Dos
"Nuestro caso es diferente del de López Murphy, porque nuestro dos por ciento es de votos coherentes, no así los de Recrear."
(De Leopoldo Moreau, fallido candidato radical a la presidencia de la Nación.)
Dos cualidades, una buena y una mala, del ex candidato de la UCR. La buena: aceptó el resultado electoral como un caballero, sin denunciar que había sido víctima de fraude. La mala: le gusta hacer leña del árbol caído. Ya todos sabemos que perdió López Murphy: tuvo sólo ocho veces más votos que él, muy poquito para ir al ballottage. ¿Para qué, con soberbia, recordárselo? ¿Qué otra razón había para pasarle la planilla de resultados por la trompa al bulldog sino la de provocar su rabia, furia e ira? Moreau debería bajar alguna vez a la tierra desde el limbo que le han ido tejiendo sus incontables éxitos en cadena.
Contra este defecto, él mantiene como virtud la claridad de análisis. Sólo un necio se animaría a negar que la coherencia partidaria aumenta en razón inversamente proporcional a la cantidad de votos obtenidos, y sólo un extraviado dejaría de ver que el senador ha dado un gran paso para acercarse al objetivo de la coherencia absoluta. Esto me recuerda un encantador relato surrealista: el del cirujano que ha sometido a su paciente a sucesivas mutilaciones, hasta dejarle sólo los dos pies. "Vea, Fernández -dice el médico a esas extremidades desprovistas por fin de toda carga-, voy a tener que operarlo de nuevo, porque todavía le queda demasiado pie..."
Los hechos se suceden con tal velocidad que se ha olvidado ya lo mucho que tuvo que batallar Moreau en los comicios internos para obtener su derecho al dos por ciento. La falta de memoria pasada y futura ataca también a los radicales que hoy se quejan por verse obligados a votar "por primera vez" a un peronista. No recuerdan el entusiasmo con que, no hace aún cuatro años, festejaban la victoria de la fórmula de la Alianza, uno de cuyos dos miembros era justicialista de buen cuño, ni tampoco que sin que los obligue nadie ya tienen decidido inclinarse por Patricia Bullrich en la Capital, siguiendo las recomendaciones de López Murphy. Es que no hay dos sin tres: después del abrazo de Balbín y Perón y del pacto entre Alfonsín y Menem, inevitablemente teníamos que llegar a esto...