El préstamo del FMI no es la solución
La sociedad gobierno-FMI plantea un falso debate sobre el ajuste -que agravará la delicada situación social-, cuando los esfuerzos deberían volcarse a resolver la acuciante crisis externa.
En lo referente al frente fiscal, vale la pena señalar que el aumento del déficit durante la gestión de Cambiemos se asienta en dos causas: a) los crecientes intereses de la deuda, que se contrajo de manera vertiginosa en los últimos 30 meses, y b) una merma en los ingresos tributarios (no un exceso de gasto primario) producto de los cambios impositivos, que le valieron al Estado la pérdida de 270.000 millones de pesos desde el inicio del gobierno de Macri. Por ende, las políticas de ajuste que promueve el FMI no sirven al equilibrio de las cuentas fiscales, el cual requeriría, por el lado del gasto, una firme decisión de resolver el problema de la deuda y sus abultados intereses y, por el lado de los ingresos, una política tributaria inteligente, que deposite el mayor peso sobre las personas (físicas y jurídicas) de mayor capacidad contributiva.
Mención aparte merecería el déficit cuasi fiscal provocado por la política de pasivos remunerados (Lebac): desde diciembre de 2015 se pagaron 415.000 millones de pesos en intereses, para contener la demanda de divisas. Lo cual nos lleva, ahora sí, al frente externo, donde descansan los problemas estructurales de nuestra economía.
La desregulación cambiaria y financiera, pero también comercial, que impuso Cambiemos produjo enormes desequilibrios. Desde diciembre de 2015 se fugaron de la economía nacional US$42.964 millones por formación de activos externos (FAE), US$5331 millones por remisión de utilidades, US$5933 millones por intereses y US$19.340 millones por turismo, en tanto que el déficit comercial acumula US$21.274 millones. Paralelamente, se adoptaron decisiones que restringieron la oferta, por lo que el exceso de demanda fue abastecido, hasta ahora, con endeudamiento externo (y, en mucho menor medida, con el ingreso de capitales especulativos -golondrina-), cuyo agotamiento desnudó la vulnerabilidad del modelo y empujó al Gobierno, devaluación y pérdida de reservas de por medio, a tejer un acuerdo con el FMI, a espaldas de la Constitución nacional, sin aprobación parlamentaria y a contramano de la opinión pública, que lo rechaza en un 80 por ciento.
El blindaje 2018 del FMI aparece como un seguro contra el default frente a los US$55.000 millones que se deberán afrontar, entre vencimientos de capital e intereses, de aquí al fin del mandato de Macri. No obstante, entre el segundo semestre de 2018 y 2019, las proyecciones arrojan una salida de divisas de 37.000 millones de dólares por FAE, de 3000 millones por remisión de utilidades y 10.000 millones de déficit comercial (suponiendo un escenario de fuerte ajuste recesivo). El FMI, salvo una feroz devaluación, no ofrece respuestas para un desbalance externo que resulta alarmante. Atacarlo exigiría: a) una administración comercial inteligente, en sintonía con la del resto del mundo; b) una política de control sobre la fuga que, a la vez, proteja el bienestar general de la economía y el derecho del pequeño ahorrista a atesorar moneda extranjera; c) una legislación adecuada a las nuevas formas de criminalidad económica relacionadas con los paraísos fiscales y los flujos financieros offshore, que contenga el ahorro interno para financiar el desarrollo nacional (se calculan US$500.000 millones fuera de nuestro circuito productivo) y recupere los recursos evadidos (se estima que el Estado se pierde de recaudar más de US$21.000 millones anuales), y d) una política que garantice el debido abastecimiento de divisas a través de la oferta genuina derivada de la exportación.
Estas políticas, en conjunto, al promover el equilibrio externo y la racionalización de la demanda y oferta de divisas, recortarían la necesidad de endeudamiento y fortalecerían la posición fiscal del Estado. Estaríamos, claro, frente a un modelo muy distinto al que sostiene Cambiemos. Con la receta de Macri, la resolución de los desequilibrios externos no encuentra respuesta. Y las respuestas que ofrece la historia de acuerdos con el FMI no animan a pensar en finales felices.
Economista, diputada nacional (Unidad Ciudadana)
Fernanda Vallejos