Eric Abrahamson: "El desorden puede ser más eficiente"
Tanto las personas como las organizaciones y los gobiernos, afirma este controvertido académico norteamericano, autor de un best seller que cuestiona las nociones tradicionales sobre la planificación, pueden verse beneficiados con una cuota saludable de caos e improvisación
NUEVA YORK.- Esta entrevista fue desgrabada en un escritorio en el que había dos latas de coca light calientes y abandonadas por la mitad, un jugo de naranja de dos días antes y un té digestivo; pilas de recortes para otras notas que posiblemente nunca serán utilizados, infinidad de artículos viejos, dos impresoras (una que no funciona, la otra sin cartucho), una muñequera de tenis, el teléfono del plomero y del electricista, ensayos sobre la guerra, novelas rosas, y la lista del supermercado...
¿Debe uno sentir vergüenza ante semejante desorden? De ninguna manera: el libro del momento en EE.UU. asegura no sólo que una cuota considerable de desprolijidad no es mala sino que, de hecho, ayuda a que personas, instituciones, empresas, organizaciones y gobiernos sean más creativos, resilentes... y hasta eficientes. La desprolijidad puede explicar tanto cómo se encontró la penicilina hasta el éxito de Arnold Schwarzenegger en la política o los problemas en la lucha contra el terrorismo. Y fue en buena parte gracias a un escritorio desprolijo que el Nobel Earl Sutherland pudo descubrir cómo las hormonas regulan las células.
Todo esto se aprende en A perfect mess. The hidden benefits of disorder , traducible como "Un perfecto despiole. Los beneficios ocultos del desorden". Un libro "casi indecentemente fascinante", según el diario británico The Guardian , que Eric Abrahamson, el profesor más joven que jamás haya tenido la Columbia Bussiness School, escribió con el periodista especializado en management David H. Freedman.
Siguiendo la línea de best sellers como Blink o Freakonomics , A perfect mess ataca las que se consideran verdades establecidas y muestra cómo mucho de lo que creíamos con respecto al orden, la limpieza y la organización es sencillamente errado.
"Siempre me resultó paradójico que, siendo profesor de teoría de la organización en la universidad, yo fuese una persona desorganizada. Así que, un poco como broma, empecé a investigar el asunto y quedé atrapado. Sabemos muchísimo sobre el orden, sus distintos tipos y beneficios, pero no hay prácticamente nada escrito sobre el impacto del desorden. Cuando en una organización se habla de un nuevo orden o reestructuración, es difícil que se tome en cuenta el alto costo de llegar al nivel buscado. Muchas veces no se paga a sí mismo. Y además, cierto desorden permite a las personas e instituciones ser más creativas y flexibles", sostiene Abrahamson en diálogo con LA NACION.
No es cuestión tampoco de trabajar en un basural, sino de encontrar el punto de desprolijidad balanceado. "La investigación para el libro la hicimos con modelos matemáticos de desorden. Si uno trabaja, genera desorden y tiene la opción de parar y ordenar y organizarse o seguir trabajando. Si sigue trabajando, en un punto ya no podrá hacer nada por el desorden total. Si se para a ordenar a cada rato, tampoco se podrá avanzar. Hay un punto medio donde el rendimiento es el más eficiente. Ese es el nivel de desorden óptimo", señala.
-¿Esto es así también en la ciencia?
-Sí, los científicos incluso han desarrollado lo que llaman el principio de desprolijidad limitada. En la ciencia se intenta controlar todas las variables para poder ver cómo se afecta B si modificamos A. Pero a veces un factor inesperado se cuela en los experimentos y trae resultados que pueden derivar en grandes descubrimientos. El caso más famoso es el de Alexander Fleming, que se fue de vacaciones sin ordenar ni limpiar su laboratorio y al regresar encontró un círculo de moho que había invadido uno de sus cultivos de bacterias. El staphylococci de su cultivo parecía mantenerse apartado del moho e, intrigado, Fleming lo puso bajo su microscopio y así descubrió la penicilina. Fleming ya se beneficiaba del desorden de su laboratorio porque el tiempo no dedicado a ordenar lo dedicaba a investigar. Pero, además, el desorden creó conexiones, es decir una resonancia entre el laboratorio y el mundo de alrededor, y llevó a consecuencias inesperadas (algo que ya le había pasado antes: descubrió el lysozyme, una sustancia moderadamente antibiótica al estornudar sobre una muestra bacterial). Cuentan que años después, cuando lo llevaron a visitar un laboratorio modelo, impecable, uno de los científicos dijo en voz alta: "¡Qué maravillosos descubrimientos podría haber hecho Fleming acá!". "No el de la penicilina", retrucó él.
-¿También el desorden sirve a las Fuerzas Armadas?
-Los marines americanos tiene un dicho: plan early, plan twice (planea por anticipado, planea dos veces). En cuanto cualquier plan se encuentra con la realidad de la guerra, deja de ser útil, por eso los marines son muy abiertos a las estrategias de último momento. Algo similar ocurre en las empresas: las organizaciones con planeamiento estratégico no son más exitosas que las que no lo tienen. ¡Los únicos estudios que muestran que funcionan son aquellos en los que se consulta a los especialistas en planeamiento estratégico!
-¿Por ejemplo?
-Supongamos que una empresa nueva tiene un producto que encontró un nicho inexplorado y está teniendo un crecimiento considerable. No vale la pena parar a reorganizarse, sino seguir adelante aunque sea un poco a los tumbos y, en cuanto el mercado se enfríe un poco, recién ahí aprovechar para ponerse en orden. El ejemplo del escritorio es muy ilustrativo. Según las políticas de escritorios limpios de varias empresas, cada papel que llega debe ser archivado correctamente de inmediato. Si dejamos que se acumulen 10 papeles, estaremos haciendo un solo viaje al archivo en vez de diez... ¡y posiblemente en un momento donde no haya tanto trabajo urgente! Además, sin la separación creada por estos sistemas externos de orden se pueden ver relaciones entre cosas juxtapuestas que, de otra manera, hubiera sido mucho más difícil ver.
-¿Y por qué seguimos creyendo que el orden siempre es bueno?
-Es una obsesión que heredamos de la revolución industrial y el paradigma de la eficiencia de la máquina que fue llevado a lo social e incluso a la familia. Está el célebre caso de Galbraith que, como quería una familia eficiente, ponía clases de alemán a sus niños cuando estaban en la bañadera, hacía que los grandes limpiasen la superficie de los muebles y los más pequeños las patas, y les sacó a todos las amígdadas --¡eran 12!-- para ver cómo hacerlo de la manera más efectiva. Pero yendo mucho más atrás, el orden tiene resonancias religiosas (Dios, después de todo, es el primer organizador, que separó la luz de la oscuridad) y Freud reforzó nuestras creencias en el siglo XX. Por eso, no es de extrañar que dos tercios de los norteamericanos admitan sentir culpa por ser desordenados.
-¿Cómo afecta el desorden a la economía y política?
-Es interesante, porque este punto de desorden óptimo también se da en los sistemas políticos. Un extremo del orden serían los estados autoritarios; uno de desorden, la anarquía. La democracia es algo así como el sistema óptimo que da una cuota de desorden para que podamos ser libres para encontrar nuestro camino, pero no en el extremo que afectemos al de al lado. Lo mismo ocurre con la economía. La Unión Soviética tenía una economía muy organizada, con planes quinquenales. El mercado es mucho más desorganizado, pero eso permite adaptarse y ser innovador, con ciertas regulaciones básicas.
-¿Y a los políticos en sí cuánto les sirve el desorden?
-Mucho, Arnold Schwarzenegger es el más emblemático. Cuando anunció su candidatura para gobernador de California, su oficina colapsó de llamados de políticos, activistas y brokers que pedían que se les hiciera un lugar en su agenda de los próximos meses. Y a todos se les respondía algo que les resultaba imposible creer: que Schwarzenegger no lleva agenda y se niega a hacer citas con antelación salvo en casos muy excepcionales. Vive lo que él llama un "estilo de vida improvisacional", donde mucho se decide sobre la marcha, y a la vez es un experto en lucir como alguien muy organizado. Los mismos principios que usó en su carrera en el fisicoculturismo y el cine los aplica a la política. Anunció su candidatura a último momento y aguantó todo lo que pudo sin presentar una plataforma, que luego resultó una mezcla aparentemente incompatible de conservadurismo fiscal con posiciones de izquierda respecto de las uniones gay o el aborto. Quienes trabajan cerca de él se espantan por el desorden que lo rodea, pero esto es lo que le ha dado una enorme ventaja comparativa para un político que es la extrema flexibilidad para adaptarse a situaciones cambiantes.
-En su libro también señala que el desorden es un arma extremadamente eficaz para los terroristas.
-Cuando se critica al gobierno norteamericano por las fallas en la lucha contra el terrorismo, sea en cuanto a la inhabilidad de prevenir el 11 de septiembre, que no se haya desarmado Al-Qaeda o la imposibilidad de imponer orden en Irak, muchas de las críticas se basan en una falta de organización de parte de las agencias del gobierno de EE.UU. o sus fuerzas armadas. Otra forma de verlo es considerar que los terroristas son difíciles de atrapar justamente porque son de un gran desorden, lo cual les permite con un número relativamente pequeño de personas y recursos confundir a las fuerzas armadas y de inteligencia más fuertemente equipadas y organizadas de la historia. Es justamente el desorden lo que les ha otorgado eficiencia a los terorristas. Al-Qaeda, con sus miembros dispersos, mal comunicados y poco informados sobre lo que hacen los demás, con acciones impredecibles y discontinuas, es también un caso emblemático. Por supuesto, un país responsable no puede volverse desorganizado en su lucha contra el terrorismo e imitar sus prácticas. Pero meramente dignarse a ver en el desorden la gran fortaleza del enemigo puede abrir la puerta a nuevas tácticas, como pasar gran cantidad de información falsa sabiendo que no tienen maneras eficientes de monitorear la información o usar mas programas informáticos diseñados para encontrar conexiones entre datos pasados aparentemente no relacionados. Esas tácticas pueden resultar medidas más útiles de lo que se cree.
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