Discutamos el crecimiento
Ahora que el debate macroeconómico parece cobrar intensidad, es quizás el momento de amplificar las visiones e incluir en el debate la estrategia de crecimiento y creación de valor, para evitar caer en la trampa estrecha de la macroeconomía.
Un sumario repaso por la experiencia macroeconómica nos indica sin duda la necesidad de restaurar el equilibrio fiscal y monetario. El problema es que la propia macroeconomía lejos está de ser una ciencia exacta y, por lo tanto, eso dificulta el consenso y alimenta las diferentes vis iones e interpretaciones sobre las maneras de lograrlo.
El diseño de una política macroeconómica incluye la selección de objetivos de inflación y desempleo, siendo el logro más deseado diseñar un política que logre reducir ambos a la vez o, al menos, lograr un ritmo moderado de inflación con recuperación del nivel de empleo.
Es lo que parece estar lográndose en los Estados Unidos, tal como se desprende del testimonio ante el Congreso que brindó hace muy pocos días la presidenta de la Reserva Federal de ese país, Janet Yellen. Definió el panorama económico de su país como de crecimiento moderado, con un mercado laboral cada vez más sólido y una tasa de inflación que converge al objetivo del 2% anual.
Si la macroeconomía se tratara de copy/paste, sería sólo cuestión de copiar la receta y esperar los mismos resultados. Sabemos que eso no es así, pues Estados Unidos emite la moneda de reserva más utilizada en todo el mundo; es el país más desarrollado de la Tierra y también el más competitivo. En Europa y Japón están intentando copiar la receta de EE.UU., pero los logros no aparecen todavía, lo que despierta crecientes dudas sobre el futuro de sus economías. Cabe recordarlo, el instrumento por excelencia utilizado en EE.UU., y con retardo en Europa y Japón, ha sido la baja en las tasas de interés, que se hallan entre los niveles más bajos de la historia.
En un ámbito mas cercano, en América latina, ha habido básicamente dos visiones. La de mantener una política monetaria y fiscal firme, sin expansiones de moneda ni del gasto público, y otra visión que ha descuidado ambas políticas y ha generado desequilibrios macroeconómicos significativos, medidos en términos de inflación y desempleo. Nuestro país se halla claramente en este segundo grupo, con un déficit fiscal importante, lo que da como resultado una tasa de inflación muy elevada (en el rango del 25%-30%) y un desempleo también elevado. La baja en el precio de las materias primas ha puesto a prueba ambas visiones y esquemas, pero los países que adoptaron una política monetaria y fiscal firme parecen estar enfrentando el vendaval con mayor éxito, en términos de inflación y desempleo.
Un caso desafiante es Brasil, que enfrenta una recesión por segundo año consecutivo, con desempleo e inflación al alza, luego de un largo período de bonanza con crecimiento, estabilidad e integración social. Pero el cambio de escenario con la baja en los precios de las materias primas inició una situación que es cada vez más crítica de acuerdo con los análisis más relevantes. Parece resultar una lección a considerar. Aun logrando una corriente de inversión directa a largo plazo, Brasil no ha podido aislarse de los efectos del cambio en el escenario económico internacional y enfrenta una crisis económico-política de resultados impredecibles.
En suma, la experiencia reciente parece indicarnos que el equilibrio macroeconómico es una condición necesaria, pero no suficiente, para lograr un crecimiento económico sostenible y no vulnerable a los ciclos económicos globales.
El análisis "profesional" puede caer en la tentación macroeconómica si se circunscribe a la búsqueda del equilibrio y cómo lograrlo en el contexto de las necesidades de la "política profesional" signadas por los resultados de las encuestas y el cronograma electoral. A riesgo de ser ingenuo, la experiencia macroeconómica y política más reciente, tanto local como mundial, parece indicar más bien una crisis muy honda de la visión "profesional de la macro y la política". A medida que hay progreso social, parece aumentar la demanda por la calidad institucional, que en esencia se resume en la posibilidad que una sociedad ofrece a sus ciudadanos de progresar y crear valor sobre la base de su capacidad de trabajo e iniciativa para tomar riesgos; que se respeten sus ahorros con una moneda estable y que se protejan sus derechos mas legítimos.
En diciembre pasado la ciudadanía eligió un cambio, una dirección clara, y el entusiasmo que se ha despertado es muy grande. Salir del desequilibrio macroeconómico es un desafío, pero para convertir el entusiasmo en un apoyo definitivo quizás haga falta también ampliar la discusión e incluir la estrategia de crecimiento para entender con mayor precisión cuál es el objetivo a largo plazo y cuáles son las propuestas para lograrlo, más allá de que existen algunos indicios muy claros que no pueden soslayarse.
Economista
Javier García Labougle