El narcotráfico amenaza la “marca Rosario”
Hay algo peor que el 7,7% de inflación y que el 39,2% de los argentinos sea pobre, que es la muerte violenta, sistemática y sin pausa de personas, en un país como el nuestro, con un pasado tan tenebroso en la materia.
Hasta ayer, en lo que va de abril, hubo once crímenes en Rosario. En el año ya suman 91 víctimas fatales, a razón de casi un asesinato por día. Según el Observatorio de Seguridad Pública, el 85% de los casos obedece a alguna trama narco. Naturalizarlo agrava el problema porque quienes cometen el peor de los delitos, que es matar, se sienten impunes y cebados para continuar con sus mortíferas ofensivas. Los ajustes de cuentas en barrios periféricos desbordan en esquirlas que ya llegan al centro. Asustan balaceras a cajeros automáticos, comisarías y tribunales y, más aún, los nuevos y tenebrosos negocios criminales, como sicariatos o extorsiones a empresarios y a restaurantes.
Rosario nunca estuvo tan cerca, como cantaba Fito Páez, al menos desde el punto de vista político. Una de las razones de la expansión del flagelo narco, que esta ciudad sufre en su faz más virulenta desde hace al menos una década, se debe a la falta de empatía entre los respectivos gobiernos provinciales y nacionales de turno que impidieron tomar el toro por las astas para establecer políticas permanentes y eficaces que limiten su accionar. No se entendió el kirchnerismo con el socialismo (peor aún: lo rotuló de “narcosocialismo”), con el macrismo la relación fue más respetuosa, pero fría -con todo, el crimen narco bajó durante la gestión anterior- y ahora la condición de “líbero” del actual gobernador Omar Perotti, poco inclinado hacia el kirchnerismo, tampoco predispone a una real atención por parte del gobierno de Alberto Fernández. Así, la Gendarmería va y viene, del conurbano bonaerense a Rosario y viceversa, más como elemento de decoración que atice el fuego mediático que como un eficaz control de la situación. Porque el otro drama es que no hay expertos que implementen una política eficiente que se decida a contener ese sangriento negocio clandestino. El Foro Regional Rosario, que estudia el tema a fondo, propulsa el programa Protegiendo a Santa Fe (PROSA), que nuclea a sectores productivos y sociales, para elevar a las autoridades planes concretos en la materia.
La DEA señala que es un error obstinarse en la extinción de este grave delito, sino que debe apuntarse a su control. El combate tiene que ser muy cuidadoso para no producir una reacción contraproducente, que es como patear un hormiguero. Algo de eso pasó en Rosario: tras el asesinato del “Pájaro” Cantero, líder de Los Monos, y que otros capos narcos fueran a parar a la cárcel (desde donde siguen mandando), emergieron segundas y terceras líneas con menos códigos y nuevas bandas. ¿Hay algo peor que el crimen organizado? Definitivamente sí: el crimen desorganizado.
Quienes ostentan con orgullo la camiseta local consideran injusto y se lamentan de que la “cultura narco” pretenda arrebatar la “marca Rosario” que en otras épocas hacían brillar desde el inolvidable Roberto Fontanarrosa a la Trova Rosarina, que impregnó con sus melodías a todo el país. Y se preguntan si no es acaso peor el accionar de este tipo de bandas en el conurbano bonaerense. Efectivamente lo es, pero la política se encargó de que los números de la violencia sean más difusos en ese distrito sin siquiera discriminar por móvil, lo que no permite mensurar la gravedad del tema, como sí sucede en Santa Fe, donde las estadísticas son más transparentes y públicas. Además, en Rosario surgieron los primeros búnkeres y los “soldaditos” y parte de la policía local pasó de ser socia a ser empleada en el tráfico de cocaína y marihuana. La Bonaerense, en cambio, controla todavía el territorio, aunque no en las villas y en distritos populosos, como San Martín, pero su poder declina.
El empoderamiento narco en Rosario penetra con su dinero en las distintas capas sociales. Abajo, con asistencia directa a los más desamparados; arriba, en el sector financiero, en otras actividades económicas y hasta en medios de comunicación, lo que condiciona el tratamiento periodístico del tema. La política y los tribunales tampoco son ajenos al fenómeno.
El Senado acaba de aprobar la creación de seis juzgados federales, 27 fiscalías y nueve defensorías públicas, en Santa Fe, un buen punto de partida, largamente reclamado, pero cuya implementación demorará años.
No es ninguna novedad afirmar que la Argentina es un país de fuertes contrastes y la ciudad de Rosario, como parte de ella -un descubrimiento reciente del presidente Alberto Fernández, según él mismo reveló (“los rosarinos y los santafesinos son argentinos”, dijo)-, no podía ser menos.
El turismo a Rosario por el feriado largo de Semana Santa fue flojo, producto seguramente del efecto que produjeron las últimas balaceras registradas allí. El tiroteo al supermercado de los suegros de Lionel Messi, que tuvo repercusión internacional; las amenazas a medios de comunicación, el asesinato de un niño y los ataques a escuelas sensibilizaron a eventuales visitantes que prefirieron quedarse en su casa o viajar a otras zonas del país. Sin embargo, a la enorme expansión hotelera que viene experimentando Rosario desde hace años, pronto se sumarán otros diez, algunos de ellos de conocidas marcas internacionales.