El complejo conflicto de las monarquías árabes con Qatar
El mundo árabe está convulsionado e inquieto. Hasta angustiado, en buena medida. Ocurre que desde el 5 de junio pasado, Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos, Bahrain y Egipto han cortado sus relaciones diplomáticas y comerciales con Qatar, acusándolo de apoyar al terrorismo y de mantener buenas relaciones con la teocracia iraní.
Además, le han impuesto un duro y repentino bloqueo comercial. Y han hecho pública una lista de trece “exigencias” concretas e inmediatas que, a su criterio, Qatar debería aceptar en un plazo de diez días, si es que quiere resolver la profunda crisis regional que lo afecta.
Esa lista está sobre la mesa. Qatar la ha rechazado, por ahora.
Para el prudente Secretario de Estado norteamericano, Rex Tillerson, “algunas de ellas son muy difíciles de aceptar”. Y, como veremos enseguida, ello es efectivamente así. No obstante, la salida del enfrentamiento entre las distintas monarquías del mundo árabe -al que se ha sumado Egipto- pasa por el camino no siempre abierto del diálogo. Para los EE.UU. impulsarlo no es fácil. Porque todos los actores del enfrentamiento con Qatar son aliados suyos.
Turquía, en cambio, ha salido en apoyo de Qatar, señalando que las exigencias que le han sido hechas a modo de “ultimátum” son contrarias al derecho internacional.
Kuwait, por su parte, ha comenzado a mediar entre los involucrados, con el objeto ostensible de bajar la tensión. Por el momento, la relativa disminución de la retórica agresiva parecería sugerir que algo ha podido lograr, en un esfuerzo que ciertamente está lleno de complejidades.
Veamos cuáles son las “exigencias” que se hacen a Qatar
- 1.Respecto de Irán, romper las relaciones diplomáticas o, por lo menos, reducirlas a su mínima expresión. Esto incluye expulsar del territorio de Qatar a las organizaciones y personas que tienen relación con la Guardia de la Revolución iraní o que son parte de ella. Y cumplir con las sanciones económicas -estadounidenses e internacionales- impuestas a Irán. Se supone que ello debe cumplirse sin hacer –en adelante- la “vista gorda”.
- 2. Cierre inmediato de la base militar turca en Qatar y el cese de la actual cooperación militar entre los dos países. Turquía es vista como una nación activamente islámica, pero con una visión particular, distinta a la de las monarquías del Golfo.
- 3. Ruptura completa de Qatar con todas las “organizaciones terroristas, sectarias e ideológicas”, incluyendo a la Hermandad Musulmana, el Estado Islámico, Al Qaeda, Hamás y Hezbollah, que hoy operan de distintas maneras desde Qatar.
- 4. Cese de toda financiación qatarí al terrorismo. Directa o indirecta.
- 5. Extradición de los terroristas requeridos por los cuatro países enfrentados con Qatar que están refugiados en su territorio. Sumado a suministrar información completa sobre sus diversas actividades.
- 6. Cierre del canal de televisión “Al Jazeera” y sus filiales, estén ellas emplazadas donde estén.
- 7. Cese de toda interferencia en los ”asuntos internos” de los cuatro países agraviados, lo que incluye, en algunos casos, haber conferido la nacionalidad qatarí a líderes opositores de los países antes mencionados, la que deberá ser revocada e informar detalladamente acerca de todas sus actividades en Qatar.
- 8. Pago de reparaciones a quienes se consideren víctimas de la política exterior de Qatar de los últimos años.
- 9. Compromiso de “alinear” su política exterior con la de los demás países del Golfo, así como su andar militar, de seguridad, político, social y económico.
- 10. Entregar todas las “bases de datos” de los opositores de los países reclamantes que hubieran residido en Qatar y recibido alguna ayuda oficial y detallar en que consistió la misma.
- 11. Cierre de todos los medios de comunicación apoyados por Qatar, considerados hostiles por los reclamantes.
- 12. Aceptar todas las demandas antedichas en el plazo perentorio de diez días, transcurrido el cual la lista será considerada inválida.
- 13. Acordar un esquema de revisión y control mensual del cumplimiento de las “exigencias” para el primer año y periódico a partir de allí, por los siguientes once años.
Un listado que luce duro, agresivo y concreto a la vez. Humillante, además, para cualquier monarca al que de pronto se le exija su cumplimiento.
El difícil tema de la cadena noticiosa “Al Jazeera” mencionado más arriba merece –creemos- algunos comentarios adicionales. Tiene obviamente que ver con la libertad de expresión, a la que el mundo árabe no está acostumbrado.
Hablamos del medio de comunicación masiva que claramente es, lejos, el más popular en el mundo árabe y en Medio Oriente, en general. Sus contenidos son siempre islámicos, aunque generalmente moderados en sus perfiles críticos. Sin que –en su operación- existan silencios sobre nada en particular.
Arabia Saudita, Jordania, y Egipto han expulsado ya a la emisora y a su personal de sus respectivos territorios. Arabia Saudita, además, no permite la difusión de sus programas y noticiosos, ni siquiera en los hoteles.
No obstante, “Al Jazeera”, creada en 1996, es una fuente importante de información e inspiración para millones de árabes, en su conjunto. Las autoridades qataríes han invertido muy fuertemente en el crecimiento del canal ahora objetado, lo que obviamente enfurece a algunos de sus vecinos.
La emisora, por ejemplo, a diferencia de las de los gobiernos que ahora “apretan” a Qatar, transmite abiertamente desde el recinto mismo del Knesset israelí. Sin restricciones. Y es relativamente pluralista en sus entrevistados y comentarios.
Desde el 2001 es -y ha sido ininterrumpidamente- la cadena de noticias más escuchada en el mundo árabe. Esto incomoda a muchos. Y genera envidia y recelos. China, por ejemplo, accionó en su contra en el 2012. Ocurre que la libertad de expresión molesta a los autoritarios. Siempre.
“Al Jazeera” tiene, sin embargo, una veta algo sensacionalista. Y es, en sus propios puntos de vista, de corte pan-árabe sin mayores disimulos. Ante lo sucedido ha considerado, como cabía suponer, que el pedido de sacarla del aire es una forma de atacar la libertad de expresión y por ello algunos de sus más conocidos corresponsales “estrella” que operan desde el exterior se sienten amenazados y temen perder sus puestos de trabajo como consecuencia de la fuerte presión por silenciar a la emisora para la que se desempeñan. Particularmente los que hoy actúan desde el escenario de Egipto o de Siria.
Así están aparentemente las cosas hoy. En juego está claramente el predominio regional de Arabia Saudita. El enemigo cercano al que se apunta es Qatar. Pero el blanco principal es Irán, país con el que Arabia Saudita y sus aliados están inmersos en una cruenta guerra sectaria, con muy distintos escenarios, que incluyen tanto a la propia Bahrain, como a Yemen. Países, ambos, con una importante presencia “shiita” en sus respectivas poblaciones. La crisis del mundo árabe es la peor desde que, en 1990, Saddam Hussein invadiera a Kuwait.