El factor imprevisto, ¿votará hoy también?
Lo imprevisto no parece ser un factor que consideren posible los adherentes de ninguna de las dos fuerzas principales que hoy se enfrentan en las urnas. Pero nada impide que pueda hacerse presente.
Los resultados de las PASO sorprendieron con una distancia de más de quince puntos por nadie calculada de votos a favor de Alberto Fernández sobre Mauricio Macri. Buena parte del periodismo y de los encuestadores descuentan que esta noche el primero será el nuevo mandatario electo. En tanto que el segundo y sus seguidores están convencidos de que "la dan vuelta".
Las hipótesis previas a las PASO tampoco incluyeron lo inesperado, como algo que pudiese suceder más allá de toda racionalidad: las encuestas erraron feo, y tanto el oficialismo como la oposición se asombraron por la diferencia. El gran ausente en estos dos meses y medio ha sido nuevamente no considerar que, una vez más, algo se puede escapar de lo previsible. Los resultados de aquella elección se han tomado como una foto cuyo destino inevitable es repetirse sin mayores cambios en la trascendental jornada electoral que transitamos. Sin tener en cuenta que se trata de una nueva elección de características muy distintas a la anterior, con muchos más votantes y cantidad de sucesos que ocurrieron desde el 12 de agosto hasta hoy y que pueden impactar e influir para un lado o para el otro a la hora de votar.
Hace unos días, estando en Uruguay, le pregunté a una amiga del vecino país quién había ganado en las primarias de allí. Me miró extrañada sin entender el interrogante planteado. Me explicó lo obvio: que cada partido había dirimido internamente y entre varios precandidatos cuál sería el representante de cada agrupación en la elección presidencial, que, también como nosotros, intentará decidir hoy el nombre del próximo presidente charrúa. Aunque lo más probable es que cuando se abran las urnas del otro lado del Río de la Plata esta tarde se plantee un escenario de ballottage entre el Frente Amplio, que gobierna desde hace quince años, y el Partido Nacional. Es más: mi amiga ni siquiera supo decirme quién había sacado más votos en las PASO de su país. No le parecía un dato relevante, al revés que acá.
Los argentinos nos especializamos en distorsionar herramientas como las PASO, pensadas para perfeccionar y hacer más democrático el sistema, al alterar su esencia, con las ruinosas consecuencias que estamos padeciendo: una inestabilidad creciente de los mercados que se podría haber evitado si el formato de las primarias se hubiese usado como corresponde, esto es: una competencia interna entre varios precandidatos de cada agrupación para ungir al más votado como el candidato definitivo.
¿Cuál es el sentido de mantener las PASO si los partidos llegan a esa instancia con sus candidatos ya definidos? Así, es inevitable que la lectura de esos resultados mute y funcione como un ensayo general de la elección definitiva.
¿Acaso no le hubiese dado mayor diversidad y riqueza democrática a este proceso eleccionario si Macri y Fernández, que hoy se medirán de verdad en las urnas, en las PASO hubieran tenido que competir con otros referentes de sus respectivos espacios?
¿Para qué seguir gastando fortunas en mantener primarias en las que no hay nada que resolver y que, encima, inducen a una lectura equívoca que precipita resultados antes de tiempo?
La experiencia de las dos PASO presidenciales anteriores, en su relación con sus respectivos comicios definitivos, no arroja demasiada luz sobre lo que hoy puede pasar en este tercer proceso que estamos transitando. En 2011, en las elecciones generales, el resultado de aquellas PASO ratificó el triunfo de Cristina Kirchner, cuyo porcentaje, incluso, creció del 50 al 54%.
En cambio, en las primarias de 2015 hubo un "ganador" (Daniel Scioli) -si se nos permite esa licencia- a quien, ballottage mediante, se impuso finalmente como presidente del período que culminará dentro de 44 días Mauricio Macri.
La distancia que le sacó Alberto Fernández al actual presidente en las PASO ha tenido una lectura unilateral y un destino inevitable que hoy volvería a repetirse de manera casi calcada. En cambio, la imprevisibilidad -tan afín a nuestra existencia (ya lo dice el refrán: "Si quieres hacer reír a Dios, cuéntale tus planes")- puede expresarse hoy de dos maneras muy contrastadas e inesperadas: que la distancia a favor de Fernández se amplíe muchísimo más o que la brecha se cierre y Macri logre, finalmente, arañar el ballottage.
Se dirá que no son ejemplos del todo compatibles, y tienen razón, pero miren por ejemplo, los partidos de ida y vuelta de la Copa Libertadores. El primero lo ganó River, en el segundo triunfó Boca, pero por la diferencia de goles, son los millonarios los que pasaron a la final. ¿Se libra hoy un partido nuevo en las urnas entre Juntos por el Cambio y el Frente de Todos en el que el resultado puede ser distinto al de la anterior votación? En el búnker albertista, siguiendo la misma metáfora futbolera, prefieren tomarlo como el segundo tiempo de un partido que vienen ganando 3 a 0. Puntos de vista. Todos son válidos.
Pero, como dice Macri, desde el 12 de agosto "pasaron cosas": deterioro de las principales variables económicas, inestabilidad de los mercados; graves líos institucionales en países vecinos; las multitudinarias marchas del "Sí se puede", que vienen demostrando que Cambiemos es bastante más que un experimento de laboratorio; la creciente kirchnerización de la campaña de Alberto Fernández; las medidas paliativas que Macri tomó a manera de respaldo de su letanía "los escuché", que repitió hasta el hartazgo. Broncas, alivios, esperanzas, expectativas y sustos armarán hoy un nuevo resultado. Cualquiera que sea, previsible o inesperado, que nadie se atreva a empañar la fiesta de la democracia que significa votar.
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