El ejemplo interreligioso
Líderes gubernamentales, religiosos, actores de la sociedad civil, académicos y expertos de todo el mundo se reunieron hace 12 días durante tres jornadas en Buenos Aires para analizar la religión y las creencias como elementos claves para el desarrollo sostenible en el escenario mundial y en la formulación de políticas públicas inclusivas.
El Foro Interreligioso del G-20 fue organizado conjuntamente por G-20 Interfaith Association, el proyecto latinoamericano Ética y Economía y el Consejo Argentino para la Libertad Religiosa (Calir), y buscó hacer un aporte a la agenda que considerará la Cumbre del G-20 en noviembre próximo, desde la mirada de la fe y la experiencia de las religiones. Los líderes de las respectivas confesiones religiosas y personas creyentes con diversas perspectivas asumieron el compromiso de alentar y urgir el diálogo interreligioso y el trabajo conjunto. Sabiamente entienden que es responsabilidad de los líderes mundiales comprometerse en defensa de la libertad religiosa para que todas las personas puedan vivir su espiritualidad desde sus creencias, con respeto y dignidad.
No hace falta recordar los enfrentamientos a los que el mundo asiste, hoy como siempre, ligados al ejercicio o las restricciones impuestas a la libertad religiosa. La declaración emitida por el Foro destaca esto desde el dolor que la situación despierta en hombres, mujeres y familias perseguidos por querer vivir su fe, cualquiera sea ella.
Otra grave y urgente preocupación se liga al cuidado del planeta, tan fuertemente impactado por los efectos del cambio climático y del calentamiento global, traducidos en desastres naturales que afectan a la economía y que golpean especialmente a los más pobres y vulnerables. Desde la fe y la enseñanza de las religiones se apeló a la responsabilidad de todos los hombres en el cuidado de la casa común de cara a las futuras generaciones, insistiendo en la promoción de conductas responsables y sustentables. Los gobernantes han de pensar estas cuestiones con magnanimidad, responsabilidad y visión de largo plazo.
Los participantes del encuentro propusieron una ética y valores que rigieran tanto para sus propias administraciones financieras como para los distintos actores económicos y financieros de manera tal que se priorice un desarrollo sostenible, justo y equitativo para todos en los que no haya lugar para la voracidad y la avaricia.
Los gobiernos del G-20 tienen la posibilidad de asumir un papel activo en acciones que reduzcan la multiplicidad de desigualdades que afectan el futuro de la humanidad. En un ámbito de enriquecedora convivencia, el Foro permitió experimentar un clima de acercamiento y amistad entre distintas confesiones religiosas que nuestro país ya está acostumbrado a transitar desde los tiempos del fecundo Diálogo Interreligioso.
En muchos campos, las distintas confesiones religiosas no solamente dialogan, sino que realizan un trabajo en común, especialmente en la atención de los más vulnerables. Los argentinos estamos demasiado habituados a plantear todo en términos maniqueos, sin espacios para el encuentro. Parapetados detrás de seudoverdades absolutas que incluso nublan nuestra visión, insistimos en cerrar las puertas mentales a cualquier enfoque u opinión que contraríe la nuestra. Y peor aún, a descalificar al adversario. El precio que pagamos es el de la división y el desencuentro. No hay nación posible si no promovemos los consensos y entendemos que el otro nos enriquece. Si la mitad de los argentinos solo desea que a la otra mitad le vaya mal, jamás saldremos del atolladero en el que nos encontramos. Debemos gestar acuerdos sobre cuestiones de fondo y trabajar juntos en una misma dirección. El ejemplo interreligioso es indiscutiblemente una excelente referencia.