El discurso de Cristina, entre la autopublicidad y la descalificación
La acción del político está motivada por el deseo de acceder al poder y permanecer en él, pero no puede manifestarlo explícitamente. Así, el discurso político le sirve tanto para justificar la posición que le permite el ejercicio del poder, como para legitimarse y construir credibilidad.
Las narraciones tienen justamente esta función legitimadora. La Presidenta produce su propio sistema de sentido, es decir, articula su propio relato que es su forma de representarse ante los 40 millones de argentinos, anteponiendo su propia versión de la realidad de la cual no solamente forma parte sino que le cabe responsabilidad en ella.
Cuando los acontecimientos la desbordan o cuando no controla las reacciones quesuscitan, la voluntad de ficcionalizar la adversidad se torna imperiosa. De esta manera, se suceden distintas versiones de la realidad, tal como hemos observado en relación con el caso de la muerte del fiscal Alberto Nisman .
Las cartas a modo de comentarista política de la realidad o, de lo que es peor, de la información aparecida en los medios, a través de una red social como Facebook, no se condecían con la responsabilidad de su investidura ni con la conmoción provocada por la gravedad de lo sucedido
Si bien estamos acostumbrados a esta construcción sesgada de los hechos, lo que sorprendió esta vez fue la inadecuación de los formatos textuales y los modos de circulación empleados por la Presidenta. Las cartas a modo de comentarista política de la realidad o, de lo que es peor, de la información aparecida en los medios, a través de una red social como Facebook, no se condecían con la responsabilidad de su investidura ni con la conmoción provocada por la gravedad de lo sucedido. Estas desafortunadas elecciones eran sintomáticas de la falta de dominio sobre el acontecer.
El discurso acerca de lo político, es decir, el comentario tiene la particularidad de no comprometer al sujeto que lo profiere en una acción que le sería consecutiva. No obstante, puede ser revelador de la opinión del comentarista sin que pueda saberse con exactitud cuál es su grado de compromiso con la realidad.
La inadecuación de la carta-comentario vehiculizada a través de Facebook quedó remarcada por el abuso que la primera mandataria hace de las cadenas nacionales para referirse a temas nimios y de escaso interés para la audiencia
Esta vez la cadena nacional se hizo esperar. Cada aparición de la Presidenta es una puesta en escena en la que todos los detalles están pensados para producir un efecto.
El unipersonal sacudió la escena, es decir, hizo ruido, distrajo, cambió el foco de atención; en fin, marcó la agenda que es algo que sabe hacer muy bien Cristina Kirchner. Multiplicidad de voces opinando o, más bien, haciendo conjeturas acerca de un supuesto cambio que debió haberse implementado antes.
Cada aparición de la Presidenta es una puesta en escena en la que todos los detalles están pensados para producir un efecto
El lirismo de Cristina toma la forma de un personalismo exacerbado que no registra lo inapropiado de la exaltación de sus propios sentimientos, en contextos dolorosos en los que solo sería esperable un poco de empatía, como lo es la expresión de condolencias; aunque más no fuera en virtud de la investidura presidencial.
La versatilidad discursiva de la Presidenta también se pone de manifiesto en la utilización de la modalidad ensayística. A Cristina le gusta sentar cátedra y pontificar en forma de aparentes soliloquios.
Todos estos recursos están dominados por los dos principios básicos del discurso político: la presentación positiva de ella misma y del colectivo que representa y la presentación negativa del otro. El afán propagandístico de la Presidenta lleva al paroxismo la autopublicidad y la descalificación.
La autora es profesora de Análisis del Discurso y especialista en Comunicación Política, Universidad Nacional de Cuyo.
Gabriela Azzoni