América Latina. El triunfo de Evo: viaje al corazón de Bolivia
Entre quienes lo votaron y quienes no lo votarían jamás, parece haber de todos modos un hilo común, el deseo de que Morales lleve a cabo una buena presidencia, la esperanza de un cambio. Las historias de los hombres y mujeres aquí retratados escriben la crónica de un país que quiere creer
"Acá, en los cocales, todos votamos por Evo porque él fue el primero en hacer que nos respetaran. El fue cocalero antes de ser diputado, y ahora es Presidente. Confiamos en él y sabe que puede confiar en nosotros". El que habla es Luis Humerez. No es de aquí. Nació en el altiplano y llegó a la yunga -como llaman a este sector de Coroico- hace 25 años, luego de casarse. Desde ese momento, los cocales se convirtieron en su vida.
"Tengo plantaciones de hojas de coca. Son mi vida. Y es imposible que esta unión se rompa. Es la base de todo. Como persona, como familia, como boliviano. Estos cocales son como mi banco. De aquí sale el dinero para que mis hijos estudien Derecho en la universidad, en La Paz".
Humerez es parte del voto duro de Evo Morales, el núcleo que lo va a respaldar con más fuerza y el que está más orgulloso de que él haya llegado al poder. "Evo sabe que la hoja de coca es la base de Bolivia. Y sabe que si cosechamos café o frutas, nos vamos a empobrecer", señala.
Un boliviano más
Una mujer mayor se tapa la cara con las manos. A su lado, fuera de la foto, se encuentra su nieta, que la mira y hace lo mismo. Con sus manos más pequeñas intenta cubrir su rostro, pero no puede. Están sentadas en la entrada de una casa, en una calle lateral del pueblo de Coroico, que es una pequeña ciudad a 98 kilómetros de La Paz, unida a la capital por un inverosímil sendero de tierra y piedras al que llaman "el camino más peligroso del mundo": tiene una sola vía y siempre se recorre a través de precipicios; a lo lago de la ruta se ven las cruces que recuerdan a los muertos.
Ella, la señora de la foto, es gente de Evo. En 2001, cuando aún era un diputado y líder cocalero, Morales dio una entrevista a un diario de Cochabamba. Fue entonces que muchos lo conocieron y descubrieron que su historia era la de cualquier boliviano. "Mi papá es Dionisio Morales Choque, mi mamá María Mamani. Somos una familia de nacionalidad aymara. Somos siete hermanos, de los cuales vivimos sólo tres. Mis otros hermanos perdieron la vida de uno o dos años, éste es el término de vida que tienen las familias o los niños en las comunidades campesinas. Más de la mitad se muere y nosotros, qué suerte, nos salvamos tres de los siete".
Pese a cierta estabilidad económica -el PBI ha crecido a un 4 por ciento anual, las reservas internacionales netas del Banco Central Boliviano alcanzaron un nivel histórico de 174 millones de dólares durante 2005, los depósitos en moneda nacional se incrementaron en un 7,6 por ciento y la inflación de este año se elevó al 4,9 por ciento-, la estructura social y política de Bolivia está hecha pedazos. El desempleo se empina casi al 10 por ciento, desde 2003 se han sucedido tres Presidentes de la República y se han producido decenas de crisis políticas y cientos de bloqueos. Bolivia está más pobre y la distribución de su riqueza es la peor del continente, sobrepasa incluso a Brasil. Su clase política ha perdido toda valoración y credibilidad.
La mujer que se tapa la cara fue una de las personas que votó por Evo Morales porque ve en él la esperanza de un nuevo camino. Aunque no sea el mejor, muchos bolivianos, como ella, están dispuestos a confiar en él.
La huelga
Un día cualquiera. En Bolivia las huelgas se suceden tan comúnmente que parecieran ser un factor rutinario de protesta y no la herramienta final de presión. Hay tantas huelgas que en Bolivia ya no sorprenden.
Pese a la situación, el contingente policial está feliz. Hoy estrena nuevo uniforme, más completo y seguro. Un casco de fibra de vidrio, chalecos antibalas, protectores tipo canilleras y coderas, además de escudos plásticos en caso de que les lancen piedras o bombas Molotov. Se los conoce como la Unidad Táctica de Operativos Policiales. "Está bonita la ropa", dice uno de ellos. "Vamos a estar más seguros".
A pocos metros, Jacqueline Rivas, de una organización de Cochabamba, explica: "Esta es una huelga que tiene que ver con las movilidades indocumentadas. Movilidades chutas". Se refiere a los vehículos que no están inscriptos y que, por lo mismo, no tienen permiso de circulación. La huelga enfrente del edificio Orón, donde vive el ministro de Hacienda, es el método para que el gobierno los escuche y les solucione el problema.
Jacqueline Silva habla con el resto de los huelguistas. Renga. Lanza panfletos y ordena los carteles dispuestos en la pared. A causa de la movilización, el tránsito se ha puesto más lento. Las bocinas dialogan entre sí. Pero todo parece estar relativamente tranquilo.
"Tenemos fe en Evo", explica Jacqueline. "Confiamos en que va a dar la cara, en que se va a sentar con nosotros a dialogar. Y vamos a tener acercamientos muy buenos. Lo veo más sincero y más honesto. Por eso es que mi voto fue para él".
Mientras tanto, y casi al llegar a una esquina, huelguistas y policías compran un plato de comida en un carrito. "Arroz y carne", dice uno de los policías. "Lo mismo quiero yo", ordena otro. Comen. Los huelguistas hablan de sus demandas y los uniformados, de su nuevo uniforme. "¡Nosotros tenemos confianza con este nuevo gobierno que comienza!", grita un hombre gordo en medio de la protesta. Los policías se miran y uno de ellos dice en voz baja: "Nosotros también".
Seis mujeres
Tres y tres mujeres. Unas están adentro del restaurante y las otras, afuera. Tres son universitarias y tienen el futuro prácticamente asegurado. Las demás, a pesar de ser tan niñas, saben que su destino será duro. Ninguna de las seis votó por Evo. Las mujeres se llaman Michelle, Denisse y María del Carmen. María, Ángela y Sonia. Tres y tres.
Dentro del restaurante: "Hay un apoyo, pero con algo de miedo. La gente está apostando al cambio", dice María del Carmen. "Nosotras votamos por Jorge Quiroga, pero estábamos subestimando mucho a Evo. Ahora que ha sido elegido con mayoría, tenemos que apoyarlo", agrega Michelle.
Afuera: "Cuidamos autos, pedimos. Venimos al barrio sur porque aquí hay dinero", cuenta María, de 13 años, la niña más alta. "Evo es de nosotros", dice ella. "Es pobre", repite María. Las tres niñas ríen a carcajadas. "¿Tiene dinero?, échelo al tarrito".
Adentro: "Esperamos que Evo se rodee de gente que sepa", opina Michelle. "Ese es el miedo que tenemos... que entregue ministerios y cargos a personas que no poseen la capacidad", apunta Denisse.
La discusión
Julio Salazar y Andrea Fernández beben roncola en un local de la zona más acomodada de la ciudad. Ambos estudian Economía en la Universidad Católica de La Paz. Hace más de un año que son novios. Se conocieron en la universidad y se enamoraron. Pero cuando comenzó la campaña para elegir Presidente de la República, el amor se congeló y las ideas dieron paso a la gran discusión. "No voté por Evo Morales. Lo hice por el ex Presidente Quiroga, el otro candidato", dice Julio, mientras toma un sorbo de ron. "Yo voté por Evo", afirma Andrea. "Y lo hice porque en realidad hacía falta un cambio. Siempre le tocó gobernar a una clase de gente. Y ahora, por derecho, les tocaba tener a uno de los suyos en el poder. Y si les va bien a ellos, nos irá bien a todos en el país".
Julio observa a su novia. Desde que empezó el tema presidencial, entre ellos hubo tantas tensiones como en la sociedad boliviana. Cada uno deseaba con todas sus ansias cambiar el voto del otro. ¿Será Evo Morales un hombre capacitado para gobernar un país? ¿Era Jorge Quiroga el mejor hombre para sentarse en el sillón presidencial boliviano? "Yo le decía a mi novia que Evo es un tipo sin educación. Alguien que no tiene un bachiller o un grado superior no puede ser Presidente. Sólo eso". "Es hora de que otra clase social gobierne. Es la democracia. Y es el momento de hacerlo", responde ella.
Ambos se miran a los ojos, se ríen. Quiroga obtuvo el 28,5 por ciento de los votos, mientras que Evo Morales alcanzó el 53, 7 por ciento. Mayoría absoluta.
"Lo cierto es que la elección pasó y nuestra relación está más relajada", dice Andrea. "Aunque hay que ver cómo se viene el futuro", explica Julio y añade: "Ojalá que las cosas mejoren, aunque no tengo mucha fe, la verdad". Andrea lo abraza. Hace chocar el vaso plástico de roncola con la botella de licor y dice: "Y si no le va bien, al menos estaremos juntos".
Detrás de la máscara
Un sol brillante rebota en el asfalto de La Paz. Un niño que cubre su rostro con una especie de gorro pasamontañas mira desde el suelo y repite algo que parece una plegaria: "lustro zapatos". El muchacho toma el cepillo. "Me ando tapando para evitar la polvareda y el olor del betún. Me protege, eso es lo importante. La gente que no conoce puede sentirse incómoda porque parecemos enmascarados. Pero no es así. Sólo nos cuidamos la cara del polvo, de la suciedad". El niño se llama Nelson y mira hacia arriba. "Páseme el otro zapato", ordena.
Según el Instituto Nacional de Estadísticas boliviano, 165.040 niños de entre 7 y 14 años trabaja en este país. En cada cuadra del centro de la ciudad se puede ver al menos a un lustrabotas enmascarado. Los cepillos vuelan por sobre el cuero y la respiración de Nelson, a 3600 metros de altura.
"Espero que mi país cambie con el Presidente Evo. No tengo edad para votar, pero se siente una esperanza distinta en la gente", confiesa. Los zapatos brillan. Los ojos del lustrabotas, también.
Mirada del empresario
Fito Ascarrunz, empresario, camina tranquilamente por una calle de zona sur de La Paz, el sector más acomodado de Bolivia. Es hora del almuerzo y se dirige a su amplia casa de dos pisos, color blanco y portón de madera negra. Se detiene en la esquina, saluda a dos vecinas e intercambian opiniones sobre el futuro del país. "Espero que le vaya bien a Evo Morales, pero, ¿qué se puede esperar de alguien a quien le falta estudio, que no tiene mucha educación?", dice.
Los pasos de Ascarrunz se hacen más cortos. A pesar de que la zona sur aglutina a la clase más acomodada del país, Guillermo Beckar Cortez, el candidato a diputado del MAS, obtuvo un 34 por ciento de la votación, lo que le sirvió para ser elegido por esta circunscripción.
El hombre mira con seriedad. "De la palmera al Rolls Royce, diría yo", sentencia, en alusión al Presidente electo. "Ojalá que le vaya bien, pero me siento preocupado por lo que va a hacer Evo. Le deseo lo mejor, pero es como darle a un mono una hoja de Gillette. Eso es lo que pienso de este nuevo Presidente". Y agrega: "Un consejo le doy a Evo: que no se pelee con el mundo. Que no se enfrente con Estados Unidos, no es bueno. También han estado hablando de golpes de estado. Creo que son payasadas de un pobre diablo como [Hugo] Chávez, un milico con traje tropical". Abre la puerta de su casa. El barrio sur está a 3200 metros de altura. No es tanto. En La Paz, mientras más alto uno se encuentre, más pobre es.