El kirchnerismo avisa
Es necesario un relato. Y si es cronológico ayudará a comprender mejor la deriva político-judicial del kirchnerismo y las necesidades que tendrá si llega la hora de su resurgimiento.
Primero siguió la recomendación que los viejos abogados penalistas suelen dar a sus clientes: el kirchnerismo negó todo. Un poco más acorralado, cuando la posibilidad de abandonar el poder se hizo más real, recurrió al viejo truco de tirar del mantel. Ocurrió en los días en los que el entonces ministro Julio De Vido hablaba de los parientes de Mauricio Macri cada vez que se lo señalaba por el caso del soterramiento del tren Sarmiento. Es desde esos días que Elisa Carrió dice que el Presidente rompió con su familia.
Ya en la intemperie, el kirchnerismo sufrió por una sucesión de imágenes memorables. Los Báez y sus empleados brindaron con whisky para las cámaras de seguridad luego de contar y embolsar millones en La Rosadita. "Lo que se cifra en el nombre", escribió Borges. Más prosaica, una actriz que interpreta el papel de militante habló de "gente contando plata".
No fue lo mejor. Impulsado por la fe, José López, el exsecretario de Obras Públicas durante todos los años del kirchnerismo, llevó a la madrugada una limosna de nueve millones de dólares a un convento. La caridad no tiene horarios ni repara en cantidades. Las imágenes del hombre atendido a deshora por una religiosa fueron, como se sabe, apenas un hecho aislado. Y como bien aclaró un cómico hace pocos días, López "no revoleó los bolsos", solo los dejó en el suelo. Cristina dijo haberse indignado mucho por la película de los bolsos y no aceptó ni aceptará jamás que López en realidad era un capítulo de una larga serie con muchas temporadas, más que el actor de un cortometraje.
La fotografía de la incautación de los millones de dólares que Florencia Kirchner había guardado en la caja de seguridad de un banco agregó confusión a la trama. La hija del matrimonio presidencial no había tenido nunca un trabajo registrado y ya era millonaria. Debió exiliarse, enferma, en Cuba, un país que en los años 70 ya había sido destino para otros argentinos que, en lugar de ir a curarse, pusieron en plazo fijo el botín de sus secuestros. Cristina dijo que su hija era una víctima. ¿De su familia, de los jueces o de su propia voluntad, la de una persona mayor de edad que firma papeles que la asocian a empresas de lavado de dinero? Siempre fue complicado trabajar de heredero.
Son apenas las imágenes, lo que se pudo ver, apenas retazos respecto de las miles de fojas de expedientes judiciales que registran el sistema de corrupción de la década ganada. Un año atrás, la investigación de los cuadernos de las coimas unió por primera vez en forma concluyente los extremos del sistema: los que cobraban y los que pagaban sobornos. Lo que escribió un remisero fue corroborado por un par de docenas de empresarios de primera línea que confesaron sus delitos a cambio de beneficiarse como arrepentidos. Es desde ese momento que el kirchnerismo rechaza la figura del arrepentido, amparado en la teoría más elemental: todo lo que me afecta es malo.
Como lo que está afectando al kirchnerismo renacido para las elecciones es nada menos que todo el Poder Judicial, sus más ilustrados pensadores enunciaron la dulce teoría de eliminarlo. Alberto Fernández, el candidato que acompaña a Cristina en la fórmula, no avaló la idea y prefirió decir en su primera semana de aspirante presidencial que habría que "revisar fallos". Un coro repite, alegre, que todos los presos por corrupción son "presos políticos". Una vez más, el viejo truco del autoindulto está en marcha, ahora convertido en farsa como antes había sido tragedia.
Las amenazas a los jueces, a ejecutarse en el regreso al poder, se completan con el anuncio de que los periodistas pasarán por una comisión investigadora. "Una Conadep", sugirió un humorista, en el chiste más serio de su vida.