El adiós al cine de Godard
Hubo una época, antes del imperio de las series, en que el mundo de los seguidores del cine se dividía entre los que admiraban a Jean-Luc Godard y los que se irritaban apenas escuchaban su nombre. El tiempo pasó, y el suizo-francés terminó por alcanzar ese estado de gracia en que resulta indiferente el destino público de una película. Incluso los admiradores parecían olvidar que su héroe seguía hiperactivo hasta que cierta obra monumental (como su milagroso patchwork de casi cinco horas Histoire(s) de cinéma) o alguna aparición pública a contramano volvía a poner su nombre en circulación. Un ejemplo que recuerdo: a comienzos de los años noventa, Godard puso en pie de batalla a todo Cannes cuando, en vez de apersonarse para presentar Nouvelle Vague, dio su conferencia de prensa a la distancia, por video. Aquello que entonces era una provocación –al cineasta siempre le gustó adelantarse a todo– es hoy, catalizado por la pandemia, un lugar común. Godard siguió, en todo caso, con sus obras de cámara. La última noticia que se había tenido de él fue Le livre d’image (2018), leído como potencial canto de cisne.
Pero Godard acaba de reaparecer en estos días, sin que casi nadie le haya prestado demasiada atención. Lo hizo de manera virtual por Instagram, al ser homenajeado por el festival de Kerala, en India. Desde su escritorio, fumando su puro de siempre, el cineasta le anunció a sus entrevistadores que se retira. La broma oculta no es que Godard planee jubilarse a una edad (los noventa años) en que se puede prescindir de esos avisos, sino que haya contado que antes de abandonar su oficio piensa realizar dos nuevos proyectos. “Estoy terminando mi vida en el cine, mi vida de cineasta”, dice a la pantalla –de manera tan íntima que parece que nos lo confiesa en tête à tête– al tiempo que muestra un cuadernito. Se llama Scénario (guión cinematográfico, en francés), y consiste en dibujos y algunas palabras sueltas. La ironía añadida: él nunca escribe, según dice, guiones.
La relación duradera de Godard con las imágenes es, por así decirlo, una de las parábolas más singulares que dio el cine. De su vocación original por la literatura le quedó la precisión epigramática: “Ce n’est pas une image juste, c’est juste une image” (“No es una imagen justa, sino solo una imagen”) fue a partir de cierta instancia su leitmotiv. Resulta imposible no preguntarse cómo hubiera sido todo si a partir de mayo de 1968 (en realidad antes, con La Chinoise) no hubiera renegado de aquellas obras de la nouvelle vague que lo convirtieron en la contraseña más moderna del cine de los años sesenta. Y, sin embargo, el pensador del cine que es ya estaba inscripto en esas cintas. Los espectadores que se acercan hoy a Sin aliento en busca de un policial quedan desconcertados con los homenajes cómicos al cine mudo que resuelven alguna escena, algo parecido a lo que ocurre con Pierrot le fou. El desprecio –la preferida de muchos– es ya una película sobre una filmación en proceso (de La Odisea) y Week-End una que narra, en tono de road-movie, su propia descomposición.
En una entrevista de época, Godard explicaba el surgimiento a fines de los años sesenta del grupo Dziga Vertov (su colectivo cinematográfico ultrapolítico y clandestino) como el encuentro de alguien que quería hacer cine (Jean-Pierre Gorin) y alguien que quería dejar de hacerlo (él). En cierto modo, Godard nunca contó historias, pero ese intervalo fue el paso obligado para derivar a imágenes que no le rindieran cuentas a nadie. En su comunicación con Kerala, el artista veterano retomó una de sus figuras preferidas para explicar su cine reciente. ¿Cómo filmar el silencio? “El escritor Jules Renard decía que el silencio ‘es la nieve que cae sobre el agua’. Eso hacemos cuando hacemos cine”, cuenta. Lo reconozco. Todavía prefiero Una mujer es una mujer o el bailecito de Bande à part, pero a más de medio siglo de esas obras maestras no deja de ser ejemplar que Godard siga ahí, en su reducto suizo, más allá de la edad y sus caprichos, pensando cómo ser genuino en un mundo que hace tiempo dejo de serlo.