El CBC en tiempo de cambios
Por Antonio Elio Brailovsky Para LA NACION
LA idea de introducir cambios en el Ciclo Básico Común de la Universidad de Buenos Aires después de veinte años sólo puede ser bienvenida. Las instituciones académicas necesitan un proceso de renovación continua, a riesgo de caer en el anquilosamiento que vemos en muchas de ellas. Por supuesto que el secreto de un cambio exitoso es un buen diagnóstico.
En veinte años ha variado sustancialmente la población que ingresa en la Universidad. Ha desaparecido el colegio secundario (salvo en los colegios de elite) y esos cinco años sólo sirven para que nuestros alumnos olviden lo que han aprendido en la escuela primaria.
Muchos llegan a la Universidad sin haber leído nunca un libro, ni siquiera una novela. La proporción de analfabetos funcionales que terminan la secundaria es sorprendentemente elevada. ¿Será políticamente incorrecto decirlo en voz alta?
En esto, la casi excluyente misión del CBC es equiparar las oportunidades de quienes llegan a la UBA con formaciones intelectuales muy dispares. Por eso sorprende la oposición al CBC de parte de algunas organizaciones estudiantiles, ya que de ese modo impedirían estudiar a muchos miles de jóvenes.
Al comienzo, el principal problema era la ignorancia de contenidos fundamentales. Pero ese diagnóstico hoy atrasa veinte años. Hoy el principal problema es de comprensión de textos, y no de textos académicos, sino de sencillos textos periodísticos. Asociado a eso está el tema de comprensión de las consignas que da el docente. Cuestiones que deberían haber quedado resueltas en la escuela primaria.
Apuntar a los contenidos mediante una prueba de autoevaluación por Internet es una solución de laboratorio. Es lo que se le ocurriría a cualquier persona que no haya estado en contacto directo con nuestros alumnos. Significa desconocer la importancia del vínculo humano en los procesos de enseñanza-aprendizaje. Mucho más en una generación caracterizada por niveles de anomia antes desconocidos en la clase media argentina. Ingresarán en la prueba de autoevaluación solamente los que no la necesiten. Profecía autocumplida de la pedagogía de laboratorio.
Una buena característica del CBC es el dictado de materias diferentes para distintas carreras, con dos materias comunes a todas (Pensamiento Científico y Sociedad y Estado). Las materias específicas de cada carrera son lo que hace del CBC el primer año de esas carreras y lo que da el vínculo entre esta unidad académica y las demás. Sin embargo, el proyecto del Rectorado propone seis materias iguales para todas las carreras, como si no hubiera diferentes aproximaciones al conocimiento.
Si rompemos esa relación CBC-carreras estaremos reforzando la idea de un ciclo introductorio inútil. Es decir que después de haber logrado -con muchos años de esfuerzo- que la población estudiantil aceptara el CBC destruiríamos la confianza obtenida.
Por otra parte, es preocupante la introducción de enfoques autoritarios. Estos surgen de la crítica a que las cátedras de Sociedad y Estado utilicen bibliografía diferente. Es cierto, y ésa es su fortaleza, no su debilidad. En ciencias sociales no hay que enseñar lo mismo, sino que hay que enseñar contenidos equivalentes. Enseñar ciencias sociales implica aceptar la diversidad de puntos de vista. Y una de las funciones de la Universidad es estimular la libertad de cátedra y combatir el pensamiento único. Si no ponemos el acento en eso, ¿qué estamos haciendo en la Universidad?
Durante veinte años, varios miles de docentes del CBC han impartido educación superior a un millón de personas, a menudo en situaciones edilicias difíciles y con una relación docente-alumno muy desfavorable. En las peores condiciones imaginables, hicieron posible una de las unidades académicas más pobladas del mundo. ¿No sería buena idea escuchar lo que tienen para decir, aunque más no sea para no repetir errores obvios? © LA NACION