"El Mundial sólo sumó otra pena"
El filósofo cree que subrayar lo malo es una especialidad nacional y que, en todos los órdenes, no se aprovechan los errores para mejorar
Tomás Abraham no juzga la realidad de manera complaciente, prefiere actuar como un provocador y cuestionar el sentido común vigente. El dice que no hace otra cosa que utilizar la tradición socrática: "El filósofo es el que interroga mediante la ironía el supuesto saber de sus conciudadanos", una práctica que, a veces, le valióuna cierta resistencia en el mundo académico, situaciónque parece no preocuparlo.
Abraham afirma que ni siquiera es un intelectual inorgánico. Sin embargo, no reniega de sus maestros franceses, Althusser, Foucault y Canghilhem. Apasionado por el fútbol, y muy especialmente por el seleccionado argentino, no oculta su tristeza por la debacle en el Mundial. En la entrevista con LA NACION habló de fútbol y de política. Y lo hizo siempre con su estilo polémico.
-La retirada melancólica del Mundial quizá sirva como metáforapara analizar lo que nos pasa como país. Nos fuimos del Mundial, ¿estamos también quedando afuera del mundo?
-No me parece que haya una relación, son cosas totalmente distintas. Que nos haya ido mal en el Mundial no tiene nada que ver con la situación nacional. Que haya 20 millones de pobres no se mezcla en el mismo recipiente con que nos haya ido mal con Inglaterra.
-La idea era comparar.
-No es mi idea. El hecho relevante es que el Mundial despertó una gran ilusión en millones de argentinos, y hubiera sido lindo ganar, más en estos momentos de crisis. Nos hubiera servido para distraernos un poco, algo muy sano. Pero vino la tristeza presente, no la melancolía que nos empuja para atrás; estar triste nos pone en alerta, nos sensibiliza. No hubo bronca, ni caza de brujas, ni lamentos.
-En Francia, Chirac alentó a los jugadores; en Rusia, la gente salió a la calle a expresar su rencor; en Italia hubo reacciones desenfrenadas; acá, en cambio, la gente encaró la caída de manera solitaria, ¿será un síntoma de maduración? Quizás esta derrota nos sirva de lección.
-La Argentina no está formada por un coro de ángeles con guardapolvo blanco. Es un país muy disgregado, con intereses que chocan cada vez más intensamente. La crisis agudiza los conflictos, no crea necesariamente fenómenos de solidaridad. Si la Argentina hubiera ganado el Mundial, los conflictos de ninguna manera se hubieran apaciguado. Estamos igual que antes del Mundial, sólo que sumamos otra decepción. Una pena. Estoy convencido de que el equipo que fue a Japón es el mejor que se podía formar.
-Los periodistas especializados no dicen lo mismo.
-Por suerte la gente los escucha poco. El clientelismo mediático, la corrupción periodística, existen. La búsqueda de sensacionalismo, no sólo en la sección deportes, es permanente.
-¿Por qué es tan crítico con los medios?
-Porque el periodismo en la Argentina es bastante mal educado y mal instruido. Además, salvo excepciones, la información que se ofrece es fragmentada o parcial: los motivos son ideológicos o económico-corporativos. Por supuesto, siempre hay excepciones: es un bálsamo leer las columnas de James Neilson, los comentarios de Roberto Perfumo, escuchar las entrevistas de Antonio Carrizo o seguir los programas del comunicador gastronómico Gato Dumas. Otro aspecto muy criticable de los medios es que, en general, se ignora la labor de gente poco mediática, como son los casos de Marcelo Bielsa y José Pekerman. Una lástima. Quizás a Pekerman no se lo destaca porque no estamos acostumbrados a su manera de hablar con susurros, vacilante, insegura, dubitativa. Se cree que una personalidad define su importancia por sus gritos. No estamos acostumbrados a gente como Bielsa, un hombre concentrado, digno en la derrota y medido en la victoria. En estos casos, es bueno recordar las virtudes.
-¿En qué casos no vale la pena?
-Me refiero a que recordar lo malo es una especialidad nacional. En la Argentina, en todos los órdenes, en lugar de tratar de mejorar lo que tenemos, lo descartamos. No se aprovechan los errores para mejorar. Siempre decimos que hay que empezar desde cero.
-O decimos "borrón y cuenta nueva","que se vayan todos".
-La frase esa, "que se vayan todos", ya no es significativa. En su momento expresaba algo importante, ahora no. En marzo escribí un artículo defendiendo a algunos políticos que me parecían serios, dirigentes que podían exhibir algunas virtudes.
-¿Quiénes eran?
-Juan Llach, Felipe Solá, Terragno, Patricia Bullrich. Gente con la que en muchas cosas no estoy de acuerdo, pero, ¿qué importa? ¿Con quién voy a estar de acuerdo del todo? Con nadie. Lo que me interesa es la honestidad, la capacidad y un poco de sentido patriótico. Hay que terminar con la racha destructiva. Fíjese, al concluir cada gobierno, el balance que hacemos es invariablemente negativo. Se dice que se hizo todo mal. Eso es mentira. Sólo sirve para meter gente propia y llenar de nuevos ñoquis. Hablamos de reorganización, reconstrucción. Siempre estamos tirando abajo y refundando.
-Eso no es de ahora.
-No, es histórico. Por ejemplo, Perón estuvo desde 1946 hasta 1955; al final,todos decían que el gobierno peronista era nefasto. ¿Hizo todo mal? Mentira, no hizo todo mal. Frondizi fue uno de los pocos que reconoció las virtudes de Perón. Concentrémonos en Menem. El menemismo que gobernó una década es calificado de siniestro. Afirman que nos legó 20 millones de pobres. Mentira. Menem viene de 1989. Nos olvidamos de dónde vienen las políticas y los dirigentes. No nacen de un repollo. Desconocer las situaciones y las responsabilidades previas es otra especialidad nacional. ¿Cómo era la Argentina de 1975? No nos gusta mucho recordar esa fecha, nos encanta hablar de 1976. Hablamos de 1990, 1991; recordamos que privatizaron mal. Pero, ¿quién se acuerda del manejo de las corporaciones estatales, la calidad de sus gremios y los negocios del empresariado? ¿Y qué pasó antes de los años noventa, cómo era el país? Quizá nos olvidemos en el futuro de cómo es el país en 2002.
-¿Hay algún político argentino que respete?
-Sí, ya mencioné varios, pero volvamos a Arturo Frondizi, el Frondizi desarrollista y no el reactivo de sectas religioso-financieras y de la macabra adhesión a un cierto nacionalismo patriotero. El nos introdujo en la era de la modernidad. Después de Frondizi entramos en una pendiente.
-Y a usted no le gustaba la palabra melancolía...
-Este es un análisis histórico; Frondizi fue un político argentino distinto. Fue el último intento de hacer de nuestro país una nación industrial y competente.
-En su libro Pensamiento rápido , usted defiende el capitalismo por las cosas que dan alegría, que distraen: la posibilidad de consumir, de divertirse, de viajar.
-¡Qué lindo que es el capitalismo! El capitalismo no necesita de mi defensa.
-Lo que quería señalarle es una contradicción que noté, porque en otro artículo se pronuncia en contra de la globalización, un fenómeno netamente capitalista, ¿no es el capitalismo un proceso mundial?
-Este no es un mundo globalizado, sino dividido, con un sistema de seguridad operando como cordón sanitario. Veo un mercado que se considera autosuficiente, que no necesita, como en décadas atrás, las materias primas de países más pobres. Un mercado de intercambio cerrado,con países poderosos que comercian entre ellos: al resto del mundo lo manejan financiera y militarmente. Ese es un mundo fragmentado, no globalizado. Se dice que no van a dejar caer a Brasil, ¿por qué esa seguridad si ya dejaron caer a la Argentina y a Indonesia?Todo depende de cómo se encamine el asunto colombiano. Básicamente les importamos por una cuestión de seguridad. Por todo esto veo al mundo fragmentado, donde los países dominantes confluyen en la defensa de peligros que pueden llamarse islam y mañana tener otro nombre.
-¿Cómo hacer para integrarnos a ese mundo sin perder la dignidad?
-No cuidándola tanto, porque, la verdad, ¿de qué dignidad estamos hablando? ¿La dignidad de Duhalde que denunciaba al anterior gobierno de cipayo mientras él quería poner las cosas en su lugar? La dignidad es resolver los problemas políticos de acá adentro. La responsabilidad mayor de aquellos que se meten en la función pública es que los 20 millones de pobres se integren a un mundo de 6000 millones de habitantes que pueden vivir sin ellos.
-No entiendo por qué separa sectorialmente a la Argentina al referirse a la integración al mundo.
-Porque no somos todos iguales, ¿o qué representan los millones de dólares de argentinos en el exterior y en los colchones?
-Lo que ocurre es que si las cosas siguen empeorando, los que tienen dólares en Suiza o donde fuere no sólo van a tener que enviar el dinero afuera, sino que se van a tener que ir.
-¿Y qué tiene? Se van. Van y vienen. Los que cuentan con esa posibilidad no padecen el problema de la desintegración. El problema son los que quedaron al margen. La Argentina debería esmerarse en abrirles un espacio a los millones de argentinos pobres en un mundo de hegemonías muy fuertes, muy crueles. Con Bush al frente de los Estados Unidos, el mundo se vuelve muy cruel.
-¿Por qué cuando habla de crueldad no recuerda lo que pasó en Nueva York,y no menciona aorganizaciones terroristas como Al-Qaeda?
-Porque esas organizaciones no tienen el mismo poder. Estoy convencido de que Bush es un hombre muy peligroso para la salud planetaria. A las organizaciones terroristas no se las neutraliza con más sangre ni es posible anularlas por completo. Toda esa difusión de elementos radiactivos que pueden infiltrarse en los subtes neoyorquinos, justo en momentos en que hay conflictos con la CIA, parecen incitaciones a la paranoia y a un sistema organizado de alarma. Me parece riesgoso y tramposo. Esas estrategias de ocultamiento juegan con cosas muy delicadas.
Se ve con la Argentina, ¿cómo explicar esa frialdad y dureza respecto de todo lo que está pasando acá? El Fondo Monetario Internacional y los Estados Unidos no estuvieron ausentes en los últimos años en nuestro país. Se estimuló el préstamo, se protegieron gobiernos que después se denunciaron. Qué curioso, ahora se descubre la corrupción, pero cuando mandábamos naves al Golfo Pérsico no se decía nada. La política interna en los Estados Unidos existe y hay bloques enfrentados. No se impone la unanimidad respecto de la interpretación de lo que pasa en América del Sur.
-¿Usted cree que el mundo sería menos cruento si estuviera Clinton?
-Sería un poco mejor. El temario que manejan los demócratas es más amplio: no se habla sólo de seguridad. Se incluyen cuestiones diversas: de desarrollo económico, de hambre, de integración regional. No todo es una pelea de cowboys y de indios.
-¿Cuál sería el rol de los intelectuales argentinos en este tiempo de crisis?
-Los intelectuales tienen que investigar los problemas si quieren dar opiniones con fundamento. Lo que exige cambiar no de ideología, sino de cultura. Pero eso da mucho trabajo y pocos quieren alterar comodidades o pensar distinto. A veces nos encontramos con almas bellas indignadas o compungidas ante la dura realidad. Pero, en general, son estrategias encubridoras.
Perfil
- Tomás Abraham nació en Rumania y se graduó de filósofo en Francia.
- La Argentina es su patria adoptiva (su padre fue el dueño de la fábrica de medias Tom y Ciudadela).
- Es profesor titular de Filosofía en la UBA y escribió sobre Foucault, Lacan, Nietzsche.
- Su último libro, Pensamiento rápido, es una recopilación de sus notas periodísticas y ensayos.
- Está por editarse Situaciones postales , libro que fue finalista del premio Anagrama de ensayo.