El país de la marmota
“Al final, yo tenía razón”. (De Alberto Fernández, sobre la no presencialidad en escuelas.)
El hombre se limpió los zapatos en el felpudo de la puerta y saludó de lejos al encargado que despotricaba porque a Amado “el preso” le dieron un crédito para comprarse una casita y porque Pepín “globo amarillo” había pedido asilo en Uruguay y lo buscaba Interpol. Cargado como iba de las compras en lo del chino, siguió camino hacia su departamento con la idea de leer el diario para enterarse de otras noticias que no le hubiera dateado el portero. Apenas cruzó la puerta, se sacó el barbijo, miró el desorden de la mudanza reciente y decidió que la comida podía esperar. Se sentó en el único sillón libre de trastos, manoteó el diario que asomaba y empezó a leer.
Títulos de tapa: “La Argentina mantiene la negociación por la deuda”; “Cerca de un canje, no de un plan”; “América del Sur, nuevo epicentro de la pandemia”, y “Más restricciones para circular”. “Está dura la realidad”, pensó.
Se lamió la punta del índice y recorrió las páginas interiores. Desde que la pandemia terminó con su matrimonio ya nadie lo criticaba por hacer eso. “Refuerzan los controles para circular en el área metropolitana”; “Moyano amenaza con no distribuir mercadería”; “La tensión en el oficialismo se traslada al campo de la energía”; “En 14 días se duplicó el porcentaje de posibilidad de casos de Covid”, y “Adiós a las fiestas”. “Igual no estoy para fiestas”, comentó al ver que al menos una de las malas noticias no lo afectaba en lo personal.
Encaró para el lado de los suplementos y se topó con un titular que anunciaba “Señales contradictorias e inquietantes para el campo” y otro que decía “El futuro del trabajo: oficinas en peligro”. Y solo esbozó una sonrisa cuando vio el único título que lo ponía feliz en su carácter de jugador compulsivo de videojuegos: “La nueva generación de consolas de Microsoft y Sony”. Algo es algo.
Cerró el diario para volver a dejarlo donde lo encontró, en medio del desorden generalizado de su nueva casa. Pero algo le llamó la atención: la fecha. 23 de mayo. Hoy es 23 de mayo. Pero el diario era de 2020. Pasaron 365 días de aquel ejemplar y seguimos dándoles vueltas a los mismos temas, estancados en los mismos problemas, peleando por las mismas cosas, esperando soluciones que no llegan. Pasó un año como si hubiéramos vivido en un loop, como en la película El día de la marmota, en un permanente déjà-vu. Acaso, “el país de la marmota”.
Alberto se equivoca cuando asegura que tiene razón. La razón la sigue teniendo Eduardo Duhalde desde el día en que sentenció que los argentinos “estamos condenados al éxito”. Condenados, seguro.