El tesón
A veces ocurre. La fotografía se encuentra con la pintura, afina el ojo, se deja mecer por la larga tradición del claroscuro. Entonces un hombre puede estar en Siria, en los comienzos de la década del 20 del siglo XXI, y resultar a la vez tan lejano como un óleo del siglo XVII. En esta foto todo, la composición, las sombras, lo discreto de la luz, tiene un aire calladamente recoleto. Incluso atemporal: hay carencias de suministro eléctrico en Idlib, una de las ciudades más castigadas por la guerra, y el hombre aquí retratado –¿un camisero?– no detiene su trabajo. Se inclina sobre la tela y la marca, sector a sector, pulso a pulso, con una antigua plancha de hierro. Su gesto, concentrado, tiene la tensión dura, trabajosa y digna de toda labor manual. El hombre vive en una región largamente arrasada; el tesón parece sostenerlo, como a prácticamente toda la humanidad