Es el tiempo de los valores
El tiempo es un concepto, una noción primera, un dato de nuestra conciencia; tenemos la intuición, la sensación, nos acompaña de manera omnipresente y no lo podemos definir, expresa Serge Laroze, en su libro Les relativités (Éditions Cépaduès, 2017).
Laroze añade que la conciencia del tiempo que pasa, luego de Heráclito (550-480 a.C.), puede asimilarse a un río que fluye, a un río (a una sucesión) de eventos. Podríamos preguntarnos entonces: ¿entre qué riberas?
Hay un tiempo de todos los días, un tiempo de los artistas, un tiempo de los científicos y diría un tiempo de la historia.
En este sentido, en los 70 años que median entre 1946 y 2015 incluidos, los argentinos hemos perdido el tren del desarrollo y del progreso. Han sido años que han transcurrido con mucha pena y con poca gloria. Más allá de las ideologías, es un hecho fáctico. El país atrasó frente a muchos otros con desarrollos económicos similares. Basta con pensar en Australia y Canadá. Atrasó no sólo en la economía, sino también en la cultura y en la educación. A fines de la década del 20, la Argentina era la sexta potencia mundial y luego, a lo largo de muchos años, se encontraba entre los 10 países más importantes del mundo. Asimismo, la Argentina era considerada la nación más culta y educada de América, a comienzos de la década del 40.
El peronismo, a lo largo de esas siete décadas, gobernó 37 años, mientras que los radicales, 16 y los militares, 17. Es decir, en el período en cuestión, hubo 53 años de democracia y el 70% de ese lapso el país fue gobernado por diferentes vertientes del peronismo, todas ellas con sesgo populista y autoritario.
¿Qué valores han primado en ese tiempo? ¿Cómo un país con la potencialidad de la Argentina se ha vuelto decadente? ¿Por qué tanta escasez intelectual y tanto interés personal? ¿Por qué tanta corrupción? ¿Por qué tantos políticos se han hecho millonarios? ¿Por qué el 30% de los argentinos se encuentra bajo la línea de pobreza? ¿Por qué se han avasallado las instituciones del Estado?
El gobierno anterior dejó al país sumido en una crisis institucional, económica y social, negada persistentemente por sus voceros, por costosas campañas publicitarias, y por una prensa dependiente y bien paga.
A su vez, el gobierno de Cambiemos no logró medir, o subestimó, la gravedad de la crisis. Así, le costó mantener una percepción precisa y positiva de su gestión, a medida que iba abriendo, una detrás de otra, las cajas de Pandora que encontraba. Sumado a ello, hubo errores en la gestión que, en este caso, el Gobierno los asumió y corrigió. Es así como, pese a los logros alcanzados, que no fueron pocos, fue difícil conservar el apoyo inicial que le había brindado la sociedad.
La ciudadanía anhela el cambio. El gobierno lo sabe y debe actuar en consecuencia.
Ha llegado el tiempo de que primen aquellos valores que hagan de la Argentina una gran nación. El valor de la ética, de la moral, de la educación, de la cultura, del trabajo y tantos otros.
El río de eventos que fluyó para los argentinos en ese tiempo -70 años- lejos ha estado de ser un correntoso y límpido río de montaña, más bien ha sido un aletargado y sucio riachuelo.
Es de esperar que en el tiempo que medie entre esta ribera y la otra se sucedan eventos que conduzcan al deseado desarrollo económico y social sostenido de nuestro país.
Consultor
Héctor Crespo Figueras