El calendario electoral precipitará las definiciones políticas
Sin propuestas creativas, quienes aspiran a un cargo en 2019 se limitan a especular con las debilidades ajenas
Predomina en la política argentina una situación singular: los principales actores esperan que el tiempo, en particular, el calendario electoral , los fuerce a tomar decisiones. No son constructores de realidades ni promueven escenarios novedosos: simplemente se disponen, con envidiable parsimonia, a diferir definiciones fundamentales para sus propias carreras políticas y para el futuro de la Argentina. Prefieren aguardar, ver qué hacen los otros, qué pasa con la economía, si ocurre algún acontecimiento relativamente inesperado que modifique aunque sea de manera parcial el balance de poder y aumente el costo de una determinación inicial que a la postre resulte extemporánea. Lo contrario también implica un riesgo: las consecuencias de posponer demasiado los pasos a seguir pueden ser irreversibles. Esto no sorprende: los protagonistas de la trama política nacional insisten en carecer de una estrategia consensuada respecto del modelo de desarrollo del país. Al menos son consistentes: tampoco despliegan una estrategia sofisticada para el florecimiento de sus propios proyectos de poder. El "vamos viendo" como latiguillo dominante se impone en esta era política tan gris, limitada y monótona.
Aquellos que aspiran a un cargo en la ronda electoral de 2019 se dedican, fundamentalmente, a observar el desarrollo de las encuestas, de la crisis económica y, en particular, a mirarse entre sí. Están conscientes de las debilidades propias y ajenas, pero toman con pinzas la columna de las fortalezas: ninguno de los potenciales contrincantes tiene especial ventaja en este rubro. El problema es que las encuestas dicen bastante del presente y dan alguna pista respecto del corto plazo, pero casi no sirven para reducir la enorme incertidumbre que caracteriza el proceso electoral. Tampoco pueden obtenerse precisiones relevantes respecto del potencial recorrido de la crisis económica. Los que consideran que en términos relativos las cosas deberían mejorar algo a partir del segundo trimestre (como sostiene el Gobierno) manejan fundamentos con lógica suficiente. Pero lo mismo ocurre con los que aseguran que la crisis será larga y que todavía no vimos lo peor (argumento repetido por la fragmentada oposición). Estas imprecisiones respecto del proceso político en este año electoral y, obviamente, del resultado de los comicios explican que el índice de riesgo país haya escalado nuevamente hacia umbrales que denotan una desconfianza extraordinaria por parte de los mercados, que el oficialismo no ayuda a acotar, aunque sea parcialmente.
En una columna firmada por el presidente Mauricio Macri para despedir el año aparecen, en la misma secuencia, la peor sequía en los últimos cincuenta años, la devaluación del peso, la inflación y el aumento de la pobreza. Así, los estrategas de Cambiemos insisten en la doctrina del "pasan cosas" con el objetivo de quitar al Gobierno la responsabilidad de los evidentes fracasos de su gestión. El hecho curioso es que los resultados positivos son, por el contrario, el fruto de la vocación transformacional del Gobierno y de su compromiso de mejorar todos los días la vida de la gente. "Parecemos un grupo de autoayuda: nos seguimos dando fuerzas a pesar de que repetimos los mismos comportamientos que nos llevaron a solicitar apoyo terapéutico", comentaba irónicamente un operador de Pro.
En este contexto, algunos quedaron sorprendidos por el reclamo del diputado Martín Lousteau , en apariencia cándido, en el sentido de ampliar la coalición Cambiemos para sumarle una pata progresista, particularmente el socialismo de Santa Fe, el radicalismo crítico de Ricardo Alfonsín y GEN, de Margarita Stolbizer . No solo se encargó de poner en valor a los sectores dialoguistas ("rosqueros", según la jerga presidencial), visiblemente marginados del proceso de toma de decisiones, como ocurrió con Emilio Monzó o Rogelio Frigerio . Además, el líder de Evolución se hizo eco de la enorme preocupación de muchos diputados y senadores de casi todos los bloques respecto de quiénes y cómo manejarán en el oficialismo los asuntos del Poder Legislativo y su vínculo con el Ejecutivo si Macri es reelegido, descontadas las ausencias de Pinedo y Monzó y con las dudas relacionadas con Miguel Pichetto . Asimismo, el exministro de Economía puso en duda la consistencia de la coalición de gobierno cuando se multiplican las tensiones internas por la definición de candidaturas en dos provincias claves para la UCR: Córdoba y Mendoza. En ambas, las pretensiones de Pro de disputar con candidatos propios las gobernaciones, desafiando a figuras esenciales dentro del centenario partido, como Mario Negri y Alfredo Cornejo , son interpretadas como un pequeño ejemplo de lo que puede ocurrir con las eventuales pujas sucesorias a partir de diciembre de este año. ¿Pretenderá Macri imponer a su sucesor o habilitará la competencia interna incluyendo candidatos radicales? El fortalecimiento del liderazgo de Marcos Peña durante 2018, a pesar de los traspiés de la gestión, no pasan desapercibidos ni dentro ni fuera de Cambiemos.
El peronismo también entró en la dinámica de "esperar y ver". En el Instituto Patria creen que la experiencia de Alternativa Federal perderá vuelo hacia marzo y que los gobernadores terminarán acoplados de alguna manera al proyecto presidencial de CFK. El peronismo moderado sostiene lo contrario y, aunque carece de un candidato competitivo, considera la crisis económica su principal aliada. "No es cierto que Cristina esté tan firme en el conurbano; sobre todo en la primera sección electoral, en distritos como San Martín, donde está bastante floja", explicaba un exfuncionario de su gobierno. La caja de Pandora de los escándalos de corrupción también puede alterar el frágil equilibrio actual. No se sabe bien de qué manera. Al mismo tiempo, el peronismo observa la evolución de los conflictos entre los radicales y Pro: más importante que las voces disidentes son las secuelas que pueden dejar estas disputas en Córdoba y en Mendoza. Por otra parte, habrá que monitorear la elección en Neuquén, en la que competirá el intendente radical Pechi Quiroga. Muchos en el oficialismo se sienten cómodos con el gobernador Gutiérrez, y Macri llegó a un acuerdo con el sindicato liderado por el senador Pereyra, también del MPN. Las viudas y los huérfanos del hiperpresidencialismo versión Macri podrán tal vez protagonizar el proceso de definiciones electorales, si no surge, como no ha ocurrido hasta ahora, algún mínimo esfuerzo por contenerlos dentro de Cambiemos.
La política es el arte de lo posible: construir escenarios enhebrando voluntades para lograr objetivos consensuados. En la Argentina, hace ya demasiado tiempo que se autolimita a ser una mera alquimia chata y previsible: distintos fragmentos ideológicamente diferentes se juntan en coyunturas electorales para intentar ganar. En el fondo, todos son o pretenden ser "frentes para la victoria", que le dan poder a una persona para que trate de implementar, con resultados siempre frustrantes, su programa personal. Antes se hacían las cosas mal, pero, al menos, con tiempo. Ahora se impuso la lógica de esperar hasta el último momento. Hasta que el calendario fuerce las definiciones.