El peronismo y la UCR, en una crisis de larga data
Los dos partidos más importantes del país durante el siglo XX exhiben hoy una dispersión que es fruto de una pérdida de empatía con la sociedad
El PJ y la UCR llegan a las elecciones de 2019 en una situación inédita. Ninguno de los dos partidos lidera una fórmula presidencial. El radicalismo ni siquiera integra una. Donde el peronismo lo hace, se dejó de lado la lógica habitual para definir el orden de los candidatos, que dice que ocupa el primer lugar el que acredita experiencia en atraer votos. Por causas distintas, este criterio no se utilizó para decidir el lugar de Cristina Kirchner y Juan Manuel Urtubey en los binomios de Frente de Todos y de Consenso Federal.
Es probable que las postulaciones de Alberto Fernández y Roberto Lavagna sean producto de las dificultades que atraviesa el peronismo para lograr empatía con la demanda ciudadana. Pero esa oferta no hubiese existido sin el proceso de ruptura en las fidelidades, que priva a los partidos de una red de comunicación efectiva con la sociedad. El intento de restituirla está en el corazón de las coaliciones que Fernández y Lavagna representan: están formadas por desprendimientos de las matrices originales.
No es la única curiosidad. Los dos son miembros destacados de una burocracia especializada en dar servicios a gobiernos de esos dos signos de manera indistinta. ¿Bastará la fama de profesionales eficaces en administrar en condiciones desfavorables para conmover el estado de indiferencia que prevalece con la actividad política? Las elecciones serán el único banco de pruebas para saber hasta dónde la estrategia elegida a ese efecto es la adecuada.
La incorporación de Miguel Ángel Pichetto a la alianza gobernante llegará a esa instancia con un impacto positivo previo. Sumado a cierto clima de estabilidad económica, se la enumera entre los hechos a los que se atribuye una recuperación sostenida de la imagen de Mauricio Macri. Crítico del marketing político y de los focus group de Jaime Durán Barba mientras fue opositor a Cambiemos, Pichetto es la estrella de la campaña ideada por el consultor ecuatoriano. No necesitó para eso modificar la esencia de las ideas que predominan en su discurso.
El radicalismo tiene más inconvenientes para permear Juntos por el Cambio con su prédica, tal vez a causa de la imposibilidad de confirmar la preeminencia que tenía en las grandes ciudades del interior. Perdió las elecciones en las capitales de Córdoba, Santa Fe y Tucumán. El resultado de las PASO en Mar del Plata podría sumarse a esa lista si Vilma Baragiola pierde con Guillermo Montenegro la candidatura a intendente de Juntos por el Cambio.
Es evidente la crisis de identidad en los dos partidos que en el siglo XX encarnaron corrientes modernizadoras de la tradición política argentina. Los hechos posteriores a diciembre de 2001 son citados como un punto de inflexión. Pero es posible que el proceso de degradación del PJ y la UCR haya tenido inicio bastante antes del acuerdo que formalizaron tras la renuncia a la presidencia de Fernando De la Rúa.
La opinión pública percibió ese entendimiento para preservar el sistema institucional como una legitimación recíproca para controlar el Estado. Probablemente, en un contexto adverso para las dirigencias, por la magnitud del estallido y la incapacidad de atenuarlo. Algunos de los efectos más negativos de la crisis son aludidos para explicar el nacimiento del PRO y sus banderas: la lucha contra la corrupción y la transparencia en las decisiones en defensa del sistema republicano (la coincidencia más importante que menciona Pichetto hoy para justificar su ingreso al oficialismo).
Es difícil hallar propuestas sobre este tema en las campañas de Fernández y Lavagna. Después de colaborar en el grupo Bapro durante la gestión de Eduardo Duhalde, Fernández fue el jefe del Gabinete de Néstor Kirchner. Lavagna ocupó el ministerio de Economía durante la presidencia transitoria del ex gobernador bonaerense y la primera mitad del mandato de Kirchner.
"Puede ser que haya tenido que ver en la caída", asumió Duhalde hace poco por primera vez sobre el gobierno de De la Rúa. Atribuyó ese episodio "a la mala costumbre de los políticos de ponernos inmediatamente en contra de los gobiernos". Duhalde había perdido las elecciones de 1999 contra De la Rúa. El Congreso lo eligió para sustituirlo a comienzos de 2002. Imaginado como una solución pragmática, la coronación de un liderazgo personalista no surtió efecto para detener la dispersión del PJ y la UCR.