El otro conurbano
Robos, tiroteos, privaciones, precariedad... El conurbano simboliza, dentro del imaginario de una parte de la población, un cúmulo de problemas que parecen insolubles, porque pasan las administraciones, pero las carencias permanecen.
A pesar de estar salpicado por islas de prosperidad, ese vasto territorio que se extiende "más allá de la General Paz", y que, de noche y desde el aire, se observa como una araña de luces titilantes, se asocia en las noticias con una deuda social de décadas. Pero una visita a algunas de las universidades nacionales que crecen silenciosamente lejos de "las luces del centro" puede revelar una imagen distinta.
Gracias a sendas invitaciones por la Semana de la Ciencia, hace unos días pude conocer la de Avellaneda (Undav), apenas cruzando el Puente Pueyrredón, y la de Hurlingham (Unahur), en Villa Tesei. En ambas, el interés de los estudiantes y la calidez y compromiso de investigadores y docentes conmueven.
A casi siete años de abrir sus puertas, la Undav ya tiene casi veinte mil alumnos, que cursan carreras como Humanidades, Artes, Turismo, y Arquitectura, Diseño y Urbanismo. Allí, con un grupo de periodistas, entre los que había dos colegas jujeños, Gastón Ortiz y Juan Carlos Márquez, que sostienen ¡desde hace siete años! un programa radial diario de dos horas dedicado a la salud, pudimos advertir sus amplias e impecables instalaciones, con obras artísticas colgadas en las paredes, espiamos las clases del Instituto de Música (que comparte edificio) y atisbamos, por una puerta apenas entreabierta, un ensayo de la Orquesta Sinfónica Municipal de Avellaneda.
La Unahur es más joven (dos años y medio) y está todavía en construcción, pero ya piensa en grande. Ubicada en medio del cordón verde de Buenos Aires, donde se produce casi el 90% de las plantas ornamentales y flores de corte del país, acaba de adquirir un laboratorio de micropropagación in vitro de especies vegetales; o, dicho en otras palabras, una fábrica de plantines a partir de células madre (nombre científico: meristema, que se divide más velozmente que el resto de las células de la planta).
Con esta tecnología se puede llegar a crear hasta un millón de clones de sanidad controlada a partir de una única planta. Y además de generar esa cantidad masiva en muy poco tiempo, permite liberarlas de enfermedades.
Antes de que la "biofábrica", como se llama a este laboratorio móvil, empezara a operar en condiciones de asepsia, el joven biotecnólogo Leandro Imanishi, doctorado en Montpellier, Francia, bajo la dirección del creador de los sistemas de alta tecnología que se emplean para la propagación, y Valeria Rudoy, una biotecnóloga vegetal de amplia experiencia, hicieron una "visita guiada" por la reciente adquisición.
De diseño nacional y producida en Misiones, la Unahur la adquirió "llave en mano". La trajeron en camión y la montaron sobre pilotes en el campus. De aquí en más se utilizará para la enseñanza y la investigación, pero también para inspirar a estudiantes secundarios y para capacitar y asistir a los productores de la zona.
Tal vez estas experiencias parezcan modestas frente a otras de más "alcurnia". El campus del MIT, en Cambridge, Estados Unidos, que figura habitualmente en los primeros puestos de los rankings de casas de altos estudios y cuyo lema es mens et manus (mente y mano), tiene setenta edificios, donde trabajan decenas de los mayores talentos científicos de mundo. Aunque en una escala incomparablemente menor, a su modo, científicos y docentes de estas y otras universidades del conurbano están construyendo todo desde la nada con el mismo o más entusiasmo y compromiso que aquellas de mayor renombre. Están sembrando las semillas del futuro en un territorio que a veces parece no tenerlo.