El grooming avanza y lastima
Mientras en 2016 se habían registrado 8800 denuncias por grooming, en 2017 este número superó los 23.500 reportes en las fiscalías especializadas en delitos informáticos. Con un aumento del 300%, esta modalidad delictiva crece y parece no tener un freno.
El grooming refiere a la acción de un adulto al contactarse por redes sociales, mediante un perfil falso, con niños y niñas con fines sexuales. Algunos buscan conseguir imágenes privadas que luego engrosan las redes de pedofilia, otros concretan encuentros que, en varias ocasiones, tienen trágicos finales. Vale la pena aclarar que en todo sitio virtual donde hay un espacio de chat, incluyendo juegos, existe la posibilidad de que esta amenaza se concrete.
A cinco años de haberse creado la ley que sanciona este ciberdelito y lo ingresa al Código Penal vigente, aún parecen poco eficaces los esfuerzos por frenar esta modalidad que atenta contra la integridad sexual, emocional y física de los menores de edad. Según datos de la encuesta realizada por Digipadres y Argentina Cibersegura, ONG de amplia trayectoria en la lucha contra este accionar, los datos que se registran en el país son alarmantes: el 60% de los niños afirmó haber recibido una solicitud de contacto por parte de desconocidos y uno de cada tres dijo haber vivido una situación incómoda en la web.
Además, el mismo estudio revela que más del 14% de los docentes señala que hubo un caso de grooming en su escuela y que el 35% desconoce del tema. Esto refuerza la necesidad de que se instrumenten en todos los colegios campañas que apunten a advertir a los alumnos sobre los peligros que traen aparejadas las nuevas tecnologías y ciertas redes sociales cuando no son usadas adecuadamente.
Los tratados internacionales a los que la Argentina suscribe, como la Convención Internacional de los Derechos del Niño, insisten en los peligros de los abusos y en generar ambientes saludables y seguros para que los niños puedan crecer y desarrollarse. En este punto, la responsabilidad primera es de los padres, pero deben ser acompañados por el Estado con una presencia tanto en capacitaciones como en la prevención de los delitos, desarmando redes de pedofilia que se propagan en el mundo físico y en el virtual.
Desconocer la existencia de estos hechos aberrantes es dejarles el terreno a los abusadores para que avancen y dañen a niños y adolescentes. Es obligación de los adultos tener una mirada atenta, pues la agresión recibida en la infancia genera una herida que se prolonga durante la adultez. Promover campañas de información en institutos educativos, establecimientos gubernamentales, centros de salud y medios de comunicación es una tarea que debería incrementarse para que el conocimiento sea la primera barrera que encuentren los pedófilos.