En las alturas
"Como enanos a los hombros de gigantes". La frase se hunde en la memoria del siglo XII, y seguramente nació frente a algo muy distinto de lo que muestra esta imagen. O quizá no. Enanos siempre, ínfimos y fugaces: poco son, los seres humanos, sin la larga marcha de quienes los precedieron; poco somos, cada uno de nosotros sin el vasto y ancho sendero de quienes forjaron el mundo, ese sobre el cual hoy nos encaramamos. Y ahí está ese hombre, en las alturas insensatas de un generador eólico, tranquilo y casual como si de andar a ras del suelo se tratase. Un pequeñín en vías de reparar al gigantón de hierro; un extranjero en plena comarca de vientos, cielos y aves. Sus ancestros -los verdaderos gigantes- de algún modo forjaron este momento; el de la gloria, la locura y el hambre siempre insatisfecha de la más empecinada de las especies.