Economía y salud: una falsa dicotomía
Como consecuencia de la pandemia global del coronavirus el mundo está atravesando una crisis socioeconómica sin precedentes en la historia de la humanidad, con graves implicancias para el desarrollo. Los shocks dados por el extensivo parate de la actividad golpean más severamente a los países y regiones de ingresos medios y en desarrollo, a las pequeñas y medianas empresas, a los actores de la economía informal y, trágicamente, a las familias y trabajadores más vulnerables.
Entendiendo a la resolución de la crisis sanitaria como condición necesaria para la reactivación económica, el debate entre la priorización de "la salud" o de "la economía" plantea una falsa dicotomía.
En este sentido, es fundamental disponer todos los recursos que fueran necesarios para:
- Controlar el avance de la epidemia.
- Preservar el aparato productivo y el mercado de trabajo.
- Atender a los sectores más vulnerables de la sociedad.
- Sostener al sector social durante la crisis. Esto se presenta no solo como un imperativo social y político sino también como la respuesta óptima en términos económicos.
Como economista pretendo ser muy cuidadoso al no opinar respecto de cuál es la respuesta adecuada desde un punto de vista sanitario. Eso lo deben determinar las autoridades en consulta con expertos y como sociedad nos resta hacer lo que nos sea requerido para coadyuvar al éxito del plan elegido. Lo que sí cabe señalar es que se debe apoyar a la estrategia sanitaria con todos los recursos que fueren necesarios, rechazando soluciones híbridas o intermedias que no terminen de controlarla. Las semanas y meses de actividad económica "normal" (equivalentes al escenario pre-shock) que se logren a raíz del control de la epidemia más que compensarán la inversión en salud. La prioridad debe estar puesta en bajar el contagio de la infección, aunque para lograrlo el costo en el corto plazo parezca enorme.
En los últimos días el economista estadounidense Paul Romer diseñó un modelo simple para intentar demostrar que una política de testeos masivos, que alcance al 7% de la población de ese país cada día (unos 21 millones de tests diarios, que cada persona debería repetir cada dos semanas), lograría los mismos efectos en términos de control epidemiológico que una política de aislamiento masivo, aunque con efectos económicos sensiblemente menores al requerir una interrupción mucho más moderada de la actividad. Romer proyecta una caída anual del producto de hasta 5 billones de dólares en el escenario de aislamiento (un cuarto del PBI estadounidense, o unos 400 mil millones de dólares por mes), abogando por inversiones multimillonarias en testeos, tratamiento y vacunas como modo de atemperar la caída económica general.
Las semanas y meses de actividad económica "normal" (equivalentes al escenario pre-shock) que se logren a raíz del control de la epidemia más que compensarán la inversión en salud
La paulatina reanudación de la vida económica al mismo tiempo hará que los estímulos fiscales a la producción y el consumo tengan mayor impacto que con una economía parada. Durante la fase recesiva más severa, sin embargo, es asimismo prioritario no escatimar esfuerzos en sostener al sector productivo, haciendo uso tanto de herramientas conocidas como inéditas (es valiosa la mirada del economista Emanuel Álvarez Agis en este sentido), aún dentro de las limitadas capacidades fiscales y financieras del Estado Argentino. Si permitimos que las empresas caigan, sobre todo aquellas micro, pequeñas y medianas, que se termine de interrumpir la cadena de pagos y que cientos de miles de puestos de trabajo se destruyan, la recesión será más grave y la recuperación mucho más lenta. El gobierno parece estar tomando nota al anunciar medidas de apoyo a la producción y el trabajo que incluyen desde la reducción de cargas patronales hasta asistencia en el pago de salarios privados. La cuestión es si esas respuestas se darán a tiempo y en la cuantía necesaria.
El premio Nobel de economía Paul Krugman acierta al caracterizar la crisis del covid-19 como una combinación de una (profundísima) recesión "convencional" y el equivalente a un "desastre natural" que afectó a todo el planeta en simultáneo. Por eso las respuestas de política monetaria y fiscal que apuntan a sostener primero y reactivar luego el trabajo y la producción deben ser entendidas únicamente como una parte de la historia. Al mismo tiempo son necesarias políticas de asistencia directa a las familias que de otra manera no soportarían los efectos de la crisis.
Esto es especialmente relevante en nuestro país, donde las MiPyMEs emplean a la mayor parte de los trabajadores, la informalidad se ubica por encima del 35% y hay más de 4 millones de trabajadores y trabajadoras en la economía social y popular. Esa enorme masa productiva, con profundas dificultades previas a que se desatara la pandemia, aparece como la capa más vulnerable ante los shocks derivados de la crisis.
Estamos atravesando una crisis que no tiene ganadores. En este escenario de perder-perder el riesgo real es la eventual falta de respuestas de estímulo potentes y adecuadamente direccionadas que ayuden a contener la exacerbación de condiciones de desigualdad previas a la crisis
Al igual que en otros países de América Latina y el mundo, la extensiva informalidad urbana en Argentina plantea un enorme desafío de base territorial. Hay alrededor de un millón de familias que habitan en villas y asentamientos en nuestro país, sin acceso a servicios básicos, en condiciones de hacinamiento que dificultan el cumplimiento del aislamiento y donde la informalidad laboral supera el 85%. Más allá de la ayuda inmediata que reciban estas familias durante la emergencia y de las medidas de control epidemiológico ad-hoc que se dispongan en los barrios, la crisis nos debiera asimismo convocar a intensificar inversiones más fundamentales para la plena integración socio urbana de los barrios, incluyendo la provisión de servicios básicos.
Estamos atravesando una crisis que, a pesar de lo que algunos señalen, no tiene ganadores. En este escenario de perder-perder el riesgo real es la eventual falta de respuestas de estímulo potentes y adecuadamente direccionadas que ayuden a contener la exacerbación de condiciones de desigualdad (social, económica, territorial) previas a la crisis.
Párrafo aparte merece destacar la importancia de sostener al sector social durante la crisis, incluyendo los sistemas públicos pero también a organizaciones de la sociedad civil y de base que prestan servicios esenciales en todo el país. Su papel en las áreas de salud y educación, entre otras, es clave en la contención de la emergencia tanto como lo será de cara a la fase de recuperación.
En un país con niveles de enrolamiento similares a los del mundo desarrollado pero con altas tasas de deserción, ¿cuántos de esos niños y jóvenes no regresarán al sistema educativo? ¿a qué costo para la sociedad?
Sumados a los impactos inmediatos de baja en la actividad, pérdida de empleos y de ingresos reales, existen impactos de mediano y largo plazo que no debemos soslayar. Solo por dar algunos ejemplos, las miles de intervenciones y tratamientos de salud no críticos que se están viendo demorados por la priorización de atención a los casos de covid-19 y, sobre todo, por las condiciones impuestas por el aislamiento, tenderán a agravarse y pueden suponer costos muchísimo mayores (incluyendo secuelas permanentes y muertes evitables) cuanto más se alargue el parate. En igual sentido, el potencial prolongamiento de la suspensión de clases (sobre todo en los niveles primario y secundario) puede resultar en impactos de lago plazo profundamente negativos. En un país con niveles de enrolamiento similares a los del mundo desarrollado pero con altas tasas de deserción, ¿cuántos de esos niños y jóvenes no regresarán al sistema educativo? ¿a qué costo para la sociedad?
Finalmente, debemos dimensionar la crisis a la luz de nuestra posición periférica en el orden internacional. La efectividad de los esfuerzos que realicemos a nivel local dependerán parcialmente de las perspectivas de recuperación en los mercados con los que tenemos mayor integración, sobre todo en el plano del comercio internacional (caso aparte el del turismo, cuya recuperación se avizora como mucho más incierta y preocupa muchísimo a regiones que dependen mayormente del sector). De acuerdo al JP Morgan, la actividad en nuestros principales destinos de exportación, Brasil, la UE y EEUU, caería en el orden del 16%, 20% y 14% en el próximo trimestre, respectivamente. Muchos economistas ven al inicio de la recuperación en esos mercados antes de fin de año como una utopía.
Ante una crisis con ramificaciones absolutas, cada semana cuenta. Tanto la contención de los sectores más vulnerables como el sostenimiento del aparato productivo y del mercado de trabajo son críticos para evitar un escenario de desintegración social, acaso el mayor riesgo al que nos enfrentamos.
* El autor es economista experto en desarrollo, Jefe de Políticas Públicas de The Global Steering Group for Impact Investment y exsecretario de Integración Socio Urbana de la Nación







