El acuerdo con el Fondo y las palabras digestivas
“Una vez le disparé a un elefante en piyama; lo que no sé es cómo hizo para ponerse el piyama”, dice Groucho Marx en Animal Crackers, una de las primeras películas de los Hermanos Marx. Es una anfibología usada como recurso humorístico. La anfibología no tiene relación con los anfibios, es el empleo de frases con más de una interpretación.
Forma parte del espacioso campo de la ambigüedad lingüística, que puede ser sintáctica, semántica o pragmática. Quien dice pragmática dice peronista. Es probable que el manejo aplicado de la ambigüedad haya sido la mayor destreza de Perón, creador de un populismo autoritario que basculó entre ambos extremos del espectro político. Los propios peronistas solían repetir en los setenta aquel famoso chiste, hoy algo naif, que decía que el “conductor” pone el guiño para doblar a la izquierda y dobla a la derecha. Hay quienes todavía hoy discuten si el general fue un revolucionario, un conservador popular o qué cosa. Lo que nadie discute es que sabía persuadir.
Discípula aventajada, Cristina Kirchner conoce todos los secretos de la ambigüedad. Si alguien tiene dudas de eso, no necesita más que leer su última “carta” o mejor aún observar cómo la vicepresidenta volvió a dejar al Gobierno, al peronismo, a la CGT, a los mercados, al Tío Sam, al antikirchnerismo y a los embajadores extranjeros, entre otras audiencias desorbitadas, discutiendo si el texto apoya o no al Presidente y si convalida un acuerdo con el FMI o en verdad pretende que la oposición se pronuncie primero así ella dilata su juego, como quien siendo mano le grita al rival que ponga la primera carta de una buena vez. ¿Será que solo busca ganar tiempo porque piensa que cuando el ajuste se corporice en los hogares más precarios de La Matanza va a poder decir “yo, argentina”?
En un renglón afirma que el acuerdo con el FMI puede constituir “el más auténtico y verdadero cepo” para el desarrollo y crecimiento con inclusión social. A renglón seguido regaña a los burros que no entienden lo que dice: “Nadie está hablando de desconocer deudas”. Encima, cepo, palabra apropiada, está siendo víctima de abuso: el miércoles Santiago Cafiero la repitió ante empresarios, no para hablarles del Ahora Cero en la venta de pasajes, sino, igual que la vice, del FMI.
"El acuerdo con el Fondo necesitaría sumarle levadura a la ambigüedad discursiva: el FMI para el populismo es el mal"
Es sólo el principio. El acuerdo con el Fondo necesitaría sumarle cada vez más levadura a la ambigüedad discursiva. El FMI para el populismo es el Mal. Néstor Kirchner enseñó que con tan hediondo enemigo no se negocia. En un gesto heroico le puso todos los morlacos uno arriba del otro sin que nadie se lo pidiera. Le dijo al Fondo tomá, quedate con el vuelto, y se financió con Chávez, que habrá sido quince veces más caro, pero no exigía programas recesivos ni bajar el déficit fiscal ni subir tarifas ni achicar subsidios, nada de eso, a lo sumo una gauchada para los amigos de la teocracia iraní, como llevarles la Justicia argentina a su casa.
El problema es que ahora no solo queda como único camino negociar, sino, lo que se parece todavía más a veinte cucharadas de aceite de ricino al hilo, acordar pronto, porque los vencimientos, no hace falta reiterarlo, son un cepo. Por ahora estamos en fase uno. Es la más sencilla: generalidades. La Cámpora baila con ritmo de cumbia su patrullaje ideológico. “Esa deuda que dejaron –cantan– no la vamos a pagar / con el hambre de la gente no se jode nunca más”. Como lo señaló Fernando Laborda, ahí todo depende de la puntuación. Se trata de una anfibología. ¿Pagamos o no? En el supuesto de que se quiera decir que la deuda sí será honrada, pero no con el hambre del pueblo, surgen otros embrollos. ¿Cómo se sabe cuál es el hambre causada por el fracaso del modelo peronista en los últimos setenta años, o si se prefiere la que causó Macri, según Alberto Fernández, quien se dispuso a solucionarlo con la aparatosa Mesa contra el Hambre (Tinelli, Carlotto, Pérez Esquivel, etc.) y después se olvidó, o si se trata del hambre producido por pagar deuda? ¿Cuál es el hambre con la que no se jode nunca más? No hay precisiones.
El Presidente repite que no se va a arrodillar porque jamás lo hace, Cristina Kirchner exalta la voluntad antigenuflexa del dueño de la Parker, la CGT recibe cariñosamente al ministro Martín Guzmán (que sobreactúa la confianza sindical sentado en el piso al borde del estrado) con la certeza de que al FMI se le va a comenzar a pagar en 2026 y asegura: “No habrá ajuste”. Pero los economistas privados y los historiadores explican otra cosa. Casi ninguna condición de las que habitualmente pone el Fondo puede no responder a la acción de ajustar las cuentas públicas, aunque se lo exprese mediante sinónimos.
Ajuste es, quizás, una de las dos palabras más repudiadas del léxico público. La otra es represión. Por cierto, el kirchnerismo tiene su diccionario particular (ahí no figuran corrupción, alternancia ni derrota, y en la temporada anterior, cuando mandaba Guillermo Moreno, nunca se mencionaba a la inflación). Pero retocar los hechos por vía lexicográfica no siempre funciona. Basta recordar que en 2011 la entonces presidenta llamó al retiro de subsidios “sintonía fina” y se quedó a mitad de camino.
El problema es que la próxima fase es la de las especificaciones del posible acuerdo. Es probable que el lenguaje épico con afirmaciones y negaciones superpuestas se sienta amenazado.