El columnista invitado. En 1999, el gasto público debe mantenerse estable
Por Adalberto Rodríguez Giavarini
La volatilidad sigue siendo el paradigma de los mercados internacionales. La positiva actitud de los países del Grupo de los Siete para analizar una acción común encuentra dificultades para materializarse. Así lo indica la prudencia con que el titular de la Reserva Federal, Alan Greenspan, declinó -por el momento- poner en práctica medidas conjuntas, que serían la única vía que, en apariencia, podría traer cierta calma al turbulento espíritu de los inversores. Por otra parte, el presidente Bill Clinton enfrenta escollos para lograr la aprobación parlamentaria de un proyecto destinado a reforzar los recursos con que cuenta el FMI.
En este delicado contexto es preciso no bajar la guardia acerca de la magnitud y alcance de los frentes de tormenta que la situación internacional ha desatado sobre la Argentina.
Los nubarrones que se ciernen sobre nuestro país son tres: 1) la caída de los precios internacionales; 2) un drástico aumento de la tasa de interés, y 3) lo que ocurra en Brasil. Estas sombras condicionan las perspectivas de crecimiento de la economía argentina para el año próximo, más de lo que es reconocido por las entusiastas proyecciones oficiales.
Sintéticamente, el índice de precios de las exportaciones argentinas disminuyó 10% en el primer semestre de 1998, en comparación con el mismo período de 1997. La prima de riesgo país aumentó más de 600 puntos básicos desde mediados de julio a la fecha, mientras la tasa activa prime para préstamos en dólares pasó de 8,5 a 14,5 por ciento.
La situación de Brasil, cuya calificación internacional ha sido rebajada y que enfrenta en las próximas cuatro semanas importantes vencimientos de deuda pública, constituye un renovado factor de preocupación. No sólo por la respuesta de los inversores extranjeros ante mayores turbulencias en el país vecino y su propagación sobre los tenedores de bonos argentinos -"efecto contagio"-, sino por las consecuencias que un ajuste sustancial podría tener en el nivel de actividad de su economía y en consecuencia en la balanza comercial bilateral entre los principales socios del Mercosur.
En otros términos, una eventual fuerte caída en el PBI de Brasil tendría efectos contractivos sobre la economía argentina.
Menos ahorro externo
En el complicado escenario descripto, resulta claro que la contribución del ahorro externo al financiamiento de la economía argentina será menor en 1999 al 4% anual registrado en 1997, en números aproximados, y en el primer semestre del año en curso.
Frente a esa realidad, ha trascendido que el gobierno argentino está gestionando ante los organismos internacionales asistencia financiera para 1999: una "red de seguridad" de 8300 millones de dólares del FMI, Banco Mundial, BID y Eximbank, monto que supera holgadamente los vencimientos de deuda con esas entidades para el año entrante. En una palabra, el ahorro externo "multilateral" sustituirá parcialmente el ahorro externo de inversores privados.
Dicha estrategia puede mitigar el problema de escasez de ahorro, pero resulta insuficiente: es el ahorro nacional el que, como ocurriera en 1995, deberá aumentar para compensar la menor contribución del ahorro externo.
El ejemplo desde el Estado
El incremento del ahorro interno debe ser liderado por el sector público, cuyo déficit en 1998 es equivalente a 1,1% del PBI -si se considera únicamente al Estado nacional-; a esta cifra debería agregarse otro 0,3 o 0,4 punto, correspondiente al conjunto de jurisdicciones provinciales.
El hecho de que sea el sector público el que se imponga a sí mismo el esfuerzo de un mayor ahorro, atenúa el que deben hacer los privados al reducir la proporción en que éstos deben adecuar el nivel de su gasto. Si pensamos que el flujo de ahorro externo neto (privado y multilateral) podría ser en 1999 un 1% del PBI inferior a 1998 (alrededor de 3500 millones de dólares menos), una reducción del déficit combinado de Estado y provincias de 1,5 a 0,5% del PBI, permitiría virtualmente mantener invariado el gasto privado.
Por lo tanto es crucial estabilizar en 1999 el gasto público en ambos niveles de jurisdicciones, es decir que se mantenga constante en los de 1998. En ese sentido, preocupan las cifras que contiene el proyecto de presupuesto nacional para 1999 que el Ejecutivo remitió recientemente al Congreso.
En efecto, en dicho documento se prevé un déficit de 3491 millones de pesos. Más allá de que se acepte que parte del desequilibrio pueda originarse en mayores pagos de intereses de deuda pública asociados a tasas más elevadas por la situación internacional y a cambios en la estructura del endeudamiento (al reducirse la participación de deuda que devenga tasas bajas como los Bocon), no es menos cierto que el déficit público absorbe financiamiento que, en otras condiciones, contribuiría a atemperar las dificultades del sector privado.
Vulnerabilidad
Además, debe tenerse en cuenta que el proyecto de presupuesto 1999 tiene otra vulnerabilidad: descansa sobre una hipótesis optimista de crecimiento del PBI (4,8% en moneda constante) y de los recursos tributarios (5,6%, términos nominales), con relación a 1998. De no cumplirse estas proyecciones, sería difícil alcanzar el déficit presupuestado y, consecuentemente, las necesidades de financiamiento serían aún más elevadas que las comentadas, lo que seguramente obligaría a recortes en las erogaciones durante el año próximo.
Para mantener la solvencia fiscal y mitigar el riesgo de efectuar un "desplazamiento" del sector privado en el mercado financiero, es imprescindible estabilizar el gasto público en los niveles de 1998, tanto en el nacional como provincial y municipal. Una estrategia de este tipo, lejos de ser contractiva, permitirá neutralizar, en la mayor medida posible, los efectos de la crisis internacional en el sector privado.
Otra alternativa es altamente riesgosa. De sostenerse un déficit como el proyectado y dada la contribución del ahorro externo, el sector público debería absorber una masa muy significativa adicional de financiamiento interno, desplazando al sector privado y determinando que se prolongue el período de altas tasas de interés, con el consiguiente peligro para la solvencia de las empresas privadas, la calidad de las carteras bancarias y el nivel de empleo.
Vale alentar a que el Gobierno decida transitar el camino de la responsabilidad, que es siempre el más conveniente para la sociedad, tal como lo sintetizó Juan Bautista Alberdi: "Dadme una buena política, os doy buenas finanzas".
El autor es economista.
*El próximo domingo: el columnista invitado será Federico Sturzenegger
lanacionar