Editorial I. El horizonte político del Mercosur
Muchas esperanzas ha depositado nuestro país en la concreción y el buen desenvolvimiento del Mercosur, y lo mismo ocurre con nuestros vecinos y socios, necesitados tanto como nosotros de ayuda y de augurios favorables en medio de las múltiples dificultades que asoman en el horizonte.
Las dificultades -como se advierte sin demasiado esfuerzo- son principalmente económicas. Es natural, por lo tanto, que la primera proyección del magno esfuerzo de la integración haya estado dirigida al campo económico, que fue el que inspiró la creación de la alianza regional y dio motivo a su nombre.
Pero si no le han faltado al Mercosur logros alentadores en el ámbito de las relaciones productivas y comerciales, no menos significativas han sido las frustraciones vividas en ese campo.
La decisión de poner el norte de la asociación en objetivos preferentemente políticos, que perfeccionen el entendimiento entre los gobiernos y acrecienten la colaboración administrativa, puesta en ejecución en estos días por funcionarios argentinos y brasileños, en cumplimiento de una orden expresa de los respectivos presidentes, constituye un paso interesante y valioso hacia una mejor normatización de las actividades regionales. Y hacia la instauración de un concierto general que, tarde o temnprano, coadyuvará también, probablemente, a una relación económica más sólida y armoniosa.
Lo importante es que se rompa el círculo vicioso en que han rondado hasta ahora los desvelos del Mercusur debido a los conflictos comerciales generados por los sectores que a un lado y otro de las fronteras ejercen y financian actividades y producciones que compiten entre sí.
Los debates sobre las industrias azucarera y automotriz, por ejemplo, o las controversias cíclicas referidas a otros productos, como los pollos, cerdos, arroz o textiles, o las asimetrías planteadas por el dispar comportamiento monetario de la Argentina y el Brasil, son parte de un proceso en el que los intereses particulares, sectoriales y corporativos, enfrentados entre sí, aparecen condicionando negativamente el camino de la integración regional. Si es cierto que los niveles diplomáticos han comprendido la conveniencia de acelerar la integración en las materias institucionales -como, por ejemplo, los trámites para definir aranceles aduaneros comunes, adentro y afuera de la asociación-, hay motivos para mirar con optimismo el horizonte de la alianza regional y para pensar que se empieza a marchar en esa dirección con madurez y realismo. Debe aplaudirse que se esté trabajando para forjar entendimientos de carácter político, que tarde o temprano influirán también sobre el manejo económico, pero que no llevan el lastre de los cambiantes intereses del momento.
El Mercosur ha tenido, en algunos aspectos un desempeño paradigmático, al que se ha logrado sumar la adhesión de Chile, cuyo presidente, Ricardo Lagos, llegará hoy a nuestro país en auspiciosa visita oficial. Corolario lógico de ese criterio es atribuirle un cometido amplio más allá de lo estrictamente económico, con porciones importantes de atención dedicadas a lo diplomático, a lo institucional, a la defensa y a la seguridad de los países; a lo político, en suma. Debe celebrarse que esa estrategia haya empezado a ganar terreno.
Fueron esclarecedoras, en tal sentido, las palabras del presidente del Paraguay, Luis González Macchi, cuando sostuvo ante el presidente Fernando de la Rúa que "la sola integración económica no basta". Es notorio, por otra parte, que los alcances de la visita del primer magistrado argentino a Asunción se extienden a un terreno en el cual la palabra Mercosur aparece enriquecida con significados político-institucionales claros y potentes, que incluyen la colaboración recíproca en campos extraeconómicos, la proximidad administrativa y la búsqueda de una democracia genuina, un aspecto en el que la sociedad paraguaya tiene, todavía, algunas materias pendientes.
La integración política es hoy, en la dimensión histórica del Mercosur, la que está llamada a prosperar con mayor vitalidad. Lo que se avance en esa dirección se proyectará, tarde o temprano, a las otras áreas, incluidas las que atañen a la compleja y esquiva integración económica.
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