El celular del Coqui, la última trinchera del Estado ausente
Reproducimos aquí un artículo del director periodístico del diario El Cronista
Será que no aprendimos nada. Será que el recuerdo y las imágenes dolorosas de 2001 se han ido borrando en la memoria de los dirigentes argentinos. No hay proyectos políticos posibles que se construyan sobre los saqueos y la descomposición social. Basta con repasar en qué se convirtieron las trayectorias extensas de Fernando de la Rúa, de Adolfo Rodríguez Saá y de tantos otros que intentaron surfear sobre las miserias de las transiciones caóticas.
En esta década tan intensa han sucedido el boom de la soja, el desendeudamiento con música de caballería rusticana y, ahora, la cuesta abajo del declive con cepo al dólar. Y, sin embargo, la ausencia de policías bajo protesta en Córdoba, los robos de ciudadanos contra ciudadanos y los enfrentamientos a tiros que nos suelen asombrar en otras latitudes sucedieron aquí. Y encendieron el peor de los reflejos en quienes transitan la geografía criolla del poder. Volvieron a alejarse del sufrimiento humano para adherirse al beneficio mínimo de la ventaja sobre el adversario.
No importaban los dos muertos. Las decenas de heridos y el aire de devastación que soplaba sobre las calles cordobesas. Volvía de apuro desde el exterior el gobernador José Manuel de la Sota para apagar el incendio de una policía que no logra conducir y a cuyos jefes anteriores debió echar por sus vínculos con el narcotráfico. Y el jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, aprovechó sus novedosas charlas matinales con la prensa para hacer abandono de la concordia que había exhibido hasta ayer. Habrá sido por orden estricta de Cristina o por alguna tendencia suicida en lo político, pero se despachó sin piedad sobre el colega peronista en apuros y señaló su teléfono celular inteligente para decir que De la Sota no lo había llamado.
Lo que siguió en la mañana y el mediodía de ayer activó los resortes emocionales del descalabro institucional de hace 10 años. Las corridas en los barrios bajo el sol cordobés. Las asambleas policiales para levantar las medidas de fuerza. Los respaldos a De la Sota desde la dirigencia opositora, empezando por el flamante diputado Sergio Massa. La alerta bonaerense dispuesta por Daniel Scioli y la catarata kirchnerista de condenas al gobernador en problemas. Además del punzante Coqui, detrás fueron el ministro Florencio Randazzo, el secretario Sergio Berni y el jefe de la Cámara de Diputados, Julián Domínguez. La interna peronista comenzó a mostrar sus vísceras y ya se sabe cuán peligroso es ese deporte.
Quizá crea Capitanich que ayer comenzó a edificar una eventual candidatura presidencial. Quizás haya terminado su breve romance con la opinión pública, después del aire fresco que significó la nimiedad de un funcionario dando algunas explicaciones a la sociedad.
Lo que queda al descubierto es un Gobierno debilitado por los efectos de la derrota electoral y una alianza circunstancial con la viscosa maquinaria del peronismo que ahora tambalea al ritmo de los saqueos y la tensión social. El teléfono de Coqui parecía la última trinchera del mismo Estado ausente que faltó en la tragedia del Sarmiento o en las inundaciones de La Plata. Poco, demasiado poco para los dos años de conflictos que quedan por delante.
© El Cronista
Fernando González