Entre los inmigrantes hay menos desempleo que entre los argentinos
Nuestra Constitución nacional señala en su preámbulo que, entre sus propósitos, figura el de asegurar los beneficios de la libertad para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino. Y la gran mayoría de los argentinos procedemos de inmigrantes, a tal punto que el multiculturalismo es una característica central de nuestro país. Sin embargo, en los últimos años, existe en la Argentina una corriente mayoritaria que evalúa negativamente la llegada de inmigrantes, especialmente de países vecinos. Dos factores le dan un marco a esta cuestión: por un lado, el porcentaje de inmigrantes sobre la población total en el país supera el promedio de América del Sur. Por otra parte, el nivel de desempleo entre los inmigrantes es menor que entre los trabajadores nativos.
El encargado de poner sobre el tapete esta discusión fue el jefe del bloque de senadores justicialistas, Miguel Angel Pichetto, quien días atrás desató una fuerte controversia cuando se preguntó: “¿Cuánta miseria puede aguantar la Argentina recibiendo inmigrantes pobres?”. El senador planteó que debemos “dejar de ser tontos” y que “el problema es que siempre funcionamos como ajuste social de Bolivia y ajuste delictivo de Perú”. Al mismo tiempo, denunció que hospitales públicos, como el Rivadavia, están “llenos de paraguayos” y cuestionó que los extranjeros accedan a las universidades públicas argentinas en forma gratuita, sin ningún mecanismo de compensación.
Pichetto dejó sobre la mesa dos cuestiones básicas. La primera guarda relación con el prejuicio de que los inmigrantes de la región que llegan a nuestro país les restarían posibilidades de conseguir trabajo a los propios argentinos. La segunda se relaciona con la creencia de que una porción no menor de esos inmigrantes –principalmente peruanos, de acuerdo con el legislador rionegrino– amplifican la delincuencia.
Las aseveraciones de Pichetto merecieron numerosas críticas entre dirigentes políticos y representantes de organizaciones de derechos humanos. El propio presidente Mauricio Macri destacó el aporte que han hecho a la Argentina las corrientes inmigratorias. Sin embargo, el secretario de Derechos Humanos, Claudio Avruj, expresó cierto acuerdo con la preocupación del senador justicialista, al admitir que en los últimos años “hay gente que entró al país con antecedentes no chequeados”. Este funcionario aclaró que eso no puede invalidar el hecho de que la Argentina debe ser “un país de puertas abiertas para los que vienen a buscar aquí un lugar para desarrollarse”.
De acuerdo con estadísticas de las Naciones Unidas, que se desprenden del trabajo “Trends in International Migrant Stock”, en 2015, la Argentina ocupó el puesto número 27 entre los países con mayor número de inmigrantes, al alcanzar los 2.286.000. Entretanto, la población económicamente activa está conformada en alrededor de un 11% por extranjeros.
Del total de inmigrantes, alrededor de 679.000 son paraguayos (30%), 419.000 son bolivianos (18%), 213.000 son chilenos (9,5%), 195.000 son peruanos (8,5%) y 780.000 provienen de otros países (34%).
El dato más llamativo es que el porcentaje de inmigrantes en la Argentina sobre la población total alcanza en 2015 al 4,81%, guarismo que supera con creces el promedio para América del Sur, que ronda el 1,39%. En el citado año, en Chile, la proporción de extranjeros era del 2,62% y en Brasil, de apenas el 0,34 por ciento.
Entre las características de la población trabajadora migrante, deben mencionarse, según el especialista Carlos Aldao Zapiola, una alta participación laboral, con menor nivel de desempleo que la población nativa y un alto nivel de informalidad, que asciende al 52,9%.
Estos datos alimentan en buena parte de la población la percepción de que los inmigrantes les quitan trabajo a los argentinos en tanto tienen una mayor predisposición a trabajar en negro. Tal vez por eso, en uno de los últimos estudios de opinión pública realizados a nivel global para detectar el grado de apoyo o rechazo a los extranjeros, realizado por la consultora Ipsos cinco años atrás, la Argentina apareció como uno de los países cuya sociedad es más reacia a la llegada de inmigrantes. Así, mientras para el 47% de los brasileños era un factor positivo para la economía la llegada de gente de otros países, en la Argentina ese porcentaje era de apenas el 22%, en tanto que para el 61% de los argentinos los inmigrantes dificultaban la búsqueda de empleo por parte de los trabajadores nativos.