Elogio de la vida chusma
La pandemia nos exige aislamiento pero, al mismo tiempo, incrementa nuestra obsesión por las vidas ajenas (y los chismes acerca de ellas). En BBC News se nos informa que en el Reino Unido (a partir de aquella lejana fase 1) el 40 % de los usuarios de medios de comunicación está pasando más tiempo que antes en las redes sociales. Y los adultos confiesan pasar conectados a la Web una cuarta parte del día. Facebook, Instagram, TikTok y ahora Clubhouse brindan diferentes formas de observar a los demás.
“No es una fascinación mórbida sino, más bien, un intercambio más activo, un esfuerzo por darle sentido al mundo que nos rodea” sostiene Anne Chappell, profesora de la Universidad Brunel de Londres, quien está está examinando estos comportamientos. Agrega que los chismes son “historias que configuran nuestra comprensión compartida de la sociedad”. Y sirven para medir y planear nuestra vida en tiempos difíciles.
Borges –junto con su amigo Bioy, un insigne par de chusmas– dijo que los chismes y las novelas de Marcel Proust se parecen en que “ambos cuentan noticias particulares humanas”. En estos días lo vemos en los colectivos, los subtes, los trenes y las salas de espera: somos miles de sujetos concentrados en las pantallas de sus celulares para atravesar esos tiempos muertos. Nos buscamos en estas noticias particulares de las vidas de los otros, desde ellas construimos nuestra identidad y hallamos consuelo en estos días de incertidumbre.
Al margen...
En las redes sociales aprendemos las nuevas ‘reglas’ de lo aceptable en este contexto de pandemia. Nos ayudan a absorber un nuevo código social que se está creando en tiempo real. “¿Qué es aceptable hacer, cómo deberíamos comportarnos, con quién está bien estar y qué es seguro compartir? Las redes sociales son donde captamos las señales y aprendemos las reglas”, afirma Laura Tarbox, experta inglesa en estrategia cultural.