Punto de vista. El último refugio de la bipolaridad
Pablo Mendelevich Para LA NACION
Para agasajar a su par Dimitri Medvedev, Cristina Kirchner distribuyó elogios, el miércoles, entre Chejov, Dostoievski, Tolstoi, Maia Plisietskaia y Rudolf Nureyev, cortesía que completó con duras críticas al mundo bipolar. Esa bipolaridad fue culpable, bien dijo la Presidenta, de que nunca antes nos hubiera visitado un gobernante ruso.
Aparte del dudoso interés de Lenin por hacerle una visita a Yrigoyen, cuando el mundo quedó como un tomate al medio, ni Stalin hizo planes para conocerlo a Perón ni Kruschev movió un pelo para hacerse invitar por Frondizi (a quien ya bastante caro le salió el bife de chorizo que le convidó al "Che" Guevara en Olivos). Pero que ese mundo bipolar quedó atrás no sólo lo demostró Medvedev al pisar la Casa Rosada. De su extinción dio fe el lugar escogido el mismo miércoles para que rusos y argentinos, encabezados por Jorge Taiana, negociaran los detalles de sus entendimientos: el Jockey Club. Es de suponer que en tiempos de la Guerra Fría una conversación análoga habría privilegiado cualquier sede neutral menos ésa. Cautivados tal vez por la arquitectura opulenta que pinta el esplendor del granero del mundo, los soviéticos habrían aceptado, claro, sentarse en el Jockey Club, pero nunca lo hubiera hecho el canciller de un gobierno peronista. Si los rusos no preguntaron, nadie les habrá contado que la Diana del escultor Falguiere que está en el hall central del palacio de la avenida Alvear es lo único que se salvó del incendio intencional de la vieja sede del Jockey, en la calle Florida, durante el segundo gobierno de Perón. ¿Para qué evocar esos detalles? También conservó el buen gusto la Presidenta al saltearse el recreo que se tomó la Guerra Fría cuando Videla, empujado por su superministro José Alfredo Martínez de Hoz, se negó a adherir al embargo cerealero que la administración Carter le hizo a Moscú. Lo cierto es que Brezhnev -que entonces mandaba en la URSS- tampoco tuvo interés en visitarnos.
He aquí una pregunta oportuna. ¿Cuánto entenderán los líderes mundiales sobre nuestra cuitas y su articulación -palabra mimada de Cristina Kirchner- con la marcha mundial? El martes, después de que le pidió disculpas, en Washington, al presidente Hu Jintao por haberlo dejado plantado en enero, la Presidenta celebró la comprensión hallada involucrando al chino en el divorcio político casero. "Entendió perfectamente; sabía todo de él", declaró sugerente. "El" no es otro que Cobos, el traidor.
Lo que no quedó muy claro después de esta intensa semana internacional es por qué el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, para informarse sobre el estado de la economía argentina gastó parte de los 15 minutos que le concedió a nuestra presidenta -según contó la visitante-, mientras que Hu Jintao, sin haber hablado antes con ella, ya sabía todo sobre Cobos. En tanto, a Medvedev se le ofrecía un brindis en el marco de la muerte de la bipolaridad.
A lo mejor hace falta emparejar la información de unos y otros. Se les podría decir que nuestra economía anda bárbaro, pero la bipolaridad no murió: como ya lo saben hasta los chinos, halló refugio en la Argentina.
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