericano de Ortografía, que finalizará en estos días.
La súbita fama del joven Giomi se debe, también, a la entrevista que le hicieron en el diario español El País , el 5/12. Allí se explicaba que "un «aun» que no lleva tilde cuando equivale a «incluso, aunque o siquiera» le valió el premio" en la etapa española de finalistas del concurso. Para Giomi, "lo bueno de la ortografía es que es igual para todos los hispanohablantes: tenemos distintos acentos, pronunciamos distinto, pero escribimos igual".
Una observación interesante de alguien que ha adquirido ese grado de excelencia ortográfica gracias a la mucha lectura (empezando por Harry Potter , confiesa). Un argumento muy a favor también de los que están convencidos de que la influencia de la lectura (y la lectura en voz alta, como se comentaba en una nota en este diario, el 14/12) mejora la expresión oral y escrita, el rendimiento escolar, la capacidad de concentración y hasta la disciplina.
La corrección, la incorrección, la norma y el uso son todos temas que, de una u otra forma, los lectores de esta columna suelen privilegiar. Sobre todo ahora, que, ante la aparición de la Nueva gramática de la lengua española , muchos se han lanzado, o se lanzarán, a controlar qué está bien y qué no, como siempre. Y a propósito de este difícil equilibrio entre norma y uso, vale repetir aquí un reciente comentario de bbimbi , en lanacion.com del 14/12. Sobre la columna Línea directa titulada "De batallas ganadas y de batallas perdidas", decía bbimbi : "Creo que los dos últimos párrafos de la nota incurren en un error bastante común entre los consejeros gramaticales de los diarios, que es la de confundir la norma culta escrita con la lengua oral en uso. El prescriptivismo gramatical es una pieza de anticuario para la lingüística moderna. Esto de andar enseñando a «hablar bien» no tiene bases científicas y desconoce que las lenguas cambian, evolucionan, los usos se modifican y esto no ocurre solamente con los significados que atribuimos a las palabras en sus distintos contextos de uso, sino también con los aspectos morfosintácticos y fonológicos de la lengua. Quizá dentro de unos años, lo que hoy llamamos dequeísmo sea la norma, quizás no. «Atrás tuyo» o «detrás nuestro» ya están evidentemente consagrados, al menos en estas pampas".
Cervantes, en su infinita sabiduría de artista, había zanjado ya hace mucho la cuestión: "El lenguaje puro, el propio, el elegante y claro, está en los discretos cortesanos, aunque hayan nacido en Majalahonda; dije discretos porque hay muchos que no lo son, y la discreción es la gramática del buen lenguaje, que se acompaña con el uso" ( Quijote, II, 19, citado por Amado Alonso en su libro Castellano, español, idioma nacional, 1943).
En todo caso, los puristas a los que los tenían a mal traer esos argentinismos de los que se hablaba en la mencionada columna (y que ya han recibido la aceptación de la RAE) podrán ahora descansar tranquilos y gozar por ejemplo del poema "Animales por dentro", del poeta y cuentista Isidoro Blaisten, que empieza así: "Para oír los animales dentro tuyo / para oírte por dentro / regresé con los últimos bramidos / con las últimas golondrinas que se salvaron de la muerte".
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