El Presidente no debe aislarse de sus socios electorales
El Presidente eligió el peor momento de su gestión para ratificar su voluntad de buscar la reelección . A punto de cumplir el tercer año de un desgastante mandato, su imagen y popularidad se vieron afectadas por la crisis cambiaria y de confianza que él y su equipo prefirieron negar entre abril y agosto de este año. Si hubiera tomado el toro por las astas y concentrado los esfuerzos en acotar el daño y evitar que escalara, habría preservado algo del capital político dilapidado. Ahora, la situación es crítica: los datos del último Monitor de Humor Político y Social, que mensualmente elaboro junto con D'Alessio/IROL, indican que dos de cada tres argentinos consideran "mala" la gestión y que la mitad de los votantes de Cambiemos de la segunda vuelta de 2015 se sienten desilusionados de la marcha del Gobierno. Ningún dirigente ni espacio opositor capitaliza esta situación, lo que pone de manifiesto la fragilidad de un sistema político carente de alternativas electorales y política pública. Vivimos en el reino de la improvisación permanente, del parche como política de Estado. El último episodio es el bono de cinco mil pesos que se busca imponer a gobiernos provinciales y al sector privado. La triste paradoja es que Macri puede financiar esa magra compensación gracias a la inflación que su gobierno, en teoría, se proponía derrotar.
En una era en que la "ineptocracia" se volvió una pandemia global, las críticas más creíbles y lacerantes que recibe Macri provienen de su propio espacio. Quienes desde 2015 acusan de ajustadora serial a una administración que se negaba a reducir con decisión el déficit fiscal ahora solo pueden denunciar la inferencia del FMI. Como "una contradicción secundaria" definió un exfuncionario kirchnerista cuando le señalé que el Gobierno había incrementado, con el aval del Fondo, las transferencias a los sectores más vulnerables, fortaleciendo muchos movimientos sociales que viven de la intermediación entre el Estado y los beneficiarios y que jugarán un papel central en las elecciones del próximo año. Es que Unidad Ciudadana es una versión remixada de Unidos y Organizados, la frustrada aventura lanzada el 27 de abril del 2012 en la cancha de Vélez para dar a Cristina autonomía relativa respecto del aparato del PJ financiando desde el Estado una estructura política propia que le permitiera eternizarse en el poder. A pesar de haber perdido las elecciones, los recursos para el funcionamiento de esos actores siguen saliendo del erario público. Con el pretexto de garantizar la paz social, Macri sostuvo la estructura política con la que la jefa del Instituto Patria aspira a desplazarlo.
El peronismo republicano, que esperó en vano que se cumplieran las promesas de acuerdos de gobernabilidad, no logra resolver la ausencia de candidatos competitivos para ordenar su funcionamiento interno de cara al proceso electoral. Su margen de acción es restringido: los gobernadores necesitan interactuar con el gobierno nacional para morigerar las consecuencias del ajuste, lo que acota también los grados de libertad de sus legisladores. Necesitan además mostrarse responsables frente a las actitudes talibanas del kirchnerismo. Pero en política no existe la generosidad: "Nos ayudan a implementar el ajuste con la esperanza de que la dura recesión sea su principal caballito de batalla", explicaba un funcionario de Cambiemos. Sin embargo, el paso del tiempo tiende a favorecer a la expresidenta. Ante la ausencia de candidaturas competitivas, la diáspora peronista podría terminar acorralada detrás de su figura.
A Macri, hasta ahora, lo acompañó la suerte: el kirchnerismo se empecina en ahuyentar a los votantes moderados con su inverosímil victimización en los casos de corrupción, comportamientos violentos como los ocurridos durante el debate sobre el presupuesto y la falta de autocrítica sobre los desbarajustes económicos incubados en su mandato. Ni las críticas de la Iglesia Católica parecen afectar al oficialismo: esa pólvora quedó humedecida por los devaneos de muchos obispos con distintos líderes opositores, incluyendo la desacreditada jerarquía sindical, más el debate por la legalización del aborto, incluyendo las contradicciones posteriores por la educación sexual integral.
Concebida como coalición electoral, Cambiemos nunca se transformó, por decisión presidencial, en coalición de gobierno. Carece, por lo tanto, de mecanismos internos para ordenar el debate, enriquecer la política pública y evitar conflictos. Así, los matices o diferencias puntuales escalan e irrumpen en los medios de comunicación. Esto ocurrió con las críticas de Elisa Carrió, en especial en cuestiones polémicas como la Justicia, las investigaciones de casos de corrupción y la influencia de distintos lobbies. Es cierto: durante la última campaña electoral actuó con disciplina y se esforzó en asegurar un buen resultado. En el Gobierno esperan que año próximo ocurra lo mismo. Para el electorado de Cambiemos, los valores que ella representa son vitales. Eso explica que muchos la quieran como candidata a senadora por la ciudad de Buenos Aires.
El radicalismo mide, con prudencia, sus críticas. Especula con una fórmula propia en las PASO para evitar que se incremente artificialmente el caudal electoral del peronismo. Bajo la influencia de un liderazgo más pragmático y orientado a la gestión, con Alfredo Cornejo a la cabeza, pretende reconstruirse gradualmente con intendentes y gobernadores como nuevos pilares. Cuenta con la posibilidad histórica de recuperar Córdoba, la provincia más macrista del país (aunque también se registra una fuerte caída de imagen que nadie capitaliza). Sin embargo, en temas puntuales como la energía y las tarifas de servicios públicos, las críticas fueron determinantes. "Si hubieran sido más abiertos, hubiéramos evitado muchos errores no forzados", se quejaba esta semana un senador. Ahora viene la pelea por los cargos electorales y la dinámica de la campaña. "Yo voy a hablar de política", adelantó un candidato a gobernador. Se refería, perplejo, al caso de Emilio Monzó, que ratificó que no buscará su reelección el año próximo. Figura clave en el armado de Cambiemos, Monzó enhebró, como ministro político en la ciudad de Buenos Aires, un conjunto incontable de alianzas a lo largo de todo el país que catapultaron a Macri al lugar que ocupa hoy. Como presidente de la Cámara de Diputados, fue fundamental para asegurar gobernabilidad en minoría. Pero se cansó de sentirse ninguneado en el proceso de toma de decisiones y desvalorizado en lo que mejor hace: política.
Hablando de Córdoba, nadie fue tan al hueso como Luis Juez en el reportaje que le hizo Luis Novaresio en A24. Dueño de una retórica singular, y desplazado de sus pretensiones de ser candidato a gobernador, el exembajador en Ecuador tildó al Gobierno de inepto, incapaz e inoperante. La oposición jamás hizo públicamente una crítica tan despiadada de la gestión de Macri. Rogelio Frigerio, su jefe en el Ministerio del Interior, declaró esta semana que "la política debería conversar más para lograr acuerdos y solucionar los problemas de la gente". No quedó claro si era un mensaje a la oposición o a su propio gobierno.
Macri puede sentirse orgulloso: lidera un espacio plural y democrático en el que hay libertad para disentir. La incógnita es cuáles serán las consecuencias en términos electorales. ¿Servirá para atraer a un electorado desencantado que encuentre en esas contradicciones razones para la esperanza? Eso supondría que Cambiemos debería mejorar procesando la deliberación interna y conteniendo las tensiones. Si eso no ocurre y continúa el aislamiento del Presidente respecto de sus socios electorales, las críticas pueden interpretarse como el preludio de nuevos episodios de fricción e, incluso, de una eventual ruptura.